lunes, 5 de mayo de 2014

En torno a las obras Apiaguaiqui y Kuruyuqui

Consideramos importante referirnos a algunos puntos que contiene el reportaje del suplemento Brújula, publicado en EL DEBER del sábado 26 de abril, dando cuenta de la reciente presentación de un libro de la antropóloga francesa Isabelle Combès

“Sanabria trabajó con documentos de la Prefectura de Santa Cruz (y unos pocos de Cuevo): existen muchos más documentos en Sucre o Tarija que dan otras informaciones”. “En la mayoría de los casos, no indica nunca sus fuentes de información”. “Gran parte del libro son especulaciones, está escrito en modo condicional…”

Hernando Sanabria Fernández realizó sus investigaciones en los años 50 y 60, con sus propios medios y por su cuenta, sin auspicio alguno, con las limitaciones de todo tipo que se pueda imaginar en la Santa Cruz de aquella época y por supuesto, sin los medios tecnológicos que disponemos en pleno siglo XXI. Sin embargo, viajó para acceder a los archivos históricos, revisó y transcribió documentos, habló con la gente y luego escribió su libro Apiaguaiqui Tumpa. Biografía del pueblo chiriguano y de su último caudillo, publicado en 1972, siendo quizá el primer investigador boliviano que trabajó esta temática. Además es digno de destacar que se trata de un libro que a la fecha ha alcanzado cuatro ediciones y más de 5.000 ejemplares, todo un récord para un libro de investigación histórica en nuestro medio.

Llama la atención que la antropóloga Isabelle Combès omita que en el libro de Sanabria Fernández se hace referencia también como fuentes de información a testimonios y relatos recogidos en las localidades de Gutiérrez, Lagunillas, Cuevo, Ivo y otras regiones guaraníes en el marco de la historia oral, es decir, dando importancia a datos e información no registrada únicamente por la escritura. Es en la transcripción de dichas narrativas en las cuales el autor emplea el modo condicional, según menciona Combès.

Poner en contexto el proceso de creación del Apiaguaiqui Tumpa, de Sanabria Fernández, contribuye a evidenciar el despropósito de aplicar estándares de investigación, que se exigen y se deben trabajar actualmente de manera estricta, al producto de un intelectual autoformado como investigador, que incursionó en un medio complejo y desprovisto de recursos básicos que hoy existen. A pesar de ello, desde esfuerzos personales sostenidos, pudo generar bases consistentes para el conocimiento y el estudio de la realidad y la historia de Santa Cruz, abiertos a posteriores profundizaciones y aportes, complementarios u opuestos, sin pretensiones de constituirse en el representante de una “historia oficial”, al decir del articulista.

El historiador/investigador puede escribir de modo “condicionado”, porque está trabajando con materiales de la realidad social, no con números o fórmulas exactas, y en general no es un testigo presencial para afirmar que los hechos sucedieron como los relata. Si este fuera el caso, y de acuerdo con lo que se afirma en el reportaje, Combès tendría que limitarse a transcribir los documentos revisados, como pruebas fehacientes y no colocarlos como un anexo.

Las afirmaciones respecto al hecho de que Sanabria “eliminó algunos datos, cambió otros...”, hacen preguntarse si estamos ante las palabras de la investigadora o ante un problema de “edición”, dado que se trata prácticamente de una acusación -casi ofensiva- ante la cual el autor aludido no puede discutir. Aquí cabe lamentar que se busque poner en valor la propia obra en desmedro del trabajo de otro escritor, que cumplió con su cometido de producir una obra con la mayor modestia, en perspectiva de sentar bases a posteriores estudios que perfectamente pueden refutar sus planteamientos e hipótesis, sin recurrir a la ofensa gratuita

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