sábado, 26 de julio de 2014

David Acebey: apuntes de un viejo guerrero de las letras guaraníes


David Acebey llega a la hora fijada y lo primero que pide después de saludar es que por favor no se lo fotografie para esta nota. Antes de escuchar cualquier respuesta saca de su bolso de cuero (de su autoría, uno de los tantos trabajos con los que se ha ido ganando la vida, o manteniendo con vida) un álbum con fotos tomadas por él en aquellas jornadas por las comunidades guaraníes emprendidas a finales de los 80, inicios de los 90, y ofrece una donde está, unos 25 años más joven, entrevistando al Capitán Grande Bacuire. “Es inédita, es de las pocas en las que aparezco, nunca ha sido publicada”, dice, con una voz cargada de timidez.

Al final, Acebey se sale con la suya y retratarlo, una misión siempre imposible con el escritor chuquisaqueño, es descartado. “No sé qué me pasa para no dejarme fotografiar”, menciona, como si estuviera avergonzado por esta fobia conocida en él.

El lunes, Acebey visitó algunas librerías de Santa Cruz para entregarles la buena nueva: la tercera edición de Quereimba. Apuntes sobre los ava-guaraní en Bolivia, después de 22 años. Un libro necesario para conocer la vida de las comunidades guaraníes en el país y que significó un trabajo de investigación enorme para el autor cuando lo publicó por primera vez en 1992 (y el fruto de esas travesías mencionadas en el primer párrafo fue gratamente recibido a nivel nacional); pero además de esta nueva edición, Acebey llevaba consigo una secuela de esta obra:
Amandiya. Apuntes sobre los ava-guaraní en Bolivia y algo más. Ambos libros (publicados por su propia editorial: La Chiva Mora)recogen entrevistas, historias, fotografías y cuentos de este pueblo, testimonios de vida de una etnia legendaria.

De nuevo en la ruta
Una vez publicada la segunda edición de Quereimba, ese mismo 1992, Acebey decide alejarse del mundo de los guaraníes. Luego vio la necesidad de una tercera edición, pero esta vez resultó muy difícil de concretar. En 2004, Acebey fue invitado por la Cruz Roja Suiza a mediar en un problema entre la comunidad Tentayape y una empresa petrolera. Una vez solucionado el conflicto, el escritor chaqueño consiguió llegar a un acuerdo para que la institución helvética le financie la ansiada tercera edición. “Jamás me sentí tan rico en mi vida”, cuenta Acebey. Firmó contrato por un año; con el dinero recibido se compró un vehículo para hacer nuevamente el recorrido por las comunidades guaraníes. Ya no podía hacer el mismo viaje que hizo más de dos décadas atrás, atravesando el país montado en mulas o yendo a pie.

Después de dos años trabajando en el nuevo libro, el trato con la Cruz Roja feneció y Acebey no tenía el libro listo. “En realidad, he tardado más de 10 años por todo, porque igual antes de que entre a la imprenta uno mira esto y lo otro”, aclara.

Hacer la tercera edición en un año hubiera sido fácil, solo hubiera tenido que transcribir las grabaciones, pero Acebey quería un trabajo honesto, “si el arte no interviene no sirve”, comenta.

Cuando quedó sin financiamento, la meta era no perder el automóvil que le permitía visitar las comunidades. Ahí empezó a buscar ‘platita’ por aquí y por allá, siempre pensando en mostrar algo que pueda servir. Incluso se animó a enviar su cuento El último sapucai (después de 11 años de borrar y escribir) al Premio Nacional Franz Tamayo, donde obtuvo el segundo lugar. “Yo quería la plata para seguir escribiendo estos libros. Quería estar tranquilo con el pago del alquiler”, explica.

Un nuevo mundo
Acebey cuenta que hubo un llamado, ahí supo que tenía que escribir Amandiya, que una nueva edición de Quereimba no bastaba. El iya (dueño, protector) de Amandiya lo buscó y don David tuvo que seguirlo (“¿qué me dirá la gente cuando escucha esto?”, se pregunta), y Acebey dice que sufrió mucho, porque el Iya de Amandiya le pide que haga el libro, pero no le dice cómo, más bien, le crea condiciones muy duras. “El iya a veces te pone al borde del suicidio. Recién estoy levantando un poquito la autoestima. Estos últimos cuatro años he estado muy en la lona a causa de estos libros. Además de los complejos de burro que uno tiene”, habla Acebey, mientras una risa nerviosa completa sus palabras.

En todo este tiempo han habido grandes cambios en las comunidades guaraníes, más allá de que ahora la gran mayoría sea libre, tengan celulares e internet. “Nosotros hemos tumbado a los patrones y ahora queremos tumbar a las ONG. No queremos depender de ellos”, dice uno de los testimonios en Amandiya.

“Cuando hice Quereimba vi que era medio fácil mostrarlos. Estaban los malos que eran los patrones y los buenos, que eran los peones, todo entre comillas, por supuesto. No habían ONG, ni petroleras. No habían dirigentes, ni palabras como ‘organización’ y ‘proyectos’. Pero después se ha vuelto más compleja la cosa, hay dirigentes buenos y hay dirigentes que están con el sector conservador, con la gobernación. Hay dirigentes que están con el MAS. Hay dirigentes honestos y menos honestos”, comenta Acebey.

Sobre esos cambios, el autor del cuento El chalán loco, prefiere que sean los jóvenes guaraníes los que escriban, la verdad la tienen ellos. Es así que para Amandiya incluyó el Taller de
Alborotadura Juan Añemoti, un manual de escritura específicamente dirigido a los escritores ava en formación. “Ellos tienen que decir eso, para mí es muy difícil. Es otra cosa, y tienen posibilidades. El guaraní es un idioma lindísimo, yo sé muy poquito, pero se lo puede escuchar sin entender, es muy musical”, expresa.

Las facetas de don David
Acebey, próximo a cumplir 69 años, es un sobreviviente de golpes de estados y de exilios. Cuando tuvo que agarrar armas para defender la libertad no lo pensó. Así fue como pudieron llevar adelante el Semanario Aquí, junto a sus compañeros Luis Espinal y René Bascopé, que se fueron antes de tiempo. También ya dejaron este mundo Domitila Chungara, Jesús Urzagasti y Antonio Miranda, con los que compartió una vida.

Fue en el semanario, en el que Acebey era el fotógrafo, donde Espinal lo animó a escribir, algo que había hecho por primera y única vez en Argentina, cuando estando en la zafra azucarera, fue detenido con un grupo de bolivianos y en la celda, reprodujo en forma de un poema lo que decía uno de los reos.

Llegó a formar parte de las guerrillas brasileñas que combatían la dictadura militar en los 70, junto a la actual presidenta Dilma Rousseff, aunque ella estaba en un escalafón más alto, aclara.
Fueron tiempos de locura y de muerte. Se sentía perseguido y se escondía (de ahí le quedó el temor a ser fotografiado). Recuerda la vez que estuvieron a punto de ser fusilados en una caballeriza, durante la dictadura de Luis García Meza y junto a Carlos Soria y Hernán Ludueña juraron, con la cara enterrada en excremento, escribir cada uno un libro si salían vivos. Vivieron y escribieron.

Ahora es un creyente en este proceso de cambio y en la “inteligencia superior” de Evo Morales y Álvaro García Linera para llevarlo a buen puerto.

El escritor
Y así, con grandes cuentos escritos, Acebey ni por asomo se considera un buen escritor (“escribanito, nomás”, dice), pero siempre estuvo y estará en esta otra lucha, no para ser reconocido ni ser famoso, sino porque le gusta escribir y quiere que sus historias salgan como desea. Y todo eso cuesta. Y ha llorado, don David, pero no por falta de apoyo (“la cultura es para guerreros, no para llorones”, le decía su amigo ‘Toño’ Miranda. Aunque alguna vez sí, confiesa), porque no sale el pinche cuento, la maldita novela.


Ahora está tranquilo porque el iya de Amandiya lo dejó y puede atender otros demonios

Cómo cumplir con el Iya sin perder la cordura
El autor a veces no es nadie frente al iya, el protector del libro, el dueño verdadero del libro. Qué se yo quién será. A veces yo digo que es Dios. Hasta Borges decía “mis textos me son dados”. El iya rechazaba Quereimba, no podías meter nada. Y eso uno no va a explicar a una persona que no está en ese mundo, a una financiera que saca cuentas, pero traté de explicarles y decirles “es imposible, no entra. Voy a tener que hacer otro libro”.

Cuando empecé a trabajar en Amandiya, tampoco sabía cómo hacerlo. Me llevó harto tiempo, fue una pelea interna conmigo mismo y ese ser superior, ese iya. El iya te crea conflictos, te bloquea.


Creo que el iya concibió Amandiya el día que murió mi padre. Es decir, para que exista Amandiya y Quereimba primero he tenido que matar a mi padre. Mi padre era un hacendado, mi abuelo el más rico de la zona. Se presentaron situaciones. Mi madre se une a un señor que vino por acá. Luego él, mi padrastro, llega hasta a mandarme a la Argentina, es decir, hasta el mismo lugar donde los guaraníes se estaban escapando, para trabajar como zafrero. Parece que me manda a ver cómo viven ellos. Es una persona de mi familia que me manda así. Era un poco malo.

Yo no odio a nadie por si acaso, pero ahora le agradezco, o sea, si él hubiera sido una buena persona, no hubiera habido ni Quereimba ni Amandiya.


Él me bota hacia ellos y ellos me aceptan porque nunca se le podía levantar la voz al hijo de un patrón, pero cuando los peones se dan cuenta de que yo no era un hijo de un patrón en el sentido exacto de la palabra, entonces, ya era de igual a igual, me podían dar un puñete. Hemos peleado, pero también nos íbamos a cazar, nos íbamos a pescar, a hondear, y en la juventud ya compartimos el primer bolito, el primer traguito, todo esto se ha vuelto favorable.

Yo le he robado cientos de horas a mis hijos por seguir a mis demonios. Si volviera el tiempo quizás no lo volvería a hacer. Los demonios son terribles. Te haces adictos a ellos y te hacen hacer cosas terribles. Uno hace sufrir a mucha gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario