domingo, 8 de abril de 2012

Los mercaderes del Che

El reconocido periodista Álex Ayala, gestor de proyectos como la revista de no ficción Pie Izquierdo, presentará este jueves en la Cinemateca un libro que reúne sus mejores y más cercanas crónicas.

Álex Ayala (Vitoria, España, 1979) es un periodista español que lleva cerca de once años viviendo en el país. Llegó a Bolivia en 2001, gracias a una beca del Grupo Prisa, para trabajar en el periódico La Razón. Allí fue director del suplemento dominical Escape y, posteriormente, editor de periodismo narrativo del semanario Pulso y fundador de Pie Izquierdo, primera revista boliviana dedicada a la no ficción y la crónica. Ayala, destacado cronista, es un habitual colaborador de medios como Etiqueta Negra, Paula, Soho Argentina, Ecos, Virginia Quaterly Review, Séptimo Sentido, Frontera D, Cronopio, Internazionale, Emeequis y otros. Por su trabajo ha recibido galardones como el Premio al Mejor Reportaje sobre Biodiversidad (2003) y el Premio Nacional de Periodismo (2008), ambos otorgados en Bolivia. Su más reciente proyecto, financiado con el método de crowdfunding, lleva el sugerente título de Los mercaderes del Che. Y otras crónicas a ras de suelo y tiene que ver nuevamente con la crónica. Se trata de un libro que reúne lo mejor de su producción en el género, que será presentado por la editorial El Cuervo, este jueves próximo, en instalaciones de la Cinemateca Boliviana. A propósito del libro, Fondo Negro entrevistó a Ayala.

—¿Por qué te decidiste a utilizar el crowdfunding (financiación en masa: operación de recaudación de fondos que se realiza generalmente vía Internet) como modo de financiar el libro?
—El año pasado estuvimos en conversaciones con Fernando Barrientos (director de la editorial El Cuervo) para darle continuidad a la colección Nueva crónica de la editorial. Como se sabe, el dinero siempre es un tema complicado, así que le planteé este modo de recaudación como forma de aliviar el proceso. Yo veía que esa plataforma había sido ya utilizada en muchos lugares del mundo para financiar toda una gama de proyectos artísticos y que bastante gente consiguió así concretar sus iniciativas. Aunque en un momento inicial la cosa nos pareció complicada, después vimos que, entre otras cosas, gracias a la revista Pie Izquierdo yo tenía contactos con periodistas en varios países y contábamos con su apoyo. Así, por suerte, conseguimos dinero para el libro en poco más de una semana, algo que ni imaginábamos, ya que el tiempo que te da el sitio de Internet para recaudar el dinero es de 40 días. Creo que al ser éste el primer libro boliviano que se financia de esta forma se muestra una nueva vía para autores que tal vez no tengan los fondos suficientes para publicar.

—Te referiste a tu anterior trabajo periodístico y a la instancia específica de Pie Izquierdo. En ese sentido, ¿ves este libro como una suerte de continuación de tu trabajo en la revista de crónicas, o son los dos proyectos distintos?
—Pienso que más que una continuación de Pie Izquierdo, Los mercaderes del Che es el resultado de la recopilación de las que considero las mejores crónicas que escribí en estos casi 11 años que llevo en Bolivia. Además, es un intento de ubicar a la crónica periodística en el sitial que se merece en Bolivia (y que no lo tiene). En muchos otros países éste es un género literario más, y aquí aún no se le da la importancia que tiene.

