sábado, 14 de julio de 2012

Céspedes. Guerrero y hombre de letras

Es considerado el más grande escritor nacional y uno de los mayores del continente. Dueño de una prosa descomunal que anticipó el realismo mágico, que aún no había surgido en América; es, además, uno de los personajes centrales en la historia boliviana del siglo XX. Augusto Céspedes Patzi, también recordado como el ‘Chueco’ Céspedes, nació en Cochabamba en 1904 y murió en La Paz en 1997. Al recordarse los 15 años de su fallecimiento, es evocado por sus familiares, gente que lo conoció de cerca y escritores que bebieron del inagotable pozo de su pensamiento.

Y es precisamente con El pozo, un clásico del cuento latinoamericano, que la obra de Céspedes trascendió de tal forma que se convirtió en el principal referente de los autores del Chaco. El ser partícipe de la contienda bélica entre Bolivia y Paraguay (1932-1935) le permitió plasmar su vivencia en obras como ese relato incluido en el libro Sangre de mestizos (1936), que lo escribió en forma de diario con una sobriedad y capacidad únicas para narrar los horrores de una guerra. “Para mí ese pozo es siempre nuestro, acaso por lo mucho que nos hizo agonizar. En su contorno y en su fondo se escenificó un drama terrible en dos actos: el primero en la perforación y el segundo en la sima”, dice parte del relato.
Respecto a ese cuento, el periodista y escritor Darwin Pinto Cascán se refiere al personaje principal de la historia como “un pozo que los va tragando poco a poco (a los soldados), primero la cordura, luego sus cuerpos, conforme descienden al infierno en una fatídica lucha, condenados a ser devorados por el absurdo de la guerra, por el absurdo de la Bolivia de entonces en su continua batalla contra el descalabro, contra el pozo que amenaza con tragarla, siempre”.

El ganador del Premio Nacional de Novela 2011, Claudio Ferrufino-Coqueugniot, resalta su labor periodística y, sobre todo, el trabajo de Céspedes como corresponsal de guerra para el diario El Universal, labor que le permitió, a través de sus despachos, desmitificar las victorias de las tropas bolivianas.
“Sus reportajes son duros y cruentos; en lugar de hablar de la victoria retratan la miseria del soldado. Allí se diferencia, en principio, en su labor periodística en el frente”, afirma el autor de El exilio voluntario. “Fue un escritor importantísimo, el mayor de esa generación del Chaco. Destaco su calidad literaria asociada a una plataforma de lucha social. Lo interesante es que en
Céspedes prima el literato, y no el político, a pesar de su mensaje”, complementa.

Jacobo Liberman fue su amigo muy cercano, además de redactor personal, que compartió experiencias memorables con el autor de Trópico enamorado. Para Liberman, el aporte fundamental de Céspedes en la historia de Bolivia tuvo que ver con la construcción del pensamiento que sentó las bases para la Revolución Nacional de 1952.
“Junto con Carlos Montenegro (autor de Nacionalismo y coloniaje) estableció una ideología y una teoría que se puso en práctica y se materializó en la Revolución Nacional. Además, con base en la alianza de clases enfrentó a la oligarquía colonial y minera de Simón Patiño (en el que se inspiró para escribir Metal del diablo) y compañía. Esa alianza revolucionó la sociología de aquella época y superó a las teorías marxistas sobre la lucha de la burguesía y el proletariado”, mencionó Liberman, que recuerda a Céspedes como una persona con un profundo sentido de la observación, conocimiento de la realidad y aspectos fundamentales de la historia de Bolivia. “Fue un hombre de una bondad extraordinaria, un gran amigo reconocido por las personas que tuvieron el gusto de conocerlo”, añadió.

De manera similar opina la escritora Luisa Fernanda Siles, ganadora del Premio Nacional de Novela 2006, que conoció desde su niñez a Céspedes. El autor de El presidente colgado se convirtió en su padrastro cuando se casó con Gabriela Postigo, madre de Siles. Los mejores recuerdos que guarda la escritora se remontan a la época en que vivió en París con su familia cuando Céspedes cumplió funciones como embajador ante la Unesco en Francia.
“Su garra, su sensibilidad y su inteligencia se reflejaban en su poesía y en su prosa. Para mí fue un hombre extraordinario, que aún antes de morir (a los 94 años) se seguía maravillando de las cosas, pues tenía la sensibilidad a flor de piel. Para él, un día de lluvia era hermoso y siempre se ponía del lado del más débil, del desposeído”, expresó Siles.
La autora de El agorero de sal anunció que trabaja en la publicación de un libro con los artículos periodísticos de Céspedes, los cuales fueron conservados por su madre, además que aguarda concretar antes de fin de año la organización de una muestra sobre su vida que incluya obras, objetos y fotografías de diversas épocas, material valioso que muchos no conocen.
“Tenemos una serie de telegramas de García Márquez dirigidos a Céspedes, además de cartas del presidente francés Charles de Gaulle cuando fue embajador de la Unesco. Asimismo, se han guardado diversas fotografías con reconocidos escritores como Juan Rulfo, Jorge Edwards y Alejo Carpentier. Incluso tiene imágenes con estrellas del cine, como Rita Hayworth, puesto que, algo que casi se desconoce, Óscar Céspedes fue reportero en Hollywood en los años 40”, aseguró Siles.

