No es extraño que nos encontremos con obras cuyos autores afirmen haberlas escrito “a cuatro manos”; de hecho así lo hacen Valentín Abecia López y Alfonso Gumucio Dagron; el primero dice que su “Memorandum sobre el mar” (2011), lo escribió con su padre, el historiador Valentín Abecia Baldivieso; en tanto Gumucio Dagron, nos dice que “Descenso”, el último cuento de su libro “Cruentos” (2012), lo escribió con Carlos D. Mesa Gisbert. Pienso que el símil –adecuado o no– está en dos pianistas que ejecutan una pieza simultáneamente en el mismo instrumento; a pesar de que en la obra escrita por dos autores son dos las manos que intervienen y tampoco lo hacen simultáneamente, han preferido decir “a cuatro manos” y no “a dos”. Ahora bien, el miércoles 15 de mayo, los herederos del grupo SSADICC (Sociedad Simenoniana Amateur de Investigaciones Criminales Cochabamba) presentaron “El misterio de Portales”, novela policiaca escrita por una inusual cantidad de manos, razón por la cual, en la contratapa del libro, prefieren llamarla: “novela conjunta escrita entre amigos reunidos para imaginar, leer y beber”, Como fuera su denominativo, lo cierto es que, después de más de medio siglo, por fin los primos y pares que celebraron el nacimiento de su novela el 27 de diciembre de 1956, ahora tienen su obra impresa. “El misterio de Portales” fue cobrando vida, a lo largo de muchos años, como homenaje al Comisario Maigret, célebre personaje de las novelas policiales de Georges Simenon (1903-1989), escritor francés. Demás está decir que esos circunstanciales narradores eran fervientes lectores de las novelas de Simenon y que, de algún modo, procuraban emularlo, metiendo al Comisario en tierra valluna, además de matizar su relato con algunas oraciones en francés. Lo paradójico es que nunca dieron por concluida su novela, de ahí que tampoco intentaron publicarla; así, la mayoría de esos autores se fue ausentando, algunos para nunca más volver; entonces, afortunadamente sus hijos y tal vez también sus nietos, decidieron que saliera a la luz pública. Y aquí está esa obra, al alcance de todo lector de novelas policiales; claro que todavía se aguarda el toque final de Maigret, para dar con el responsable de sus investigaciones; desde luego que, para fortuna del lector, las pistas que sigue son seguras, a pesar de la enorme cantidad de sospechosos.
Si bien todo comenzó como un pasatiempo de fin de semana, congregando a catedráticos, oficinistas, funcionarios, industriales, notarios y profesionales liberales, especialmente abogados, con el tiempo ese juego se constituyó en un reto imaginativo, que fue cobrando mayor relieve entre sus ejecutores.
Desde luego que se advierte que cada uno de esos circunstanciales narradores se divertía complicando la trama para el que le seguía; así los registros de su intervención iban cobrando un interés singular, muy propio de la novela policial; entonces, lo que cuenta es la imaginación con la que cada uno de ellos sorteaba el problema, a la hora de redactar su parte. No sé a ciencia cierta a cuál de ellos se le ocurrió ponerle el título de “El misterio de Portales”; tampoco quién fue el que la comenzó; sin embargo, es probable que fuera el dramaturgo y narrador Renato Crespo Paniagua o, tal vez, el inolvidable Cachito d’Avis, por sus chispeantes ocurrencias; además de culto era bastante cuidadoso en el manejo del lenguaje, al igual que Antonio Terán Cabero y Héctor Cossío Salinas que, a decir de Werner Guttentag, amigo y confidente de este último, se deleitaba imaginando las secuencias de esa novela. Y no sólo eso, sino que Cossío Salinas había empezado a escribir su propia novela, de la que luego habló con Alfonso Gumuicio Dagron, en sus “Provocaciones” (1977).
Alguna vez, Coco Cossío me comentó la singularidad de escribir una novela de intriga y misterio, junto a otros autores; también me explicó la hermenéutica de su trabajo. Cada autor procuraba dejar al siguiente en una parte de difícil solución; pues ahí estaba el reto para el siguiente narrador. Trabajaban los fines de semana, así que tenían cinco o seis días para ingeniar su intervención.
Tuve la fortuna de conocer a Héctor Cossío Salinas en 1958, en casa del poeta Jaime Canelas López. Era el brillante organizador de eventos literarios, liderizando el grupo que, a partir de la segunda generación de Gesta Bárbara, conformaría la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Bolivia. En 1963 fue galardonado con el Premio Nacional de Poesía, por su “Posada de los sueños” (1964). Don Augusto Guzmán le dedicó una merecida semblanza, con el título de “La amistad no es sólo un símbolo” (1994). Nunca más Cochabamba vivió en sus plazas y avenidas la efervescencia que esos poetas y narradores despertaron con sus actividades culturales; entonces, ¿cómo no iba a darse la iniciativa de que un grupo selecto se propusiera escribir una novela colectiva?
En las páginas de “El misterio de Portales”, se advierte el entusiasmo con el que trabajaron sus autores. No se trata una obra diseñada con rigor clásico. No podía serlo por la forma como se la concibió, pero lo importante es que cobró vida y se hizo realidad con el aliento imaginativo de cada uno de sus narradores. El largo tiempo de su redacción se marca, inclusive, con la presencia de otros autores que se fueron incorporando a lo largo de su trayecto. Maigret es el eslabón de oro que los une en sus 16 capítulos. Tanto el principio como el final de esta obra son inciertos. El que la abrió sólo sabía lo que él iba a decir, aunque tenía una idea de lo que se trataba; el siguiente, buscaba hilvanar sus secuencias, procurando que su parte no decayera en interés. Me imagino que no siempre se ocupaba de un capítulo íntegro, por las variaciones estilísticas en su forma de redactar. Existen secuencias bien definidas y elaboradas, mientras otras se muestran vacilantes con el manejo del lenguaje. Los menos experimentados son fáciles de identificar, pues tienden a usar constantemente los puntos suspensivos. Hay partes poéticas en la ambientación de sus secuencias. Deduzco que eran los poetas los que escribían. Con todo, “El misterio de Portales” es una obra divertida que estoy seguro agradará a sus lectores.
“En las páginas de ‘El misterio de Portales’ se advierte el entusiasmo con el que trabajaron sus autores. No se trata una obra diseñada con rigor clásico. No podía serlo por la forma como se la concibió...”
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