lunes, 18 de noviembre de 2013

De novela ¿cruceños al margen?

Con la obra Pasado por sal, el escritor orureño Cé Mendizábal se llevó el XV Premio Nacional de Novela, con lo que se volvió a confirmar que este premio ha estado ajeno a los escritores cruceños en los 15 años que lleva de existencia. En ese sentido, consultamos a autores y críticos cuál consideran que es la razón para que ningún cruceño hubiera sido reconocido con este galardón, como tampoco con el Erich Guttentag, que durante casi tres décadas reconoció a las mejores novelas de país.

La académica Claudia Bowles, que llegó a ser jurado del concurso en tres ocasiones, desde esa experiencia, afirma que percibió solo una vez a un escritor cruceño entre los participantes, lo cual, más allá de preocuparle, la lleva a creer que en la región hay mejores cuentistas que novelistas.

A su vez, la escritora Liliana Colanzi considera que en el tema juegan varios factores. Por un lado puede haber un problema de difusión de las convocatorias; por otro, que la composición del jurado represente un tipo de estética afín a cierta región del país. “En la narrativa cruceña actual hay un interés por narrar a la clase media urbana, a diferencia de las temáticas más marginales o telúricas que caracterizan a La Paz”, afirma Colanzi, que también señala el hecho de que como Santa Cruz no tiene una carrera de literatura, y como no es la capital, su producción literaria sigue siendo culturalmente ‘periférica’ en el país.

Bowles también coincide en la cuestión estética, pero reclama más conciencia de la grandeza como condición en el que escribe una novela, la cual, por más breve que sea, “tiene que tener la perfección de un reloj”. “Creo que el tema es ideológico, pero esta ideología traspasa ya varias generaciones, por lo menos dos, y aún continúa esa actitud de escribir como pateando pelota hasta hacer goles”, añadió la crítica.

Mirada hegemónica
La escritora Giovanna Rivero observa en esta particularidad causas multifactoriales, entre ellas la permanencia de esa mirada hegemónica que en el país neutraliza otras estéticas.

“Los jurados, por muy ecuánimes que sean, como todos los seres humanos, responden a una imaginación educada en ciertos marcos culturales. Esto ha pasado no solo en cuanto regiones, sino también con la escritura de mujeres, y aunque las cosas han ido equilibrándose, es probable que durante años los cruceños, los benianos o los pandinos hayan disminuido su índice de participación en estos concursos, precisamente porque la experiencia colectiva les decía que tenían pocas chances”, asegura Rivero.

Darwin Pinto es categórico al afirmar que hay un prejuicio y una camarilla contra la región oriental detrás de cada entrega de los premios. “Hay cuatro ‘sabios’ que premian a amigos, y si no son amigos, a coterráneos. No es posible, por una cuestión de simple estadística, que hasta ahora ningún cruceño, beniano o pandino haya ganado ese premio. Me sentiría menos mal, si fuera por cuestiones técnicas, de tradición o de tema. Pienso que es un asunto de camarilla”, aseveró Pinto.

A la vez que Bowles resalta la novela El perro en el año del perro, de Alejandro Suárez, como un trabajo que bien pudo haber merecido el galardón (“está bastante anclada en esta Santa Cruz, sus periferias y sus mundos paralelos, con algo de policial que se atisba”), también reclama más compromiso literario a los autores. Colanzi, por su parte, sugiere que las editoriales locales lancen “su premio nacional de novela”. “¿Por qué seguir dependiendo de La Paz”?, expresó la joven autora. A pesar de las malas señales, Giovanna Rivero exhorta a seguir participando, porque “al bajar el volumen de participación bajan las probabilidades”. “Es como querer ganar la lotería y no comprar un número”, finalizó la autora

Los ganadores

en 15 años del premio
1999: La vida me duele sin vos, Gonzalo Lema (Tarija); 2000: Alguien más a cargo, Cé Mendízabal (Oruro); 2001: Magdalena en el Paraíso, Tito Gutiérrez (Cbba); 2002: Potosí 1600, Ramón Rocha Monroy (Cbba); 2003: El delirio de Turing, Edmundo Paz Soldán (Cbba); 2004: La gula del picaflor, Juan Claudio Lechín (Cbba); 2005: La doncella del barón Cementerio, Eduardo Scott-Moreno (Cbba); 2006: El agorero de sal, Luisa F. Siles (La Paz); 2007: Los fantasmas asesinos, Wilmer Urrelo (La Paz); 2008: La toma del manuscrito, Sebastián Antezana (La Paz); 2009: He de morir de cosas así, Eduardo Scott-Moreno (Cbba); 2010: La noche como un ala, Máximo Pacheco (Sucre); 2011: Diario secreto, Claudio Ferrunino-Coqueugniot (Cbba); 2012: En el fondo tu ausencia, Rosario Barahona (Sucre)

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