lunes, 17 de junio de 2013

Artículos que quedan entre páginas de libros son tesoros históricos

En una carta, un hombre -cuya identidad se desconoce, pues se perdió la hoja con su rúbrica- le- informa a la Señorita Cayetana que rompe su compromiso de matrimonio con ella porque la vio platicando con otro caballero. Una hoja con esa historia fue hallada entre las páginas de un libro del Fondo Conventual de Coyoacán que resguarda la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.

Además de cartas, los libros resguardan tesoros tan diversos que lo mismo pueden ser documentos, folletos, tarjetas de presentación y poemas, que monedas, alfileres, fibras de algodón y flores. A todos esos “vestigios” o elementos que quedaron entre páginas se les ha dado el nombre de testigos, que es un término utilizado en la restauración y en la arqueología.

Se trata de elementos ajenos al libro que fueron colocados por el usuario en alguna época y que ahora han comenzado a ser resguardados y conservados en varias bibliotecas del país por considerarlos de gran valor y “vestigios” complementarios de la historia del libro.

Para algunos estudiosos y bibliotecarios, los testigos arrojan mucha luz sobre la época, el contexto y permiten seguir la ruta de vida de ese libro; para otros, se trata de vestigios que aun cuando no arrojan gran información, deben ser conservados por su relación con los libros.

En México, la restauradora Martha Romero ha comenzado a publicar materiales sobre los testigos; en su artículo contenido en el libro Patrimonio documental y bibliotecología en México, “Miradas diversas”, asegura: “Con los testigos es posible recrear la ruta que ha recorrido el libro. Es posible conocer algunos usos y costumbres de las culturas por las que ha transitado y con esa información tratar de esclarecer el papel del libro dentro de esa sociedad. Podemos saber si el libro perteneció a algún personaje notable, es posible que los testigos nos revelen aspectos de su vida íntima o nos regalen algún texto o ilustración inéditos”.

Y ése es justo uno de los hallazgos mayores que han dado los testigos. Alicia Garza, jefa de servicios al público de la Biblioteca Universitaria “Capilla Alfonsina” de la Universidad de Nuevo León, asegura que entre los testigos que han encontrado en los más de 26.000 volúmenes que conforman el Fondo Alfonso Reyes “se llegó a descubrir una poesía inédita del propio Reyes, pero además hemos encontrado cartas, documentos escritos, notas, recortes de periódicos y firmas”.

CONSERVACIÓN

Sandra Martínez, egresada de la carrera de Restauración en Bienes Muebles de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH, se ha dedicado al estudios de los testigos y está por terminar su tesis de licenciatura en la que propone la creación de un Catálogo de testigos para los encontrados durante la estabilización de los libros del Fondo Conventual de Coyoacán; tiene registrados más de 1.500 testigos en 5.802 libros estabilizados en esta segunda etapa, de un total de 9.355 volúmenes.

Ella asegura que la definición a la que ha llegado es que “los testigos son los elementos ajenos al libro colocados por el usuario y que dan cuenta del tiempo; porque si veo que hay un insecto que llegó por casualidad al libro no me interesa, pero si está un ala de mariposa justo en medio del libro, se ve que alguien la puso, ése sería un testigo”.

Justo la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, junto con la Biblioteca Nacional, la Biblioteca Universitaria “Capilla Alfonsina” y la Miguel Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda, todos de México, son los espacios que tienen mayor avance en materia de conservación de archivos, pero trabajan sin directrices comunes, pues en México no existe una metodología para el registro y conservación de los testigos.

Hay distintas formas de resguardos, algunos los conservan en las páginas exactas donde fueron hallados -caso de la Biblioteca Universitaria “Capilla Alfonsina”, en México-, otros los mantienen en sobres libres de ácidos, metidos al final del libro -como lo hace la Lerdo de Tejada-, y otros los disponen en una colección aparte, identificados pero resguardados en cajas de polipropileno, mecanismo que sigue la Biblioteca del INAH.

Sandra Martínez dice que los testigos son muy diversos, ella tiene registrados muchas oraciones, dibujos, etiquetas, recibos, boletos, papeles decorados, papeles con restos de sellos de cera, tarjetas de presentación, algunas plantas, florecitas, hojas de tabaco, alfileres, fibras de algodón, plumas, cabello, fragmentos de tela y de hilos, hojas de oro y de plata, un pincel fabricado manualmente, ostias, arena secante, que era utilizada para secar los manuscritos de tinta ferrogálica.

Asegura que los testigos no son fáciles de estudiar. “Los testigos son parte de un todo que incluye la encuadernación, marcas de fuego, sellos, ex libris, etcétera. Los testigos tendrían que verse desde ese punto de vista y estudiarlos integralmente, por eso es muy importante saber de qué libro salió el testigo, tienes el contexto, de lo contrario sería como tener una cerámica sin saber de qué parte del país”.

Los testigos son materiales raros, curiosos, extraordinarios que en los últimos años han comenzado a ser vistos como parte del patrimonio documental. Se sabe aún poco de ellos, pero comienzan a ser objeto de estudio para quienes indagan en ese territorio inexplorado.

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