domingo, 22 de diciembre de 2013

Octavio Campero Echazú: El retorno del migrante

Cuarteto del retorno. Termina aquí la serie de lecturas de poemas de autores hispanoamericanos sobre el tema del retorno con las que el poeta y crítico Eduardo Mitre ha honrado generosamente estas páginas. Como despedida, la mirada de Mitre se centra esta vez en cuatro autores que expresan la excelencia de la poesía boliviana.



“Porque van diez años”, de Octavio Campero Echazú, es con razón un poema ineludible en las antologías de poesía boliviana, a más de ser una cifra de esa alianza entre la copla tarijeña o chapaca y la poesía que distingue tanto a su obra como a la posterior de su coterráneo Óscar Alfaro. El poema de Campero Echazú testimonia la experiencia del regreso en una voz personal con claras resonancias colectivas. Esa voz es la de uno de los innumerables inmigrantes del sur boliviano, probable pero no exclusivamente un “bracero” que retorna de la Argentina a su pueblo después de una larga ausencia. El regreso es irónicamente un ingreso en el exilio, en el ostracismo, debido al desconocimiento de la colectividad que se cierne sobre él: “la gente me mira con ojos de ausencia”, imagen ésta que lo retrata, casi cinematográficamente, desplazándose por un callejón de miradas, como si pisara otra vez tierra extraña.

A la constatación del vacío dejado por la muerte de la madre y la pérdida de su casa, se suma el rechazo de una joven (“ánfora de greda”) a bailar con él, negándole la reincorporación a la ronda del baile, a la rueda de la colectividad. En una estrofa se vierte el lamento y el remordimiento del paria por la pérdida amorosa debida a su lejana partida: “¡Y pensar que pude... trenzarme a sus largos cabellos / color de tormenta / y aventar el trigo de sus sensaciones / en rosadas eras!” Versos admirables, melancólicamente eróticos. Destaco la imagen “largos cabellos color de tormenta”, digna de una regia tradición poética moderna sobre el mismo motivo: “Y al torcer los cabellos apagaste el infierno” (Rubén Darío). “La cabellera que se ata hace el día / La cabellera al desatarse hace la noche” (Huidobro”); y una de las canónicas de

Baudelaire: “Fuertes trenzas, sed el oleaje que me arrebate” (fortes tresses, soyez la houle qui m’enlève), tan semejante a la que, suelta en la intimidad de la entrega amorosa, el emigrante tardíamente desea.

El poema comienza y concluye con los mismos versos, trazando un círculo que no se abre sino en el interrogante tan dramático como vigente frente a los millares de emigrantes que retornan a su patria.

PORQUE VAN DIEZ AÑOS

OCTAVIO CAMPERO ECHAZú (1900-1970)

Porque van diez años

que dejé mi tierra,

ya nadie me quiere

conocer siquiera.

Es cierto, he cambiado,

mi madre está muerta,

la casa vendida, y el molle coplero

de notas de pájaros —convertido en leña.

Porque van diez años

que dejé mi tierra,

las gentes me miran

con ojos de ausencia.

Ayer una moza del campo

—ánfora de greda

colmada de soles y lluvias,

olor de la tierra,

amancaya rosa, que invertida es una

lírica pollera—

no quiso conmigo

bailar a la rueda,

porque van diez años

que dejé mi tierra.

¡Pensar que yo pude colgarle zarcillos

de dulces tonadas de Sella;

enflorar con rosas y risas

la flor de su oreja;

trenzarme a sus largos cabellos

color de tormenta

y aventar el trigo de sus sensaciones

en rosadas eras!...

Pero aquella moza,

fragante y huidiza como agua de acequia,

se me fue con otro…

—¡malhaya mi sed de querencia!

porque van diez años

que dejé mi tierra.


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