martes, 16 de agosto de 2011

Alberto Ufenast Vargas, el padre espiritual del escritor

Pagina Siete

Sobre la educación e influencia recibida de niño, Jaime Saenz anota en Vidas y muertes, en el capítulo referido al esposo de su tía Esther: “Alberto Ufenast Vargas, aunque suizo de origen (llegó a Bolivia en 1929), era boliviano por temperamento. Lo conocí en mis años de infancia, y mi formación espiritual, si acaso tuviera alguna, a él se la debo”.

Alberto Ufenast fue un hombre de mundo, pues en largos viajes llegó a conocer Australia, Filipinas, Turquía, Sudáfrica, Portugal, España y otras latitudes. El camino que lo condujo a Bolivia se abrió cuando en Londres conoció a Nicolás Suárez, el entonces famoso rey de la goma. “El gran potentado boliviano, cuenta Saenz, se interesó por él, tanto más cuanto que, aparte de los idiomas castellano y alemán, hablaba correctamente y sin acento el inglés, el francés y el portugués, de tal manera, que lo nombró su secretario particular”.

El hombre europeo había llegado a La Paz con una maleta llena de conocimientos que serían referente para Saenz. Por azares de la vida, Alberto Ufenast había alquilado un cuarto en la casa de la abuela de Jaime Saenz. En esa maleta –recuerda Saenz– se encontraban muchos y muy hermosos libros, aunque casi todos en alemán y según llegaría a saber más tarde, tratábase de algunas obras de Goethe y de Niestzche, la biografía de Brahms, por Kalbeck, varias novelas de Kleist, de Scott, de Flaubert y de Thomas Mann, ciertas obras sobre budismo, y un libro sobre la cosmología de Hörbiger.

El bagaje de conocimiento que poseía el forastero sería, con el pasar del tiempo, transmitido al joven Saenz, pues al cabo de algún tiempo pasó a formar parte de la familia del poeta al contraer matrimonio con la tía Esther. Saenz reconoce que en su tierna edad Ufenast lo adoctrinó con frases como: “Si pretendes explicarte a Dios, estás perdido. No hay pensamiento ni lógica que valga. Sin embargo, a mí se me ocurre que Dios no existía sin nosotros, por cuanto Él ha querido que creyésemos en El, y por esta razón precisamente nos ha creado”. Pero no sólo fue el padre espiritual, sino el protector de la familia, pues gracias a su trabajo las penuarias económicas de los Saenz cesaron por varios años.

Alberto Ufenast falleció en Tupiza en 1940 en una de sus tantas andanzas. Hoy está enterrado en el Cementerio General de La Paz aunque sólo su calavera y una mano, según los testimonios de la familia.

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