Por su parte, Ferrufino-Coqueugniot tampoco se olvida del aporte al pensamiento político por parte de Céspedes, que veía en el mestizaje un factor de unidad social. “Ese ideario suyo, en el que también se fundamentó el MNR, choca con la visión racial del gobierno actual, que no solo descalifica el mestizaje sino que también lo ignora. Concuerdo, aún hoy, con Céspedes, en que el mestizaje es y tiene que ser lo que nos una, algo que también preconizaba el gran José María Arguedas en Perú”, afirmó el escritor.

Perfil

Un referente de la historia de Bolivia
Augusto Céspedes Patzi, periodista, escritor y político boliviano, nació en Cochabamba el 6 de febrero de 1904. Hijo de Pablo Céspedes y Adriana Patzi Iturri, vivió su niñez y juventud en Cochabamba. Realizó los estudios de secundaria en el Colegio Nacional Sucre. Sobrino del poeta Man Césped, realizó sus primeros trabajos en la revista Arte y trabajo, donde colaboraba entre otros, Adela Zamudio. Estudió la carrera de Derecho en la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz). Contrajo matrimonio con la actriz Matilde Garvía, con la que tuvo dos hijos, Alejo Céspedes y Jilka Céspedes. Años más tarde, se casó con Graciela Postigo (madre de la escritora Luisa Fernanda Siles), con la que no tuvo descendencia.
Al estallar la Guerra del Chaco, fue enviado como corresponsal para El Universal al Chaco Boreal, donde se desarrollaba el conflicto. Debido a sus reportes, el Gobierno cerró el diario en 1935. Posteriormente, fundó el matutino La Calle en 1936, junto a Armando Arce y Carlos Montenegro. En 1942 fundó el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), junto a Víctor Paz Estenssoro, Hernán Siles Suazo, Guevara Arze y Montenegro.
Durante la larga etapa de gobiernos militares en Bolivia, se alejó de la función pública hasta 1978, cuando fue nombrado embajador ante la Unesco. Tras regresar de París, continuó publicando artículos de opinión en la prensa local. Murió en La Paz, 11 de mayo de 1997.

Nada pudo borrar su huella
Darwin Pînto Cascán | Periodista
¿Qué puedo decir sobre el que considero el narrador más grande que ha parido Bolivia? Puedo hablar tal vez sobre lo que leí de él, de lo que Roa Bastos me contó de él aquella tarde asuncena de 2002, puedo atrapar los ecos que aún hoy, 15 años después de su muerte física, siguen retumbando en el subsuelo de la memoria colectiva boliviana. Puedo un poco.
Augusto Céspedes fue un cometa que atravesó el siglo XX con tal rotundez que nada pudo borrar la huella dejada tras su paso sideral en el campo de las letras y la política. Hombre sensible pero de acción, fue el cronista que desde el campo de batalla contó al país de una manera descarnada cómo Bolivia se desangraba en las trincheras feroces de un Chaco Boreal incinerado por la metralla y excitado por el olor de la carne humana. Su labor como reportero de guerra mostró por primera vez al país el sufrimiento del soldado boliviano en el Chaco, no solo por las condiciones adversas del terreno, sino también por la ineptitud de quienes dirigían la guerra. Como todo buen periodista, fue molesto para el poder. Y eso hizo que el gobierno de entonces cerrara el diario El Universal, que había enviado a Céspedes al frente. Fruto de esas experiencias son los libros Crónicas heroicas de una guerra estúpida y su ya mítico Sangre de mestizos donde está incluido el cuento más ilustre del narrador: El pozo, comentado por Galeano en Memorias del fuego y considerado por Augusto Roa Bastos como la mejor obra de posguerra jamás escrita. “Lo conocí cuando fue embajador de Bolivia en Paraguay. Si no fuera de un país encerrado entre sus propias montañas, Céspedes habría brillado aún más”, dijo el premio Cervantes paraguayo, excombatiente como Céspedes, en una entrevista en 2002.
El pozo se va convirtiendo en un demonio del desierto que le chupa la vida a los soldados que lo cavan buscando agua (mestizos con nombre e indígenas anónimos) que pelean por Bolivia en un terreno con aura hedionda a fosa común.
La pluma del Chueco acompaña el nacimiento de la generación del Chaco y el nacionalismo revolucionario que cambiará al país y que ve en el mestizo la pieza sobre la que debe construirse la nueva nación (en contraposición a lo que hoy acontece). Hizo acción política desde el diario La Calle y con su novela Metal del Diablo (1946) denunció la labor apátrida de Patiño y las roscas mineras, fortaleciendo el nacionalismo revolucionario que impulsa junto a su cuñado, el enorme Carlos Montenegro. Don Augusto fue periodista, escritor, abogado, diputado, ministro, y también fue un hombre que se traicionó al aceptar cargos en una dictadura militar. Es que era nomás humano, pero de esa extraña clase a la que se le perdona todo y además, no se la olvida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario