jueves, 23 de agosto de 2012

Giovanna Rivero se busca (y se encuentra) en la ficción


La narradora cruceña da la clave para el éxito en la escritura: obedecer al deseo; o hacer lo que te da la gana.

Ya sólo escribir y adentrarse en la ficción es un riesgo y un logro. Paradójicamente, Giovanna Rivero es trasparente, real. Paradójicamente, ya que habita la ficción con gozo e insolencia. La tiene clara y lo admite: escribe lo que se le viene en gana, encima la publican y es reconocida. Maestra.

Hay consistencia: para ella, la clave fundamental al escribir es obedecer al deseo y prestar atención hacia qué tema, personaje y género lleva. Eso hace.

Por ello no es fácil decidir por dónde comenzar a dialogar con esta narradora; las dudas a absolver apuntan a todo lado, porque su recorrido incluye senderos, sino sorprendentes, al menos inesperados: academicismo, literatura infantil y hasta matrimonio.

Del sexo al poderNo se puede ignorar el escote de Giovanna Rivero. No es pronunciado, no es grosero. Pero es inevitable. Es lindo, pues. “Hay un concepto de lo erótico limitado a lo corporal o a la genitalidad”, dice, y recalca que no abandonó la nave de la sensualidad.

A mediados de la década pasada alcanzó renombre como emblema de la literatura erótica boliviana, y para algunos sigue ahí: “me sorprende la gente que no me ha acompañado en mis búsquedas, pero el lector obtiene del relato lo que necesita, así que está bien”.

La autora plantea que hoy el erotismo es menos protagónico en su obra y lo manifiesta en otros rostros y formas. Poder, política, exclusión, los diversos deterioros de la sociedad son sus objetos de exploración desde hace un par de libros.

Con Tukson, historias colaterales (2008) el viraje de su narración fue contundente: se asentó en la ficción con tramas incluso impredecibles para parte de sus lectores, como los tentáculos del poder.

Rivero está convencida de lo crucial, y enriquecedor para cualquier escritor, que es el riesgo de adentrarse a la ficción, de pasear libre por ese paraje inmenso: “acercarse a los géneros casi como un niño”.

¿A partir de esa obra se la tomó más en serio como escritora? ¿Desvincularse de la literatura erótica le abrió puertas? Considera que sí le abrió puertas a más lectores, aquellos que no estaban interesados en su obra, pero la temática no fue -ni mucho menos- un gancho que concibió para ingresar a otros ámbitos culturales, o destacar, enfatiza.

Igual, ahora -tras Tukson- ya está en otros ámbitos: vive en Florida, Estados Unidos cursando una maestría en literatura. ¿El academicismo combina con la faceta de narradora' con esta narradora en particular?, se cuestiona uno. Tal parece.

El lenguaje es la primera posible discordancia, dada la rigidez que exige la metodología frente a la vastedad que germina la ficción: “escribir trabajos académicos fue difícil al principio, pero hoy lo disfruto, es un ejercicio, como hacer flexiones cada mañana, pero luego, claro, te mueres por practicar tu deporte favorito”.

Y el suyo, claro, es la ficción. La rebautiza como “impostura”, “juego”, “búsqueda”, ese ser que se ansía pero que no se será jamás. Es, para ella, también una herramienta en la búsqueda de uno mismo y la capacidad de tenerse fe.

El dolor, germen creadorRivero llegó a La Paz hace casi dos semanas para presentar su reciente novela Helena 2022: La vera crónica de un naufragio en el tiempo, en la Feria Internacional del Libro. Novela juvenil, la denominaron' dizque.

Así va la historia: un arca naufraga en el espacio -con chicos bolivianos incluidos- y se transporta hasta 1633, a Italia. La tripulación arriba en el calabozo de Galileo Galilei, en juicio ante la Inquisición por su teoría de que la Tierra rota alrededor del Sol.

Dejando de lado su aporte científico, ¿es nomás un “personaje algo de segunda mano este Galileo” por retractarse ante la Iglesia?, pensarán algunos, con “e pour se mouve” y todo. Rivero lo justifica y, es más, lo dignifica: “debilidad disculpable” por haber logrado cambiar el planeta.

Aunque admite: “pero a veces tengo la percepción de que a pesar de saber que la Tierra se mueve alrededor del Sol, seguimos pensando que somos el centro del universo”, ni modo.

Considera que ésta es su obra que más habla del amor, de uno multidimensionado; y también del cosmos y de la necesidad de descubrir las dudas que corroen. Ahí radica el verdadero deterioro del mundo al que se refiere su reciente novela: la falta de fe en las posibilidades humanas, en el amor, en el lenguaje.

Pero esta sangre dulce no disimula en absoluto su preferencia por las obras fecundadas en el desasosiego: “en esos casos hay catarsis y cura que se soluciona en la escritura. El dolor promete más que la experiencia romántica”.

Éxito, ese blanco móvilEntrevista tras entrevista, Giovanna Rivero no pierde un ápice de actitud positiva y sociable. Donde quiera que vaya es halagada. “Escritora exitosa” es el término que tiene que oír hasta el hartazgo. ¿Qué es ser exitosa?, ¿a qué sabe el éxito, cómo luce?

“Yo me pregunto lo mismo”, responde con credibilidad. Y de inmediato halla la respuesta: “el éxito consiste en no perder la inspiración, la fe y el deseo de escribir, pase lo que pase”, lucha perpetua en la que permanece.

Claro que no es lo mismo esterilidad creativa que crisis de extravíos en el género o los temas, considera. Ergo, la escritura es exitosa en tanto escribes. Atreverse y dejar de sublimar es lo que advierte en los nuevos escritores de Bolivia.

Considera que -desde la heterogeneidad- el país vive un intenso momento de deseo por escribir, momento en el que hay coincidencias; por ello no cree que haya un “boom” literario cruceño, sino obras y creadores que emergen.

Más allá de los piropos mediáticos que lanzan a su obra, Rivero admite tropiezos, aunque aclara la frontera imperceptible entre error y experiencia. Eso sí: no repetiría la prisa que alguna vez tuvo por publicar.

“Es una ansiedad natural en los escritores, pero hay que domarla. Me refiero a publicar un trabajo sin corregirlo lo suficiente, sin pensar si enriquece tu camino o es mejor guardarlo. Ahora soy más paciente”, cuenta.

Amaga la pregunta de cuándo volverá al país; lo cierto es que reside serena y prolífica en Estados Unidos. Es más, describe la ansiedad preocupante que volvió a sentir por la delincuencia campante al llegar a Santa Cruz y que allá no siente. Franca.

Si una riqueza tiene Giovanna Rivero es la credibilidad. Se le cree. Provoca que al despedirse de ella uno piense: “qué linda tipa” y no' no es por el escote.

Marcela Araúz

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