lunes, 17 de septiembre de 2012

Los héroes con pasaporte boliviano: Caricaturas de tinta



Supermán, Mafalda o Tintín son algunos de los personajes que indican desde la fachada qué se va a encontrar uno si atraviesa la puerta del C+C Espacio: una colección de 4.000 ejemplares entre historietas, revistas y manuales teóricos (cómo dibujar manga, cómo iluminar, etc.), que están a disposición de los que quieran disfrutar de obras en formato viñeta procedentes de todo el mundo.

Además de libros (de los que hay alrededor de 2.500) la biblioteca, cuyo nombre propio es Centrocómics, tiene revistas y otro tipo de textos sobre la historieta. El material es, principalmente, en castellano, pero también en francés, inglés y portugués. Por el momento, sólo se pueden consultar en el propio centro, donde los lectores disponen de obras consideradas precedentes del cómic, como Krazy Kat, de George Herriman (Estados Unidos, 1907), clásicas o contemporáneas como las de los italianos Liberatore o Matoti, las del argentino Juan Sáenz Valiente, producciones nacionales y de editoriales comerciales como Marvel, además de historias alternativas del tipo Maus.

El Centro del Cómic es parte de la Fundación Simón I. Patiño. Adquiere gran cantidad de su material en el exterior, ya sea mediante pedidos o cuando alguno de sus miembros viaja al extranjero. “Aquí en Bolivia hay tiendas, pocas, caras, pero hay”, comenta el responsable, Francisco Leñero, más conocido como Paqui.

El Centro del Cómic es único en Sudamérica, no existe otra biblioteca especializada en este género. Se conoce más como C+C, nombre que tiene que ver con su origen, que se remonta hasta 2002. Un año antes, Leñero había dejado Chile y vino a instalarse a La Paz, donde abrió una tienda de historietas.

Hasta ella llegaron dos franceses, Marina Corro y Rafael Barban, quienes le hablaron de realizar un festival del cómic con sede en esta ciudad. “Empezaron a golpear puertas y una de las que golpearon fue la del espacio Patiño”, relata. Entonces, en la institución había un lugar llamado el Café de las Artes, que no funcionaba demasiado bien. La pareja y la fundación acordaron dar un nuevo aire al lugar: lo llenaron de historietas y lo rebautizaron como el Café del Cómic, desde el que se empezó a gestionar el Festival de Viñetas con Altura.

El local abría solamente en horario de oficina, por lo que no caló entre el público mucho más que su predecesor. Aun así, llegó a atraer a lectores que acudían a leer historietas más que a tomar una infusión. Es por eso que se acabó por sacar el café para convertir el espacio en una biblioteca especializada en cómics, y también en un centro de formación: hay talleres permanente, exposiciones y proyecciones de películas, principalmente. Como dice Leñero, cada tres días hay una inauguración o una clausura de alguna actividad. Entre la formación que ofrece a los amantes del cómic están los talleres de animación e historieta; también ha organizado un curso para profesores titulado “La historieta como herramienta pedagógica”. Además, convoca al “24 en 24” y “Reanimados”, desafíos dirigidos a los historietistas.

El C+C participa del festival Viñetas con Altura. “El espacio se ha caracterizado por traer una exposición y un invitado para el evento”, afirma el responsable.

Este año, el argentino Nico Di Mattia dará un taller sobre coloreado digital. Y, con motivo de esta edición, el propio Leñero ha preparado una exposición retrospectiva: “10 festivales, 10 autores”, que se abre esta semana.

El centro se ha convertido en el punto de referencia para todo lo referido a los cómics. A finales de octubre estrenará su catálogo en línea, que permitirá consultar la colección bibliográfica por internet.


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