domingo, 6 de septiembre de 2015

Roberto Echazú Navajas, personalidad y vivencias convertidas en poesía



Escribir sobre la vida y obra de Roberto Echazú Navajas es hablar sobre una vida vivida plenamente, y seguramente el poeta tarijeño, preguntado al respecto, diría:

“Sí, confieso que he vivido” como lo hizo en su momento Pablo Neruda. Y es que la poesía de Echazú es una poesía intensa que refleja con mucha fuerza los momentos y los instantes que van componiendo la vida del ser humano.
Instantes que nos dejan sin aliento, que nos inyectan vida y que constituyen de cualquier manera parte esencial de nuestro transitar por este mundo y que no puede ser imaginados sin pensar en la vida del poeta, en los avatares internos y externos de su tránsito por este mundo.
Roberto Echazú, ya fallecido, es denominado el príncipe de la poesía tarijeña y mencionado como uno de los mejores, sino el mejor poeta contemporáneo que acunó Tarija.
Echazú le escribía al olvido y a la muerte, según Sergio Lea Plaza, quien escribió una tesis doctoral sobre el discurso poético en el quehacer político y social para lo cual tomó como base la poesía de Roberto Echazú.
Para él, “Echazú era un poeta melancólico que extrañaba algo que se perdió, que el hombre perdió, era melancólico pero sin perder la alegría”, explica buscando definir la compleja personalidad del poeta tarijeño.
En ese sentido, creó una poesía universal, característica que lo hace muy diferente del común de los poetas chapacos en quienes se percibe el arraigo en la realidad y temática tarijeña o boliviana. “Él habla del hombre y su naturaleza, del hombre que ha olvidado que ha dejado de ser”, explica.
Y en eso radica precisamente la universalidad de la poesía de Echazú, en que él le escribió a la vida y todo lo que es inherente a ella, el ser, el no ser, el amor, el olvido, la vida y la muerte.
En un artículo dedicado a él a propósito de su fallecimiento, se refieren a Echazú como el poeta que murió de tanto vivir. “Yo lo vi en ese trance: la vida se desmoronaba sobre él en pequeñas muertes de las que regresaba en poemas”, escribe el autor del artículo, quien con certeza conoció a Echazú en su cotidianeidad pero también a través de sus poemas.
“El Roberto Echazú que conocí era, así me parecía entonces y también ahora, un ser hecho con la sustancia de las angustias. Su obra poética, se me ocurre, era el espejo en el que atisbaba sus angustias desde el reverso nocturno que lo había acogido”, señala.
Describe a Echazú como uno los grandes poetas humildes. O uno de los humildes entre los poetas grandes dando una visión de una de las dimensiones de Roberto Echazú que le hicieron ser apreciado por quienes tuvieron el honor de ser sus amigos.
Melancólico y alegre, embriagado y sobrio, humilde pero gran poeta, son algunos rasgos de la compleja personalidad de Echazú que explican el origen de su inspiración.
“Él mismo reconoció públicamente que él se inspiraba con el vino, que para poetizar necesitaba tomar vino, hay una relación importante con la embriaguez, encontramos que la embriaguez, que no sólo es producida por el vino sino por otras situaciones como un amanecer o el amor, genera una especie de salirse de sí mismo donde dejan de operar las nociones hegemónicas de la sociedad, del mundo del trabajo”, reflexiona Lea Plaza describiendo de alguna manera el modo de poetizar de Echazú.
Continúa diciendo que “es un espacio donde algunos pueden ver y sentir algunas otras cosas, sacarnos de este mundo cotidiano y meternos en otro terreno más abierto donde no operan de manera tan rígida las normas de la sociedad, donde la razón no es el eje preponderante y el tiempo tampoco. Hay otro tipo de nociones, en ese sentido, la embriaguez es preponderante para poetizar porque la poesía es crear, sentir otros mundos, cosas que no siente la mayoría de la gente”.
Para quienes lo conocieron superficialmente o más de cerca y tuvieron acceso a su intimidad pueden haber contradicciones en cuanto a la apreciación de Roberto Echazú, su personalidad, su vida y su obra que siempre serán sesgadas si no se conoce y lee con avidez su poesía.
“Existen dos lecturas, una la común generalizada medio caricaturizada de Roberto Echazú porque él que era un tipo muy chistoso con mucha chispa para hacer reír y realmente tenía chispa y esa era como una pantalla que no nos permitía ver su poesía”, dice Lea Plaza.
Agrega que luego viene una segunda lectura que es la del Roberto más profundo, meditativo, más melancólico, “el Roberto poeta”, explica Lea Plaza. “Yo creo que en el común de la gente se ha extendido más la lectura caricaturizada que es parte de la lógica de Tarija, pero él estaba más allá de Tarija, él no estaba tan afincado, el nació y murió aquí pero su poesía no está arraigada en Tarija. Él no le canta a Tarija”, detalla Lea Plaza.
Sin duda, Echazú fue un poeta auténtico con una poesía hermosa pero clara que comunica sus experiencias de vida y las de su entorno que tienen como base al hombre, sus dudas, sus miedos y por qué no, sus esperanzas. Una poesía universal válida no solo para su generación sino para las anteriores y las postreras.

