lunes, 19 de septiembre de 2011

Poesía entretejida La palabra que rehúye

Inauguramos Poesía entretejida, espacio dedicado a la lectura de poemarios clave de nuestra historia, con la de Castalia bárbara.

Hay poemas que crean imágenes tan bellas y potentes mediante palabras que tal parece que estaríamos ante el cuadro de un talentoso pintor. Si es que se puede hacer este tipo de relación tan directa entre pintores y poetas, se podría decir que Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933) es el mayor pintor flamenco de las letras bolivianas. Los pintores flamencos y holandeses del cinquecento (siglo XVI) desarrollaron un estilo pictórico conocido como el claroscuro, estilo que consiste en la utilización de fuertes contrastes de luz y de sombra en sus cuadros para resaltar ciertos elementos. Su aplicación más radical se denomina tenebrismo. Una traducción de esta técnica a las letras sería el libro de Jaimes Freyre Castalia bárbara (1899), primer poemario de este escritor que explora la mitología nórdica y que lo coloca, junto a Rubén Darío y Leopoldo Lugones, entre los primeros exponentes del modernismo literario en Latinoamérica.
Ahora bien, si se revisan los 13 poemas de Castalia bárbara teniendo en mente este estilo pictórico, se notarán grandes similitudes. Lo primero que hay que destacar son los contrastes pictóricos en las imágenes casi plásticas:
“El Pastor apacienta su enorme rebaño de hielo, que obedece -gigantes que tiemblan la voz del Pastor.
Canta Lok a los vientos helados que pasan, y hay vapores de sangre en el canto de Lok”.
El purísimo blanco del hielo del paisaje es salpicado y contrastado por tintes rojísimos del canto guerrero de Lok. Se nota el contraste entre colores, silencio y canto, hielo (solidez) y vapor (inconsistencia). O esos cisnes, del poema I, de “Crespas olas que las nubes oscurecen/ con sus cuerpos desgarrados y sangrientos”. En fin, son luces y sombras, son blancos y rojos, que se contrastan en la imagen, que nos hacen descubrir un blanco más blanco, un rojo más rojo, una luz más brillante, una noche más profunda.
Por otra parte, la musicalidad en los poemas de Castalia bárbara puede percibirse claramente. El mismo Borges manifestó no entender el poema “Siempre” y sin embargo admirar su ritmo y musicalidad, que destacaba continuamente. Pero, aparte de una sonoridad trabajada desde la fonética de las palabras y la composición de los versos, existe una musicalidad conceptual, semántica. A lo largo de todo el poemario se repite constantemente la idea de un ruido estrepitoso que se enfrenta al silencio más profundo: “Canta Lok en la oscura región desolada”. El concepto de ruido, en este caso el sonido del canto de Lok, contrasta con el silencio de “la oscura región desolada”. El himno del guerrero es más poderoso en un paisaje silente. El enfrentamiento de ruido y silencio encuentra su clímax en la batalla final de las fuerzas que se enfrentan en el último poema: un “Dios silencioso que tiene los brazos abiertos” frente al ruidoso y terrible Thor que va derribando la selva mientras blande su maza.
Pero estos contrates no se quedan en el paisaje, sino que se proyectan hacia otros territorios. Esas hadas de “rubias cabelleras luminosas” del poema VII, que se acercan a la pálida e inerte virgen y con un beso hacen que “en los ojos apagados de la muerta” brille la mirada, muestran el contraste de vida y muerte. Conceptos antagónicos, estos de vida y muerte, podrían resumirse en la imagen del guerrero bárbaro del poema “Los héroes”, que está en medio del fragor del combate, en lucha violenta, desparramando una vitalidad espantosa.
“Por sangriento ardor estremecido, hundiendo en su corcel el acicate lanza el Bárbaro en medio del combate su pavoroso y lúgubre alarido”.
Al mismo tiempo, el bárbaro tiene una herida en el pecho, signo de una próxima y definitiva muerte, parálisis de todo movimiento, de toda vida. En esa descripción del guerrero está resumida la tensión entre vida y muerte, cristalizada en una misma figura. Esta imagen mantiene vigente el contraste de los conceptos antagónicos que coexisten en ella, aunque lo hace de manera armoniosa: en guerra pero en paz. Este efecto se logra a través del claroscuro y del tenebrismo de la pintura flamenca.
Quizá el pertinente uso de esta técnica se deba al tema central del poemario. La lucha de la figura de un “Dios silencioso que tiene los brazos abiertos” es una imagen que bien podría relacionarse con el Dios cristiano en lucha contra los dioses de la mitología nórdica. El poemario, entonces, enfrenta estas dos figuras antagónicas, las hace luchar con sus propias armas, el silencio y el canto, el movimiento y la pasividad, la vida y la muerte. Porque la principal imagen del Dios cristiano es una imagen de muerte —Cristo crucificado, un hombre con los brazos abiertos—; en cambio y en contraste, la imagen de los dioses nórdicos está más relacionada con la lucha, el movimiento, la vida.
Así, Jaimes Freyre lleva hasta la exquisitez una de las características del modernismo más destacadas por la crítica: la búsqueda de la belleza. Lo hace enfrentando figuras desde lo que no son, desde sus contrastes, aunque al hacerlo de manera tenebrista lo que sucede es que ambas quedan resaltadas, vigorizadas, admiradas. Por más que una gane (en el último verso del último poema el que queda erguido es el dios silente), el lector no puede dejar de admirar la fortaleza y belleza de ambas.
*Estudiante de la Carrera de Literatura
13 son los poemas de los que se compone Castalia bárbara, además de un preludio en verso.

1899 es el año de publicación de Castalia bárbara, obra clave del modernismo en América Latina.

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