domingo, 19 de mayo de 2013

Inventario nocturno: la nostalgia y el amor

Tengo el privilegio de escribir el prólogo a un poemario magnífico, Inventario Nocturno de Homero Carvalho Oliva. Ignoro cómo ha escrito Homero estos poemas pero le imagino delante del ordenador, por la noche, en las cálidas noches de verano de Santa Cruz, pasando revista a distintos amores y recuerdos, reflexionando sobre los poetas y la poesía.

Me atrevo a afirmar –y si Homero no está de acuerdo que me desmienta– que Inventario Nocturno es un poemario de amor. Pero no es un amor clásico, el poeta que le canta a su amada –aunque hay algunos poemas en que es así– es un amor universal que parte de lo particular para engrosar las filas de lo general sin perder un ápice de emoción en el proceso.

Abre el poemario una cita de Octavio Paz sobre la poesía, y el primer poema es un poema dedicado al padre, después a la abuela. Pasamos por la primera comunión que refleja la inocencia que después perdemos inevitablemente en la edad adulta en el que hay un dibujo emocionado de la madre. Hay un recuerdo a los primeros –e inocentes– amores que culminan en el amor verdadero, porque como dice la canción Solamente una vez se entrega el alma.

Inventario Nocturno es puro amor, puro sentimiento, al padre, a la abuela, a la madre, a la esposa, a los hijos, a la perrita, a los amigos perdidos en la lucha, a la revolución, a la poesía. Un amor entremezclado de nostalgia, pero no es una nostalgia hueca, de conversación superficial de terracilla de verano, es una nostalgia plena de emoción, es una nostalgia que vive en el poeta y en su palabra. Predomina en Homero el tono narrativo, el estilo al que nos tiene tan acostumbrados y en el que se desempeña tan bien, y junto a él vemos una experimentación formal que le lleva más allá sin perder ni un ápice de su eficacia.

Homero, con su realismo, nos contagia su ardor romántico. Puede parecer una paradoja lo que acabo de escribir y soy consciente de ello. Por eso pasaré a explicarla. La forma utilizada por el poeta es realista pero su fondo, su contenido, está lleno de romanticismo. Y el amor por la palabra recorre los poemas, la poesía es aquella amada que siempre está ahí pero que nunca alcanzamos.

Incluso la muerte es tratada de tú a tú. No vemos miedo ni rechazo sino aceptación. Así decimos que quien ama la vida acepta la muerte, ni la quiere ni la odia, es el ciclo de la vida que vemos en la naturaleza de la que formamos parte y Homero, nacido en la bella Amazonia, lo sabe. No sé si lo sabe racional o emocionalmente, por sus poemas deduzco que su aceptación de la muerte es total absoluta, como sólo puede serlo la de un amante de la vida, de un hombre biófilo como es él.

Los referentes literarios también están presentes en estos poemas, desde los cuentos a los mitos griegos y a los grandes poetas que menciona en uno de sus geniales poemas finales en los que juega como si un poema pudiera ser una sopa de letras. Y lo consigue, es uno de sus logros. Nos transmite de una manera sencilla su amor por la poesía y por aquellos y aquellas que ya forman parte de la historia de la literatura.

Tienen presencia también en los poemas de Homero la patria –la amada, la ciudad a quien amar– y la ciudad, aquella ciudad que amamos porque vivimos en ella, o porque vivimos en ella la amamos, porque ella nos da su vida y nosotros le damos la vida, en una relación recíproca. Nuestra vida cotidiana es intensa siempre que nuestra vida interior también sea intensa. La vida interior del poeta se ve reflejada en la ciudad amada, en la ciudad vivida.

Y los sueños, sin embargo, se escurren por el sumidero. Homero, como todo hombre intenso, inteligente y cultivado ha realizado el viaje del conocimiento a la sabiduría. El lugar de los sueños, ciertamente, es el sumidero. Allí van a parar todos nuestros sueños, incluso aquellos que se cumplen. Los sueños nos impulsan a vivir sí, pero sabemos y el poeta nos lo dice, que la mayor parte de ellos no se cumplen y quizá, y sólo quizá, sea mejor así. Porque si se cumplieran pudiera ser que en lugar de vivir una vida intensa nos encontráramos con que aquel sueño maravilloso se ha convertido en una pesadilla atroz. Los deseos –que no los sueños– suelen cumplirse y ésa es una de nuestras desgracias, ése es el motivo por el cual debemos tener mucho cuidado con aquello que deseamos, ya sea Dios o el Diablo quien los cumpla. También aparece Dios como un ser lejano al que interpelar sabiendo que no nos dará una respuesta, que aquello que hemos perdido está en el transcurso de la vida, y que seguramente ya nunca lo podremos encontrar. Dios nos hizo libres, y Homero nos dice que nosotros estamos aquí para cumplir los sueños divinos, es una bella metáfora de la vida humana y ojalá –deseo– que tenga razón.

En la Poética esdrújula –un poema magnífico– el poeta nos habla del amor, de la naturaleza virgen y salvaje, del descubrimiento de América, de la poesía y de la política. O por lo menos ésa es mi interpretación. Parece como si Paraíso Perdido fuera aquel lugar lleno de lujuriante vida que ha sido mancillada por la "civilización" y que ha terminado siendo un infierno de mano de los mandamases.

La poesía en Homero aparece vinculada a la naturaleza, como si ésta fuera el poema inmenso y nosotros sólo pudiéramos acercamos a ella mediante las palabras, sin conseguir –ninguno de nosotros– emular su belleza.

Parece también que la poesía –la verdadera poesía– nace del alma de los seres que tienen dificultades para vivir en la realidad, en una realidad baja, rastrera, miserable, inhumana, desalmada, donde la psique del poeta es como un trébol de cuatro hojas al que el mundo quiere arrancar su genialidad y su pensamiento.

Los pobres y los emigrantes también aparecen en los poemas de Homero. Los pobres, cuyo único delito es no tener dinero, los emigrantes, que acabarán viviendo en una trágica tierra de nadie, que no pertenecerán a ningún sitio, ni a su tierra de nacimiento ni a su tierra de adopción.

El poema en prosa del fotógrafo y la empleada es el poema lleno de ternura. Los dos son personas en peligro de extinción por esa modernidad que todo lo fagocita, que todo lo devora. El fotógrafo y la empleada que se resisten a desaparecer, por eso quizá la metáfora de la imagen que permanece en el papel, esas fotografías que, con dulzura, realiza el hombre y guarda la mujer, un pasado que servirá de puente al buscado y querido futuro próximo que traerá a alguien con quien compartir las instantáneas, metáfora también de compartir una vida.

Y las referencias a la muerte cierran un poemario redondo, unitario, lleno de belleza en su forma y en su fondo.

¿Dios juzgará de forma desigual a los locos ya los cuerdos? Y con la referencia anterior a Don Quijote, ¿están locos los cuerdos, y cuerdos los locos? Sin responder a mi propia pregunta cierro este prólogo, ya que Homero, en sus poemas, ya ha respondido a ella.



Teresa Domingo Català. España.

Premio Nacional de Poesía.

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