domingo, 18 de septiembre de 2011

Braulio Choque nació en Huari y es como un repositorio viviente de los mitos, leyendas, tradiciones y cuentos de esa región orureña.

Braulio es avaro con sus sonrisas; las regala a regañadientes, como si un estrecho gotero estuviera pegado a sus labios. A sus 28 años, este orureño anda envuelto en un aura de tristeza que sólo se desvanece cuando comienza a narrar los tiempos cuando las montañas y los ríos caminaban. “Hablaban y hasta tenían forma humana”, asegura, mientras su rostro se ilumina.

Braulio Choque Mamani nació en Huari y es —por así decirlo— el repositorio viviente de los mitos, las leyendas, las tradiciones y los cuentos de esta región orureña. Es fuente de consulta de niños y adultos por igual y sus investigaciones han llamado la atención de profesionales del país y del exterior. Braulio ha plasmado parte de ese conocimiento en dos libros que aglutinan la tradición oral de comunidades aymaras, quechuas y urus que pueblan el sur orureño. Se trata de Layra Parla (cuentos hablados o cuentos antiguos, en aymara), que se presenta en dos ediciones (2006-2010) indispensables para el rescate de las culturas de esta zona altiplánica.

Samir qarwa / Descanso de las llamas

Mama Thunupant pä wawapantix wila qullump k’aranimpix sapa maraw khä wallir sarapxiritayna, walja qarwantiw jayunt tunqunt rukasiñatak sarapxiritayna. Aka sarapxiritayna. Wali jan katt’at uraqiruw puripxiritayna.

En los tiempos antiguos, los cerros de Los Andes dice que se humanizaban. El cerro Thunupa era mujer. Ellos, todos los años, realizaban largos viajes hacia el valle con caravanas de llamas cargados de sal, con el fin de intercambiar sal por maíz. El viaje comprendía desde el salar de Thunupa hasta los valles altos de Chuquisaca.

La vida de Braulio no es ajena a las paradojas. Su mente atesora centenares de historias, pero parece ponerse en blanco cuando se trata de la suya. Por ejemplo, casi borra de su memoria el día en que una caída le condenó a vivir en una silla de ruedas. En cambio, no deja de evocar la cándida voz de su abuelo colmando sus oídos infantiles de narraciones de montañas celosas y llamas parlantes. “Pensaba que esos cuentos eran producto de su imaginación. Con los años descubrí que éstas se repetían en las voces de los más ancianos y así descubrí que eran parte de la rica tradición oral de los pueblos que habitan la región de Huari. Descubrí, también, que toda esa riqueza se estaba desvaneciendo, que con la muerte de cada anciano se perdía una página de cultura viva. Los uru murato jóvenes, por ejemplo, ya no se interesan de las tradiciones de su pueblo. Igual sucede con los aymaras y quechuas que ahora optan por otro tipo de cultura más occidentalizada”.

Marikita / La mariquita

Mä aramax mä suma waynaw uwij awatir tawaqullar phaxsi qhanan parlxayatayna. Ukat mä aramax akjam satayna.
—Aramakipaniw uñjsma, uruw unjañ munsma—
—Sapakutiw ukjam sistaxa—
—Inas akürunakax uñjaschiñani—
Ukatx tawaqux akjam satayna.
—Qharür chika alwataw pampan uñjañ munsma, janitiy jutkätax janiw mayampis u{jxitätati—

Se cuenta que una de esas noches un apuesto jovenzuelo cortejaba a una humilde ovejera. A la luz de la luna se la veía pasear. Cierta noche le dijo:
—Sólo te veo de noche, me gustaría verte de día—
—No puedo, tengo que trabajar en el campo—
—Siempre me dices lo mismo—
—Tal vez uno de estos días—
Entonces ella resuelta añadió:
—Quiero verte mañana a las 10.00 en el campo, si no acudes me perderas para siempre—

Braulio comenzó hace más de una década una cruzada personal en pos de resguardar la cultura de los pueblos andinos, recogiendo la tradición oral de las comunidades que habitan el municipio de Huari: Sullca, Chahuara, Yucasa, Cochoca… Choque se valió de sus propios recursos para recorrer su tierra y del apoyo de amigos y familiares. Asimismo, para la publicación y traducción de sus materiales (cada cuento del último libro está traducido en aymara, quechua y castellano) contó con el apoyo de instituciones como el Centro de Ecología y Pueblos Andinos y la carrera de Lingüística de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).

Sin embargo, los recursos se acabaron y esto ha obligado al joven investigador a frenar su labor quijotesca. Armado de su laptop y luchando con la lenta conexión a internet en Santiago de Huari, Braulio ha lanzado un llamado desesperado para conseguir el apoyo financiero que le permita mantener vivo el proyecto Layra Parla. “Es una tarea urgente, si no actuamos pronto, perderemos para siempre la tradición oral de esta zona del país”, sentencia, para hundirse una vez más en su manto de tristeza. Sólo recupera ánimos cuando surge la pregunta sobre la historia que más le ha gustado de las que ha recogido en estos años. Entonces sus ojos centellean, desempolva de un folder amarillo los dibujos que realizó para graficar el cuento quechua Thunupan sarnaqäwipa (La travesía de Thunupa) y entonces sus labios secos se convierten en un manantial de palabras que bañan a su interlocutor.

“Sabes, Azanaque es el dios tutelar de Huari. Él es el dueño del agua y desde siempre ha sido poseedor de una gran riqueza de oro y plata. Su pareja era Thunupa, una bella ñusta, por la que luchó con cerros como Chullasi.

Un día dice que Azanaque realizó una fiesta y encontró a su pareja con Turuloma (otro cerro) en una situación comprometedora. Le invadió los celos y empezó a pegar a Thunupa. Ella se escapó malherida e inició una triste travesía. En su huida abandonó a su hijo, Jatunllajta (una comunidad de Huari). Recorrió la ruta de Condo y la sangre que derramó se convirtió en montículos de sal (que se ubican en Wila Wila) y en Centro Yanaqe abortó a su hijo.

En Quillacas cocinó en un fogón su alimento, pero derramó quinua que hoy se ha reproducido y que es sembrada en la región. En Orinoca el cerro Wallani la refugió, le curó las heridas, pero fue descubierta por Azanaque. Se inició una batalla que terminó cuando Thunupa, con una piedra, le rompió la vejiga a su expareja. En la ruta a Salinas la leche se desbordó y de allí surgió el Salar de Uyuni, donde hoy descansa Thunupa”.

Los labios de Braulio se han cerrado, sus ojos parpadean incesantes como las alas de un colibrí. Braulio observa a sus oyentes, esperando alguna reacción. Pero todos están en silencio, todos imaginando aquel día en que los cerros caminaban.

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