viernes, 4 de julio de 2014

LA ESCRITORA CRUCEñA, ACTUAL MINISTRA DE AUTONOMíAS, PARTICIPó EN EL VIII ENCUENTRO DE ESCRITORES IBEROAMERICANOS

Novelista, cuentista y poeta. Claudia Peña, actual ministra de Autonomías, fue una de las personalidades bolivianas invitadas que formó parte de la primera jornada del VIII Encuentro de Escritores Iberoamericanos. La escritora cruceña, licenciada en Comunicación Social, que además desempeñó labores como periodista, investigadora y docente, conversó con OPINIÓN respecto a su vivencia personal respecto a la literatura, de su obra “La furia del río” y el panorama de la literatura iberoamericana y boliviana.

P: Las jornadas literarias que se llevarán a cabo en el marco del encuentro se enfocan en dialogar sobre el análisis de la escritura como vivencia personal. ¿Cómo cree que esto se aplica a sus obras?

R: La literatura es como un recurso que uno tiene. A veces la vida misma o las decisiones que uno va tomando te llevan a ella. Me gustaba el acto de escribir desde pequeña. Tuve una época difícil de mi vida en la que la escritura se transformó en una tabla de salvación. La escritura puede ser una forma de expresar cosas que una no puede decir en otros registros o situaciones. Mi literatura está totalmente atravesada por las cosas que una vive, pero también por reflexión política, sobre todo a partir de las movilizaciones de 2000 y 2003. Pienso que nos atravesó a todos y todas en el país. A partir de ese momento se politiza más mi escritura. No solo se trata de las historias de una como persona, sino también de las historias sociales, de la memoria colectiva que se va creando en una región o país.

P: "La furia del río" aborda el manejo de poder en los pueblos del oriente boliviano ¿Cómo ha afectado su experiencia como Ministra de Autonomías a la visión o concepción previa que tenía de su obra?

R: Es una novela política. Se basa en algo que ocurrió en la vida real, pero luego se convierte en una especie de metáfora de lo que se vivía en ese tiempo. Cuando la gente oprimida alza la cabeza y decide cosas. Ese momento de irrupción, de la movilización y conciencia social, rebeldía, ese instante en que las cosas empiezan a suceder. En la novela no hay un final cerrado. No se sabe qué pasa después. Pueda que las cosas vuelvan a funcionar como antes, con el patrón, ahí como centro de todo el poder, o puede ser que se consiga la liberación. En esta historia también están entrecruzadas muchas historias personales que van definiendo a los personajes. Me parece que es mi trabajo más político. Es el último trabajo que escribí antes de ser ministra, que a partir de ese momento la escritura se vuelve mucho más esporádica.

P: Viendo el proceso autonómico que varias regiones de nuestro país han vivido en los últimos años ¿cambiaría algo en la estructura o acontecimientos de su obra?

R: No. Para nada. Cada palabra en el papel tiene su razón de ser y está ahí por alguna razón. No corrijo hacia atrás y no cambiaría absolutamente nada, porque hay una continuidad. Uno no rompe totalmente con lo que viene. Puede uno cambiar, reflexionar, adquirir opiniones diferentes, nuevos conocimientos, pero hay una línea constante que atraviesa toda la vida, y no solo en el ámbito de la literatura y del trabajo. En todos los aspectos de la vida hay una continuidad espiritual o de sensibilidad que no varía. En honor a eso no cambiaría nada de mi obra.

P: ¿Qué opina del panorama actual de la literatura iberoamericana?

R: Hay todo un sistema de marketing en la literatura, y eso a veces no nos permite ver cosas que tienen su valor, que al no formar parte del sistema no entran en esa difusión. Hay mucha buena literatura, pero también obras y autores que se quedan en las sombras, ya que no tienen esa luz del marketing y quedan sin conocerse.

P: ¿Cuál es la proyección o desafíos que la literatura boliviana debe asumir dentro este panorama que describió previamente?

R: Hace falta más difusión y que no nos cerremos en unos cuantos autores. Hace falta mucha más formación. Son pocos los círculos en los que uno puede discutir lo que está trabajando. Ese tipo de espacios son los que enriquecen y fortalecen, no solo la producción, sino también el ánimo de los artistas. En nuestro país faltan esos espacios de debate serio y formativo para los escritores.


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