miércoles, 14 de diciembre de 2011

Dos poemarios salen a la luz Banquetes poéticos

Los poetas Mónica Velásquez y Fernando van de Wyngard ofrecen a sus lectores la tinta fresca de un contenido filosófico.

Miradas que observan los misterios de la vida habitan en la poesía de Mónica Velásquez y de Fernando van de Wyngard. Ambos escritores estrenaron sus versos ayer en la Sala multifuncional del Espacio Simón I. Patiño. Velásquez presentó su quinto libro, La Sed donde Bebes, que reflexiona sobre la vida y la muerte. Mientras que Van de Wyngard presentó su extensa obra, aún inédita, La última (es)cena, que reúne escritos de la última década en su producción literaria.
Mónica Velásquez: entre la vida y la muerte. La destacada poeta navega en la travesía que la persiguió desde su primer libro. La muerte es indagada como un misterio insólito y cautivante en su escritura. “Es la culminación de un proceso. Desde mi tercer trabajo, El viento de los náufragos, hice un quiebre en este tópico, que sin duda termina de desarrollarse mejor en La Sed donde Bebes”, destaca Velásquez. Dos fuerzas se inscriben, luchan y se encuentran: la vida y la muerte. Tánatos y Eros son una tensión que equilibra el cosmos. “Hay un principio constructivo que es vigoroso y uno destructivo que es letal. En el medio de ambos hay un nacimiento, un movimiento restaurador”. Entre la vida y la muerte hay un lugar de reconstrucción, donde “las palabras nos curan”.
Lenguaje. Velásquez siempre se da un descanso de dos a tres años antes de comenzar un nuevo libro, de modo que su lenguaje tenga tiempo de renovarse. “Veo ahora una tendencia más luminosa y conciliadora en mi obra. Hay una voz molesta que no cabe en el mundo ni en la sociedad, pero también hay otra vital que emerge como un nacimiento”, cuenta Velásquez, y afirma que su lenguaje es ahora más contundente.
Fernando Van de Wyngard: la extrañeza. Su obra es una trilogía ambiciosa. Esta entrega no es gratuita: viene con una indagación hacia el lenguaje, en un manejo intencionado de la puntuación. Comas y paréntesis dibujan el sentido de cada poema. “Hay una voluntad de forzar el lenguaje hacia lugares donde yo mismo me sienta extraño”, comenta Van de Wyngard. Colocar la poesía en el límite del lenguaje es un desafío que ha explorado como manejo verbal. “En el primer libro hay un vaciamiento del Yo, de la voz individual e íntima. En el segundo y el tercero trabajo la respiración”, recalca.
La respiración, la pausa, es el ritmo de escritura del autor chileno. Esto hace que la lectura de su obra sea una experiencia más visual que sonora.

3 partes componen La última (es) cena, la trilogía poética del autor chileno Van de Wyngard.

4 libros, Tres nombres para un lugar, Fronteras de doble filo, El viento de los náufragos e Hija de Medea, escribió antes.

Las frases

“Entre la vida y la muerte hay un lugar de nacimiento donde el lenguaje de la poesía es capaz de sanar y restablecer todo”.

Mónica Velásquez

“Mis tres libros no responden a un orden. La búsqueda de lo sagrado es el mismo sendero, que es señal de un deseo”.

Fernando van de Wyngard

Un enigma llamado dios en la obra de van de wyngard. El creador es un signo de interrogación en la obra del poeta chileno. “El tema de Dios me inquieta, me atrapa, me sobresalta y me provoca una necesidad de buscarlo”. El silencio de Dios es la huella tras la cual viaja el escritor en un mundo vacío. “Nosotros admitimos a Dios, pero al mismo tiempo tenemos una imposibilidad de consagrarlo. En esta sociedad pagana él nos hace falta y es posible traerlo de regreso”, constata Van de Wyngard. “Mi escritura vuelve una y otra vez sobre la misma ausencia y la cuestiona también”.
La mujer. En los versos del autor, esta figura es similar a la ausencia de Dios. Es, a su vez, la nostalgia de un orden y de una unión amorosa con el universo. “Mi lenguaje es el síntoma de una agonía que llega hasta sus últimas consecuencias para descubrir cada vez algo nuevo e interesante”, señala el escritor chileno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario