“Fe de erratas (no autorizada) del DRAE versión electrónica” es el título del nuevo libro del Dr. Alcides Calla, lingüista y comunicador boliviano, que presenta y explica 2742 faltas “de contravención a las reglas” encontradas en la base de datos de la página web oficial de la Real Academia Española.
Estos errores –de acentuación y mal uso de las mayúsculas– se identificaron gracias a un trabajo de triangulación entre el Manual de Ortografía de la Lengua Española, la página web y la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).
“Este libro debía imprimirse hace tres meses en la imprenta de la UMSS, gracias a las gestiones del rector Waldo Jiménez, pero no se pudo por los recientes conflictos; tenía el objetivo de distribuirse gratuitamente en colegios y bibliotecas. Por eso decidí subirlo como libro digital en mi página web, www.callasotomayor.com, y está disponible para descarga libre y gratuita”, explica Calla, quien ya antes intentó hacer notar errores a la RAE.
El 2010, la Universidad Mayor de San Simón, a nombre de su entonces rector, Juan Ríos del Prado, mandó una carta y un primer informe de 21 errores que Calla identificó después de su primera revisión sistemática de la 22a edición del DRAE, pidiendo una audiencia para exponer sus observaciones.
“La UMSS iba a pagar la estadía, el pasaje, todo, solo queríamos audiencia”. Aunque la misiva fue recibida
por gente de la RAE, la respuesta
nunca llegó, dejando pensar que esta instancia, reconocida como el referente mundial de la lengua española, o es indiferente a los apuntes de un profesional boliviano o simplemente no desea admitirlos.
CONFUSIÓN Y ERROR
Calla recuerda cómo en una ocasión, dos de sus estudiantes de la UMSS, observaron que él había escrito una palabra de forma diferente a la instruida por la página web de la RAE. “¿A quién le vamos a creer? ¿a usted o a la Real Academia Española?”, le inquirieron respetuosamente. Él les pidió tiempo, y la siguiente clase, con su DRAE y manuales de ortografía en mano les demostró que estaba en lo correcto, a lo que los jóvenes reaccionaron con sorpresa y algo de molestia hacia esta entidad.
“Tengo la última edición del DRAE, tuve que pedirla por courier, no la encontré ni en universidades ni bibliotecas. Entonces, si no está disponible para su revisión aquí, ¿qué es lo que hacen los estudiantes? entran a la página web de la RAE, y ahí están los 2742 errores que encontré, dando pie a errores y confusiones”, observa Calla, preguntándose por qué los administradores de este portal no actualizan su base de datos.
Conversando con otros colegas, concluyó que esta omisión tan fácilmente rectificable podría obedecer a una decisión comercial: “si vacían esta nueva versión en la página web, el DRAE físico del Tricentenario no se vendería, por lo que esperan eso para actualizar”.
VOCACIÓN NACIDA EN LA INFANCIA
César Alcides Calla Sotomayor nació un 26 de julio en Telamayu (Potosí), en el centro minero de Quechisla, en el seno de una familia que lo inclinó desde temprana edad hacia la lectura y la correcta escritura: “mi padre René, era administrador del hospital y siempre estaba leyendo, no se cansaba, y mi madre Dora, además de enfermera era una purista del lenguaje, y yo quería ser como ellos”.
Inspirado inicialmente por ellos, Calla también agradece a un maestro el fortalecimiento de su vocación: “cursaba el sexto de primaria, en la Escuela Félix Avelino Aramayo, cuando mi profesor, Wilfredo Montes Heredia, nos mostró el DRAE como “el mejor tesoro” de nuestra biblioteca”.
Mientras terminaba el bachillerato en el Colegio Nacional Mixto Chichas de Telamayu, se desempeñó como locutor radial de programas culturales en radios de Quechisla, labor que continuó en Cochabamba, a donde se trasladó para estudiar Lingüística en la UMSS.
Fue gracias al programa “La Enciclopedia Radial”, de Radio Nacional, que estableció amistad con uno de sus auspiciadores, Freddy Milán Barrón, gerente propietario de Editorial Océano, quien le ayudó a adquirir su primer DRAE.
“Era la vigésima edición, del año 1984, todas las noches lo consultaba para mi programa, y una de esas, encontré un error y no pude dormir, a los dos meses otro, al tercero no lo podía creer”.
Desde entonces, se dedicó –a la par de sus estudios profesionales– a vigilar la coherencia entre los recursos educativos más usados por los españo-hablantes, los materiales del RAE.
PROPÓSITOS Y RECOMPENSAS
“Que haya propiedad al expresarnos, eso sería lo ideal”, es lo que Calla busca con su trabajo, en un contexto de nuevas tecnologías cada vez más permisivo ante los errores ortográficos.
“Hay que escribir bien, no podemos renunciar a eso, las faltas no solo generan dudas, sino que propician equivocaciones graves en la comunicación”.
Y aunque nota con pena el menor interés de las nuevas generaciones, permanece optimista, invitando a docentes y maestros, en especial de lenguaje, pero en general todos, a incentivar una expresión correcta, un amor y un respeto por el lenguaje.
“A menudo me preguntan por qué hago esto, por qué me dedicó tanto y sin cobrar, yo les contesto que estoy involucrado, no invoLUCRADO con la educación”, manifiesta Calla, fiel a su estilo retórico.
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