domingo, 3 de julio de 2016

Oswaldo Calatayud Criales: “Quería poner en conflicto diversas soledades”



Una novela de ese género casi olvidado, como es el epistolar, fue la ganadora del XVII Premio Nacional de Novela, anunciado el martes en la ciudad de La Paz. La guerra del papel, de Oswaldo Calatayud es a la vez una novela futurista, según el acta del jurado, conformado por el periodista Martín Zelaya, el editor Marcelo Paz Soldán, y los escritores Magela Baudoin (anterior ganadora), Giovanna Rivero y Mauricio Murillo. Calatayud, de 35 años, tiene en esta novela su ópera prima.

_¿Cuál es el origen de La guerra del papel? Es decir, ¿en qué momento decidís que tendría la estructura de una novela epistolar?
Desde el principio, deseaba explorar ese campo. Además, de antemano quería poner en conflicto diversas soledades y las cartas me permitían eso, es decir, aislar a mis personajes en sus escrituras y proyectar ese lenguaje sobre la densidad del silencio. De ahí también que haya un fuerte conflicto entre cuerpos: el de una atleta y el de un enfermo con los contactos mínimos de un tercer cuerpo, el de los manilas.

_Este será el primer libro que publicarás y es nada menos que el Premio Nacional de Novela, es un buen comienzo, ¿no creés?
Evidentemente este es mi primer libro de difusión masiva, pero no es que acá comienza mi literatura. Vengo escribiendo hace mucho y La guerra del papel tuvo su tiempo, tal cual lo destino a otros proyectos, a veces no solo con palabras, también con imágenes, con artefactos, etc. Lo que sí posibilita el Premio es publicar la novela sin el trabajo de parto que supone sacar un libro en Bolivia. Es nomás cierto que los escritores acá no tienen muchas oportunidades de publicar salvo que tengás recursos, un nombre hecho o “muñeca”, como se dice, después uno opta por los concursos porque es como un atajo a toda esa gestión que uno hace para que alguien invierta en nuestros inverosímiles. A eso hay que sumarle que hay pocos lectores en nuestro país, y en alguna medida el aura del premio le da cierta valía al libro, ergo, al autor. Deberé catalizar esa oportunidad.

_El acta del jurado destaca el estilo arriesgado de tu novela, dice: “un lenguaje denso y profundo que resulta en un código propio, original y bien logrado” ¿Te costó hallar este estilo? ¿Cómo lo fuiste trabajando todos estos años?
El estilo –si es que existe tal- está determinado por la manera misma en que se escriben las cartas en su forma más clásica. Quizás ayudó mucho el hecho de que escribí las cartas con mi puño y letra, es decir tomando un lápiz o un bolígrafo y caligrafiando las palabras sobre un papel. En ese proceso no se interpuso el teclado ni el ordenador, lo cual también determina la naturalidad con la que iba rompiendo los silencios del papel sábana, a través de trazos, borrones, tarjando palabras. Al momento de transcribir los manuscritos incluí todas esas impurezas del texto que conceptualizan la obra, puesto que el único derrotero de la escritura en esta novela es su propio lenguaje, cadavérico y obtuso.

_También menciona el jurado que tu novela es en cierta forma futurista, ya que critica la deshumanización de una sociedad ultratecnificada ¿Estás de acuerdo con eso? ¿Por qué decidiste enfocarte en este punto en tu novela, en el uso exagerado de la tecnología?
La dependencia de las personas a la tecnología es una evidencia actual. Lo que logro ambientando la novela en el futuro es plantear hipótesis sobre las consecuencias de esta tecnificación. Una de ellas: la escasez del papel para quienes aún se exijan en el ritual de escribir. Otras: el deporte o la medicina llevadas a un extremo irracional de maquinación y ciencismo.

_¿Es por eso que vos no tenés perfiles en ninguna red social?
No quisiera meter mi autoría en este asunto. Creo que es una particularidad que no debería llamar tanto la atención. Lo que sí debería, por ejemplo, llamar la atención es la poca lectura sustancial que hoy en día tiene la gente, misma que afecta en nuestro enfoque de la realidad. Somos incapaces de sortear esta hipercomunicación que, aunque no parezca, en el fondo ahonda nuestras soledades. La guerra del papel asume este minúsculo con la debida complejidad.

_¿Qué autores te sirvieron de inspiración –si vale el término- para hacer esta novela? ¿Qué libros o películas repasabas para salir de algunos problemas o bloqueos?
Ninguno, descreo de la inspiración. De hecho, considero que un escritor es autoreferencial en la medida en la que cauteriza la realidad y deja fluir su imaginación que –como condición sine quanum- ha pasado por el tamiz de la modernidad, nada más.

_También sos fotógrafo ¿Qué parte de tu vida dedicás a la fotografía y cómo la relacionás –de alguna manera- con la literatura?
Siempre intento combinar ambas, pues se trata de lenguajes. De ahí que con mi plataforma Fotosíntesis hemos planteado hacer narración visual, es decir contar realidades a través de la imagen fija. Y particularmente cuando escribo evidencio ciertas metáforas a través de la tipografía o de imágenes que devengan texto. De hecho, La guerra del papel es una suerte de “maqueta” que en su interior juega con tipografías, tachaduras, recortes de periódico, troquelados y braille, es decir con sensaciones más allá de la sola lectura


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