Quisiera decir que por motivos de espacio no puedo
entrar en detalles sobre El preparado de yeso: Blanca Wiethüchter, una
crítica afición, nuevo libro de Marcelo Villena Alvarado, pero no es
cierto porque los motivos en realidad son de tiempo. Después de una
primera aproximación cualquier comentario queda corto frente a la
riqueza y complejidad de su trabajo: su lectura y escritura se detienen
con tanto cuidado en los detalles de aquello sobre lo que reflexionan
que serían prueba suficiente para entender su empeño en comunicar que el
arte es un hacer y que su apreciación, precisamente por el cuidado del
detalle, requiere un acto amoroso. Además de exigir una concentración
máxima en la lectura, en mi caso proclive casi siempre a frecuentes
distracciones, los ensayos de Marcelo Villena obligan a tener al lado
los libros de los que se ocupan; para la ocasión, al menos los dos de
Blanca Wiethüchter: Pérez Alcalá, o los melancólicos senderos del tiempo
(1997) y Memoria solicitada (2004). Menudo esfuerzo que, sin embargo,
al final se verá recompensado con creces.
En el
primero de sus libros, Blanca Wiethüchter realiza una “crítica ficción”
de la obra de Ricardo Pérez Alcalá; en el segundo, una biografía de
Jaime Saenz. Sobre ambos, filiados “en una tradición más larga donde las
escritura es vínculo erótico y afectivo con lo que en un principio es
su objeto” y que son el acercamiento de un artista hacia otros artistas,
va a discurrir Marcelo Villena a lo largo de su libro. ¿Qué tipo de
crítica sobre el trabajo del artista realiza alguien que es también una
artista? Para responder la pregunta, Marcelo Villena opta por lo que
George Didi-Huberman, uno de los autores con los que dialoga, denomina
“una reflexión de carácter estético” y que consiste, según las palabras
del autor francés, en “buscar, en cada obra, la articulación de
singularidades formales y de paradigmas antropológicos”. Y si a esto
añadimos la idea de “interlocución amorosa”, la manda que Marcelo
Villena conserva de Roland Barthes y Julia Kristeva, dos de sus autores
preferidos, entenderemos mejor su forma de trabajo, su “preparado de
yeso” que, jugando con algo que la propia Blanca Wiethüchter dice en uno
de sus libros, ha “descubierto una técnica que ilumina, tanto las obras
que lee como la crítica afición que ejercita”. Marcelo Villena no solo
ilumina aun más la sobras de Ricardo Pérez Alcalá, Jaime Saenz y la
propia obra de Blanca Wiethüchter, sino también, y aquí viene lo que yo
considero importante, nos permite palpare el espesor de su propio
preparado de yeso, su particular modo de leer y entender el arte.
El resultado del trabajo con la obra de Blanca Wiethüchter va a
llevarlo a decir en un momento que el “gesto” de la poeta “atraviesa y
violenta los escenarios críticos más consagrados de la modernidad”. Tal
contundente afirmación será justificada a través de un análisis con
minuciosidad de los detalles, un particular talento para encontrar
relaciones con otras obras, en especial las clásicas, un uso de citas y
paráfrasis respaldado en el conocimiento y comprensión de las fuentes a
las que hace referencia. El denso preparado de yeso, que para la lectura
impaciente podría parecer un acoplamiento arbitrario de ideas
dispersas, con el que Marcelo Villena unge de manera amorosa los libros
de Blanca Wiethüchter termina revelándose no solo en su rigurosa
argumentación, sino también en su transparente coherencia. (...)
Termino reiterando una precisa cita de Roland Barthes que Marcelo
Villena utiliza en su libro y que, creo, lo ilumina: si “fuera escritor,
y muerto, cómo me gustaría que mi vida se redujese, gracias a un
biógrafo amistoso y sin prejuicios, a algunos detalles, a algunos
gustos, a algunas inflexiones: podríamos decir biografemas, cuya
distinción y movilidad podrían viajar fuera de todo destino y llegar a
tocar, a la manera de los átomos epicúreos. algún cuerpo futuro
condenado a la misma dispersión”. Tocado así por Blanca Wiethüchter, la
biógrafa amistosa y sin prejuicios, Marcelo Villena Alvarado ilumina lo
hecho por los artistas y, a la vez con su libro, resultado de su
extraordinario trabajo, paciente, constante y sin bullicio, este
biógrafo amistoso también nos toca a nosotros, cuerpos condenados a la
misma dispersión.
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