—Más allá de que la crónica es, en efecto, un género que merece una revalorización y una mucho mayor práctica lectora, y de que presente ciertas condiciones y posibilidades únicas, ¿por qué, para ti, es un discurso importante?
—La crónica es el género periodístico por excelencia: tiene los ingredientes de los demás géneros periodísticos, como la investigación y el apego a la verdad, pero además muestra un afán notable por contar bien las cosas. Creo que, aunque a nivel nacional tenemos buenos periodistas y, a momentos, un esfuerzo evidente por hacer buenas preguntas y describir ciertos hechos, no siempre hay un esfuerzo claro por cuidar el lenguaje con el que se cuentan esos hechos e historias. Así, con esta práctica, es más difícil atraer a los lectores si no hay buenas entradas, descripciones y escenas (la crónica es en este sentido un género bastante cinematográfico). Finalmente, ya sea uno periodista o escritor, lo importante es que el lector se enganche con lo que lee, que lo que uno escribe de alguna manera quede, y que lo escrito hoy no sea utilizado mañana para envolver el pescado. Se trata de hipnotizar al lector y de hacer que se quede con la historia de principio a fin. Incluso, de que pueda archivar la historia en una estantería y después de un tiempo volver a ella. La crónica bien escrita no pierde vigencia, incluso si se la lee cinco o diez años después, cosa que la diferencia en gran manera de las noticias coyunturales o las entrevistas pregunta-respuesta.

—¿Cómo vez la relación entre crónica y literatura, y crónica y periodismo tradicional?
—García Márquez decía que la crónica es un cuento que es verdad. Y eso hace referencia a que la crónica utiliza las mismas herramientas que la literatura y a que lo único que la diferencia de ella es su apego a la realidad, ya que todo lo que se incluye en una crónica debe ser cierto. Una cosa es esa y otra el tema de la objetividad. En el periodismo se maneja una máxima que es la objetividad, cuando en realidad la objetividad no existe. En la noticia o en el texto siempre está la subjetividad del periodista. Creo que allí la crónica es más sincera que otros tipos de periodismo, porque desde el primer instante indica la posición de quien la escribe. Las cartas están sobre la mesa desde el principio.

—Hablando concretamente de Los mercaderes del Che, cuéntanos por cuántas y por qué tipo de crónicas está compuesto.
—Son 14 historias que podrían dividirse en dos tipos: historias muy focalizadas en personajes, que más que crónicas podrían en algunos casos llegar a ser perfiles (como en el de la historia Sillerico, el sastre que viste a Evo Morales), e historias más corales, como la de El secuestro más extraño del fútbol (que narra la historia del secuestro de un equipo de fútbol en el barrio Cosmos 79), contada por una multitud de personajes que van construyendo la historia y, con ello, la escena en que se desarrolla, es decir, la historia de un barrio. Hay, entonces, historias enfocadas en personajes concretos, y otras narradas por varias voces, de carácter más universal.

—¿Qué tiene que tener un personaje o una historia para que sientas que merece ser contada?
—Las historias que me atraen son aquellas que no tienen el foco de la prensa encima. Por ejemplo, cuando ocurrió lo del TIPNIS, me llamaron de Chile para que vaya a cubrirlo, pero a mí esas historias que tienen a toda la fauna periodística encima no me llaman la atención: son historias que van a ser contadas muchas veces en muchos medios. Las historias que me gustan son esas un poco más ocultas, que intuyo —porque se trata de eso, de una intuición— son las que pueden sorprender al lector. Por otra parte, si hay algo que tienen en común los personajes sobre los que escribo es que están generalmente en un segundo plano, aunque en algún momento de sus vidas han sido noticia por algo muy específico. Por ejemplo, cuando ocurrió lo del secuestro del equipo de fútbol, muchos canales se concentraron en el tema del secuestro, pero nadie vio la historia que estaba detrás, la historia de todo un barrio y lo que ocurre en él. Hay otra historia, por ejemplo, que se titula Los héroes del penal de San Roque, en la que se narra un motín que ocurrió en la cárcel de Sucre, en la época en que se debatía la Constituyente. Tras el motín, un montón de presos se fugaron de la cárcel y la mayoría de los medios que estaban allí se concentró en contar la fuga, cuando lo interesante del caso pasaba por otro lado: resulta que tras el motín y la fuga de casi una mitad de los presos, la otra mitad decidió quedarse a custodiar su propia cárcel porque no había policías que la cuiden. Entonces, Sucre era un caos total y había una turba que quería entrar a saquear la cárcel. Ese es el tipo de historia que me interesa contar, en este caso surreal, delirante y algo ridícula.