Su humildad
Su obra poética, de acuerdo a quienes lo conocieron, era el espejo en el que atisbaba sus angustias desde el reverso nocturno que lo había acogido. Con timidez y modestia. Sin proponérselo, fue uno los grandes poetas humildes.
Sus amigos más cercanos lo recuerdan, incómodo y tratando de pasar desapercibido en su butaca de Casa de las Américas, escuchar el excepcional elogio que hizo de su obra Roberto Fernández Retamar ante un auditorio compuesto por lo más granado y exigente de la intelectualidad y el arte cubanos. Y sobreponerse luego para dar lectura a algunos de sus poemas con una voz casi inaudible que obligaba a los asistentes a inclinarse hacia delante porque nadie quería perderse ni una sola de sus palabras.
Recuerdan el rubor en sus mejillas cuando les contó que había sido invitado a Madrid para asistir al lanzamiento de unos de sus poemarios y a un acto especial en su homenaje.
Echazú pertenece a la generación convencida de la defensa de la dignidad de la poesía como quehacer espiritual. Lejos de posiciones teóricas, está la convicción de una búsqueda de autenticidad que lo confirma con su reescritura. Los entendidos afirman que “Se trata de un poeta sin artificios, de la vertiente clara, pero profunda, que comunica una experiencia de vida a través de una lectura sensible de su entorno, en cuyo centro está el hombre grande en su dolor y su duda”.
En su último poemario, la analista Rosario Quiroga incluye los siguientes comentarios: “La poesía de Roberto Echazú, al atravesar profundidades secretas, es la posesión del espacio iluminado, transparente, donde convergen diferentes emociones de rigor poético que alcanzan razones inimaginables entre lo imposible y lo permitido”.
Entre muchos aspectos de profunda calidad humana, es preciso destacar la entrañable amistad que mantuviera con poetas de todas las edades, y un delicado sentido del humor que da para recopilar libros enteros.
El año 1979, en las huertas de la vecina población de San Lorenzo organizó juntos el primer Anti-congreso de Poetas, llamado así por no estar sujeto a agendas, temarios ni resoluciones. Allí se reunieron en señal de velada protesta a degustar la esencia de parrales y “ambrosía” al pie de la vaca, departir entre amigos y leer despreocupadamente poesía sin emitir criterio alguno sobre la “situación” política ni los gobiernos dictatoriales que entonces se habían enseñoreado del país.



Vida y obra de Roberto Echazú Navajas

Roberto Echazú. Nació en Tarija en 1937 y falleció en la misma ciudad el domingo 8 de abril de 2007. Fue codirector de la revista de cultura Sísifo (Córdoba, Argentina, 1959 – La Paz, Bolivia, 1964). Le fue otorgada la Faja Amarilla de Distinción, por la Municipalidad de La Paz a su obra Akirame, como la mejor producción literaria del año (1966).
En 1984, integró el Jurado del Premio Casa de las Américas. De 1989 a 1992, desempeñó funciones diplomáticas en Cuba. Su nombre figura en Antologías de América. Es autor de un ensayo (Campero Echazú: poeta de la tierra y el árbol, 1977) y de doce libros de poesía: 1879 (1961), Akirame (1966), Provincia del Corazón (1987), Morada del Olvido (1989), Sólo Indigencias (1989), La Sal de la Tierra (1992), Gabriel Sebastián (1994), Humberto Esteban (1994), Camino y Cal (1997), Inscripciones (1997), Umbrales (1998), Memorias cercanas (2000), Memorias Recurrentes (2002), Cercas de Soledad (2003) y Sobre las Hojas del Otoño (2006). Además de una antología publicada por el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), Madrid, 1990, que abarca su obra poética hasta 1989. Toda su obra fue reunida asimismo en 2001 en el volumen Poesía completa.



LETRAS: Dos poemas del príncipe de la poesía

Y sólo cayeron cenizas
Limbania
me contó
que estaba
muerta
y
yo también
le conté
que estaba
muerto.

– “La historia
es siempre
la misma–
unos primero
y
otros
después”.

Nuestras
manos
se juntaron
y
sólo
cayeron

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Los primeros pasos del olvido
Tú que sólo
conociste
los gramófonos
y
las tiendas
sin luz
–te contaré
que aquí
en la tierra
las cosas
han cambiado
mucho.
O
quizás
lo sabes
mejor
que yo.
Recuerdo
la juguetería
que salía
de tus manos
y
las aureolas
de plata
que guardabas
en los viejos
baúles:
–depósitos
de Dios
que sólo
tú conocías.
Entre
tus brazos
aprendí
a dar
los primeros
pasos
del olvido

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