domingo, 30 de junio de 2013
Otra feria del libro en Santa Cruz, ¿y la lectura?
Lectura. Instrumento del proceso cognoscitivo de determinadas clases de información o ideas contenidas en un soporte y transmitidas mediante algún tipo de código, usualmente un lenguaje visual, táctil o auditivo, que permite interpretar y descifrar el valor fónico de una serie de signos escritos, ya sea mentalmente o en voz alta.Ley del Libro y la Lectura Óscar AlfaroEn Santa Cruz se vive con especial entusiasmo la llegada de las diversas ferias que engalanan el año de esta bella ciudad. La Expocruz, por ejemplo, la paraliza todo en septiembre. La Feria del Libro no tiene el mismo lugar acaparador en las preferencias de la ciudadanía, pero despierta atención y promueve vida social en un espacio diferente, con los libros que pasan a ser un poco el decorado de la ocasión.
Es posible que esta última afirmación despierte una mirada chueca en algún miembro de la Cámara del Libro, pero no tiene el objetivo de enemistarse con nadie.
Veamos. La última Feria del Libro cruceña se realizó entre mayo y junio recientes. El periódico La Razón publicó una nota informando que asistieron 116.000 visitantes en esas dos semanas. Fantástico. Jorge Luis Rodríguez, presidente de la Cámara del Libro, se sintió complacido con la cifra, que establecía un nuevo récord. “Teníamos varios objetivos para este año y logramos cumplirlos todos. Se puede decir que cada nueva versión de la feria representa un éxito más grande que las anteriores ocasiones”, señaló a modo de balance inicial.Analfabetismo. ¿Pero se puede decir que por esa Feria del Libro la gente lee ahora más en Santa Cruz? Más importante aún, ¿acaso han aprendido a leer mejor lo que leen? Porque no basta con decir que se conoce el alfabeto para decir que se lee. A decir del desaparecido Jesús Urzagasti, existen dos, uno es el analfabeto a secas, el otro es el analfabeto funcional. El primero nunca tuvo las posibilidades de acceder a educación; el segundo es el que no lee porque no le da la gana, aunque haya ido a la escuela e incluso se haya enrolado correctamente en la maquinaria social.
Los institutos que venden paquetes para leer más rápido, o captar más palabras por segundo, podrán hacer su agosto creyendo que ellos tienen la fórmula para la lectura. Pero sus afanes les son ajenos a los organismos entrenados para la ficción. En realidad el agosto lo hacen los libreros y las editoriales, y de manera completamente válida, puesto que arman su plataforma de negocios como se hace en cualquier otra industria.
Lo que sí sería conveniente es diferenciar entre las ferias que organiza la Cámara del Libro, que equivocadamente se apellidan “del Libro”, y otras plataformas que realmente se ocupen de la lectura como formación ciudadana. En realidad, lo que siempre vemos son festivales de las editoras, de los libreros y las imprentas, y en Santa Cruz también del periódico El Deber. Porque si se tratara de fomentar la lectura, sería muy distinto. En ese caso se pensaría primero en el lector; en los Festivales de las Editoras sólo se aprecia al consumidor y el libro es de repente mera mercancía. Lo decía así Jesús Urzagasti cuando criticaba la encapsulación del aliento mágico del libro en favor de su impulso comercial: “el libro viene con el prestigio del antiguo hechizo de la lectura pero pierde el aliento y se desmorona entre tantos intermediarios, fríos y desconocidos”.
Puede esto constatarse cuando una librería bastante elitista, por sus precios, como El Ateneo de Santa Cruz, anuncia que poblará su stand con un nutrido número de ejemplares del último libro de conspiraciones de Dan Brown como oferta central. Un sello editorial como Comunicarte también aparece haciendo noticia por sus ventas durante la feria, pues promociona “el nuevo “bestseller de Bolivia”: Manjar para el corazón del adolescente. Pero no es todo esto motivo de queja o lamentación, simplemente cabría hacer diferenciaciones. Frente al Festival de las Editoras podríamos los demás construir un espacio alternativo que se llame Bienal del Libro. (¿Dónde están los escritores independientes, que en la Feria del Libro fueron devorados por la maquinaria editorial?).Una bienal. La intención de organizar una Bienal de la Lectura sería intervenir efectivamente el espacio social donde se realice. Debería servir para realizar diagnósticos del estado de la literatura de la ciudad. No quedarse en la presentación de las novedades, sino rumiar también lo valioso que pasa desapercibido. Enseñar que leer no es una sola cosa, más bien que existen prácticas de lectura múltiples, unas cargadas de tristeza, otras rebosantes de un deseo inagotable de conexiones. Que leer no es descifrar lo que otro quiso decir, sino encontrar nuestras relaciones contemporáneas con tal o cual libro; y crearlas si es necesario.
En esta Bienal de la Lectura no nos preocuparíamos por las estadísticas, ni por acumular expositores. Se instalarían espacios grandes con asientos cómodos para que los lectores puedan cortejar al libro de su preferencia, sin que el vendedor esté encima para apurar la compra. ¿Han visitado la librería Ateneo de Buenos Aires? Porque para salir a la caza de un libro debe uno ponerse en estado de ánimo, centrar un poco los sentidos, y comenzar a hojear. No es lo mismo que ir a una feria de calzados o artesanías para el hogar.
En todo caso, no se trata de pedir que desaparezcan las mal llamadas Ferias del Libro, que organiza la Cámara del Libro. Simplemente hay que constatar que su formato es insuficiente para decirnos algo sobre prácticas de lectura. Que cumple su función en cierto nivel, pero después deben crearse espacios posteriores. Pues una Feria del Libro muchas veces capta la atención de alguna gente por el acto de leer, pero no se trata de que lean cualquier cosa y de leerla como sea. Se debe hacer también un trabajo para encauzar ese interés despertado por la lectura en los ciudadanos de todas las edades.
Finalmente, recuérdese que la Feria del Libro cruceña estuvo marcada por la reciente aprobación de la Ley del Libro y la Lectura Óscar Alfaro, donde se precisa un concepto de la lectura opaco, demasiado burócrata, que citamos en el epígrafe. Una norma a la medida de sus ferias. Pero nadie se acordó de hacer algo por el escritor. Ni se puso una medida definitiva contra la piratería en nuestro país, ni se tocó siquiera el tema de los pobres porcentajes que conceden las editoriales a los escritores por publicar sus libros con ellos. El festín es de los intermediarios, por ahora. El banquete del escritor(a) y los lectores pasa por una complicidad de músicas por venir y comunicaciones silenciosas.
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