martes, 8 de octubre de 2013

Un texto en forma de decreto supremo



Entiendo que la cultura es el conjunto de comportamientos que revelan formas de relacionamiento entre los seres humanos, y de ellos mismos con la naturaleza.

Desde esa perspectiva, considero que el impacto y la influencia mayores sobre nuestra cultura, lo tuvo un texto cuyas ideas no se activaron en forma de libro sino de Decreto Supremo; escrito por bolivianos y extranjeros. El famoso 21060 movilizó a Bolivia en estas últimas tres décadas, primero por acción y luego por reacción.

Por acción —de una parte— cayeron derrotados los grandes paradigmas acuñados entre la Revolución Nacional y fines de los años 70 en las luchas populares. La trascendencia política de la clase obrera fue desarticulada. El proceso globalizador cooptó el rol de la intelectualidad, que huyó en estampida hacia distintos rumbos y ubicaciones.

Por reacción —de otra parte— se estructuraron nuevas acciones de resistencia basadas en interpelaciones de base cultural, como el resurgimiento en un cauce alejado de las lógicas marxistas. Alrededor de la coca como símbolo y emblema, se aglutinaron las únicas fuerzas con capacidad de desestabilizar el “orden” establecido para generar uno distinto, tal vez nuevo. La intelectualidad se despabiló aquí por un rato, y — pareciera— vuelve ahora a desorientarse.

En estos treinta años Bolivia fue primero forzada por unos a la ilusión de la “modernidad”, y más tarde autoerigida soberana desde un imaginario propio todavía en construcción. La producción cultural de este lapso fue marcada —de todas maneras— por estas dos tensiones históricas desprendidas de un escrito de alta gravitación.

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