martes, 17 de diciembre de 2013

Manifiesto de poesía visual para niños

Una de las primeras formas de expresión en los niños está dada en el dibujo, aún en sus manifestaciones más simples (como el garabato en la arena a la señal que deja su aliento en los vidrios) es un elemento que les permite descubrirse a sí mismos y afianzar su aprehensión de la realidad. Más tarde utilizando carbón, lápiz o tiza pintarán los pizarrones, las paredes y las calles, o si les place, las nubes, el cielo y las estrellas, es decir: pintarán su mundo. Cuando ingresan a la escuela la maestra les enseña a "dibujar" en forma de letras y, por una especie de sortilegio, se les abre las puertas a un reino que antes desconocían, en el que a través de un nuevo código -con variadas formas y valoraciones también distintas, pueden captar y comunicarnos un mundo que a partir de entonces adquiere un nuevo significado.

En las aulas de cualquier escuelita de barrio los niños aprenden la mágica fórmula Abecedaria, la misma que memorizan de pe a pa y que la señorita (la llaman así sea casada, mayor o tenga hijos), manejando la regla con ademanes de batuta, hilvanando unas letras a otras, les hace repetir en tono de recitación o declamación. Y los polluelos, como buenos alumnos, la repiten como el padrenuestro o el avemaría, mientras en su febril imaginación cobran animosidad y de pronto las letras marchan como soldados, peces de colores o bandadas de golondrinas. Rememorando una de sus primeras y más elementales artes creativas, les dan formas, volúmenes y colores, hasta conseguir la silueta de seres, animales o cosas. Así la O es un sonriente sol, la S un hermoso cisne, la e un perfil de media luna. De igual manera los números: el 6 es un ratón echado, el 2 es un patito o cisne, etc.

Las primeras letras en el pizarrón de la alborada infantil son las vocales y para facilitar la enseñanza, la profesora les da a veces en forma de versos y canciones sencillas que graban fácilmente: "Sale la a con la mamá, sigue la e con el bebé, busca la i en el maní, llega la o con el yoyó, duerme la u con el arrurú" ("Nana de las vocales" de Hugo Molina Viaña). Y es que si se sabe aprovechar esa disposición del alma infantil, la identidad de los dibujos y letras facilita la enseñanza. Y no es que la señorita esté distrayendo a los niños, porque en esa edad se relaciona el estudio al juego (que es su principal actividad en aquella tierna edad); por el contrario, esa actitud puede convertir el ejercicio pedagógico en un juego que contribuye e influye de manera determinante en el aprendizaje. Se advierte, pues, que un contenido valioso en el proceso enseñanza-aprendizaje de aquellos años, se encuentra en el dibujo-poesía, como un medio psicológico y social derivado en otras áreas en la vertiente artística y utilitaria.

De lograr la educación en las aulas asimilar los recursos del lenguaje poético y visual, de hecho nos aproximaría a un método didáctico más adecuado, que parta ya no de los esquemas a los cuales nos vamos habituando de manera insensible los adultos, sino de la realidad que el niño palpa fundado en la necesidad de iniciarse en los recursos de la autoexpresión, tan necesarios como indispensables en su formación integral. De esta manera, teniendo como telón de fondo las letras, un lenguaje que traduzca sus motivaciones en colores, líneas, formas y volúmenes puede originar una pedagogía en la cual se fusionan las ilustraciones a las letras, con las habilidades y destrezas que conllevan, y no como sucede hasta hoy que tanto el profesor, como el poeta e ilustrador trabajen en compartimentos aislados e incomunicados.

Aunque la poesía visual tiene una larga tradición desde tiempos remotos, es a mediados del siglo pasado que recién empieza a estructurarse como corriente literaria, resultando una innovación aplicada al mundo de la pedagogía en nuestro tiempo. Si la poesía visual en algún momento se inspiró y fundamentó en el mundo lúdico del niño convirtiéndose entre los adultos en simple instrumento de especulación, ya es tiempo para que en un nuevo contexto estimulando la capacidad imaginativa, la observación e intuición infantil, pueda adquirir su verdadera significación.

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