—¿Tienes algún método para acercarte a los personajes de las historias que eliges o tal vez simplemente te dejas llevar?
—No siempre el personaje te da el mismo acceso, y cuando eso sucede es muy importante la paciencia, una virtud que muchos no tenemos y que es verdaderamente crucial, porque realmente muchas cosas sorpresivas empiezan a ocurrir cuando uno tiene paciencia. La última crónica del libro, por ejemplo, cuenta cómo la División de Homicidios de la Policía de El alto utiliza a las ñatitas. Allí tienen dos calaveritas hace más de 20 años que los policías usan en caso de interrogatorios y les dejan papelitos y pedidos para que los ayuden a resolver crímenes. Conseguir esa historia fue verdaderamente difícil, ya que el actual encargado de Homicidios en El Alto no quiere dar cabida a la prensa para que vea a las ñatitas, porque piensa que se las verá como una costumbre muy pagana. Pero sí hay allí oficiales que creen en ellas. A mí me negaron el acceso varias veces hasta que se me ocurrió probar suerte el día de los muertos. Ese día no estaba el mayor encargado de la sección, pero sí un oficial que es muy devoto de las ñatitas. Él nos dio acceso a las calaveras, nos dejó fotografiarlas y nos explicó todo el mito que las rodea. Bien, si yo no hubiera tenido la paciencia necesaria para esperar el momento indicado, la historia se habría caído y quizás nunca se habría contado. En ese caso tuve que esperar más de dos meses para poder contar la historia, y salí conociendo no sólo a las ñatitas sino también un lugar que llaman “el templo de la muerte”, un sitio con 13 calaveras al que acuden abogados y fiscales a pedir ayuda para sus casos.

—Estás en Bolivia hace casi 11 años, ¿cómo has visto y cómo ves actualmente al periodismo boliviano, sobre todo el escrito?
—Creo que el periodismo boliviano está muy politizado y eso hace que no haya una variedad interesante de información y géneros, sobre todo en comparación a otros países. Además, considero que hay demasiada información coyuntural y, con ello, estamos hablando de pan para hoy, pero hambre para mañana. Es hora de un cambio de modelo.

—¿Por qué el título Los mercaderes del Che?
—En el libro hay historias muy variopintas, relatos muy disímiles que dan un panorama amplio del país y de sus personajes. Hemos elegido para el libro el título de una de las historias (justamente, la historia del Che del mismo nombre) porque se trata de un personaje profundamente universal y de muy fuertes implicaciones históricas y, en cierta forma, todos los demás personajes del libro lo son, aunque en menor medida, claro. De todas maneras, como en el caso del Che, a través de ellos puede contarse la historia del país y ese es un rasgo que considero interesante. Además, el título juega mucho con la idea del mercado, presencia absolutamente central en nuestros días, que influye nuestras visiones sobre lo que son la historia, el periodismo y la cultura.

—¿Se traduce ese mismo espíritu al resto del libro?
—El libro lleva el subtítulo de Y otras crónicas a ras de suelo. ¿Eso por qué? Porque toca personajes muy cotidianos, muy pegados a la tierra. Todos, sin embargo, tienen grandes historias. Son una suerte de protagonistas eternamente secundarios que con el libro han venido a ocupar un primer plano, y creo que ese es un gesto que lo resume bien.

10 Ayala, español de nacimiento, lleva viviendo y trabajando en el país hace más de una década.

14 son las crónicas de diversa índole y tratamiento que reúne Los mercadares del Che

Ayala opina sobre la crónica:
“La crónica es el género periodístico por excelencia. Tiene los ingredientes de los demás géneros, pero, además, muestra un afán notable por contar bien las cosas. Se trata de hipnotizar al lector y de hacer que se quede con la historia de principio a fin. Incluso, de que pueda archivarla en una estantería y después de un tiempo volver a ella...”.

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