martes, 17 de diciembre de 2013

Oswaldo Ramos:“Decir que no creo en la hechicería sería negar el mal”

Casa de brujas, la novela más reciente de Oswaldo Ramos Astibena, que esta semana ingresará a las librerías locales, tiene origen en su anterior entrega literaria La conspiración de los brujos. Ahí el autor detallaba cómo las tradiciones orales en la Chiquitania -de donde es oriundo- están llenas de cuentos y relatos sobre brujos, hechiceros en potencia, macumberos o picharero, el nombre más común. En La conspiración de los brujos, estos pretenden tomar el poder nacional en 2020...

¿Cómo continúa la historia en Casa de brujas?

Casa de brujas denuncia lo que todos saben, que Santa Cruz está llena de brujos en los mercados, en los hoteles, en la periferia, en casas bonitas y feas. Hay anuncios en gigantografía donde se ufanan de sus poderes, ni qué decir de los periódicos, y mucho más las radioemisoras populares. Concebí Casa de brujas en una historia inventada que se une a relatos recogidos como periodista, tras lo que hilvané una historia novelada en la que me pongo como protagonista. Y así desarrollo la trama en la que al final cuento sobre el accidente fatal del que sobreviví. Ahí liquido a la ‘bruja mayor’ que supuestamente un día fue mi novia y que tiene una hermosa hija que pudo ser mía.

¿Por qué aborda otra vez lo oculto si juró no hacerlo?

Porque me quedaba mucho por contar de tantos relatos recogidos visitando pueblos de la Chiquitania, y en Santa Cruz, de gente que me llenó la cabeza con supuestos casos. Así se produjo un efecto catarsis que llenó la Casa de brujas, que supuestamente está a pocas cuadras de EL DEBER, con el número 666.

Presente a su protagonista

Se llama Aida, una novia que conocí en San Rafael de Velasco, hermosa dama que tuvo una hija, Alba, que aprendió brujería en una cueva de la serranía chiquitana San Diablo, donde fue desbautizada con el lamido de una serpiente enorme.

¿En qué contexto se llevan a cabo los sucesos?

En Santa Cruz actual, con su crecimiento progresivo, donde los brujos usan internet y celulares, sin abandonar las antiquísimas costumbres del aquelarre y las misas negras, donde los supersticiosos abundan.

¿Cuánto de biográfico hay en este nuevo libro?

Hay pinceladas de mi vida, de mis creencias y de mi afán por restar importancia a este tema, que me permite desahogarme del trauma que me causó el accidente, en la carretera bioceánica, donde hubo 24 muertos, más de 80 heridos de gravedad, y solo unos cuantos salimos solo, por milagro, machucados.

¿Cree en la hechicería?

Después de leer de tantos casos y de escuchar muchos testimonios no puedo decir que no creo. Sería negar que existe el mal. La hechicería es la representación del mal, aunque en la obra juego con la paradoja de que la brujita aprendió el mal para hacer el bien, para cuidarme, y murió sin nombre con sus datos guardados en la Deep Web, donde se comercializan órganos y se hace todo lo ilegal; falleció como ángel porque desobedeció, igual que otro brujo, a sus jefes, aunque ambos buscaron el poder de la nación.

¿Qué le exige la escritura?

Una catarsis, como después de una limpieza intestinal, descargar todos los datos que se acumulan en la cabeza, a la que se le pone una pizca de locura, otros dirán de creatividad, con las fantasías volando.

¿Qué escribirá después?

Muchos microcuentos, ya tengo apuntes. Pero, primero quiero que Casa de brujas sea presentada en sociedad

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