A mediados de los años 90, el periodista Germán Araúz Crespo fue invitado a leer Crónica secreta de la guerra del Pacífico en Chile, durante un encuentro de escritores bolivianos y chilenos. En el momento exacto en que dijo el título, la audiencia, de aproximadamente 250 personas, quedó petrificada porque creía que quizá se trataba de un discurso de reivindicación marítima. Ante ese presagio, expresó: "No se alarmen, que esto es puro cuento”.
Crónica secreta de la guerra del Pacífico es un cuento que no puede estar más alejado del conflicto que inició en 1879 y que significó la pérdida del mar para Bolivia. Se trata más bien de la historia de un funcionario público llamado Pacífico que hace de la vida de sus compañeros un suplicio al no permitir que su "viveza criolla” logre que se hagan de algún dinero y otros beneficios.
Esta historia atemporal será incluida en la antología de cuentos que publicará la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. La trama muestra el "humor corrosivo” del autor, como reseñó el ensayista y literato Mauricio Souza sobre los textos de Araúz en el prólogo del libro Crónica secreta de la guerra del Pacífico y otros cuentos (Correveidile-2002).
"La temática del cuento se establece en torno a las relaciones que existían o existen en una oficina de la administración pública. Pacífico Mareño tiene un puesto muy importante y, por ende, se asume que tiene mucha ‘muñeca’. Surge toda una intriga con respecto a este señor porque es muy reservado (...). Diría que se trata de una visión irónica sobre lo que ocurre dentro de las oficinas”, expresa el autor sobre ese cuento.
La nueva antología rescatará la faceta de escritor de Araúz, reconocido por su aporte al periodismo y la crítica cultural del país y a quien sus colegas, pupilos y amigos conocen como Machi.
Nacido en La Paz, en 1941, su primer contacto con las letras fue a través de las aventuras que se contaban en las historietas o los artículos de la revista Billiken, mientras crecía en su casa de la calle Ecuador, en Sopocachi.
De historietas a periódicos
Cuando era adolescente se dedicó a dibujar y escribir sus propias historietas, "mientras todos se iban a jugar, yo me quedaba en casa dibujando”, dice. Esa creatividad se convertiría en uno de sus sellos como periodista, crítico y columnista décadas después.
Mientras toma un café rodeado por máquinas de escribir y libros, en The writers coffee (el Café de los escritores) en La Paz, recuerda que en su adolescencia ya había leído versiones sintetizadas de los grandes clásicos de la literatura como La Ilíada, La Odisea, Don Quijote de la Mancha, entre otros. Cada acápite de su historia personal y profesional lleva anécdotas enriquecidas por su forma de contarlas y su generosidad que no escatima detalles.
El momento de inflexión para dedicarse al periodismo cultural sucedió mientras cursaba la carrera de Geología en la Universidad de La Plata, en Argentina. El contacto con las secciones culturales de los periódicos argentinos, que no escatimaban en la cobertura y análisis sobre las artes, fue una etapa crucial. La Geología no fue su primera opción. Él quería ser periodista y lo más parecido a esa carrera, por esos días, era Filosofía y Letras en la UMSA. "Hubo gran escándalo, gran” cuando su familia se enteró de sus intenciones.
Una vez en Argentina, dejó poco a poco la carrera. Pudo más su vocación, se dedicó a leer con avidez y a involucrarse en las artes. Por aquel entonces convivía con el desaparecido cantautor de música de protesta Benjo Cruz y militaba en el Grupo Siglo XX.
A mediados de los años 70 regresó a La Paz huyendo de la dictadura en Argentina, y tiempo después se casó y formó una familia. Dice que su primer trabajo en el periodismo fue como "corruptor” (corrector) en El Diario. El olor a plomo del linotipo quedó para siempre en su memoria como un momento de profunda impresión.
Posteriormente, trabajó en el Consejo Nacional de Vivienda al menos durante una década y como administrador de esta institución se mudó a Santa Cruz.
La cultura y la narrativa
En la capital cruceña, en los años 80, se dio modos para escribir en revistas y ser redactor de El Mundo. La dedicación y la calidad de su trabajo pronto fueron reconocidas; tiempo después se convirtió en editor general y cultural del periódico El Día antes de ser jefe de informaciones de El Deber.
Por aquellos años asistió a un taller de literatura organizado por el poeta y escritor Jorge Suárez, quien "al leer Crónica secreta de la guerra del Pacífico quedó subyugado, tanto que lo incluyó en la publicación Taller del cuento nuevo (1986), raíz del movimiento literario que sigue vigente en Santa Cruz”, añade. A partir entonces, la obra narrativa de Araúz fue publicada en antologías en Bolivia, Suecia, Croacia, México y Estados Unidos, además de revistas como Jiwaki.
En los años 90 regresó a La Paz para trabajar como editor de cultura en La Razón. Posteriormente, trabajó en La Prensa, Presencia y los semanarios Pulso y Aquí, además de escribir columnas firmadas con el pseudónimo Machi Mirón. Continúa en esa labor.
Su aporte a la difusión cultural marcó varios hitos: lograr la inclusión de esta información de esa área en las tapas de los matutinos, establecer un tipo de curaduría en cuanto a artículos literarios y culturales y complementarlos con crítica y análisis. Una muestra de ello fue el suplemento Pegatina que se publicaba en el Semanario Aquí.
Como periodista tiene un sentido acucioso en entrevistas que se han dado en tertulias y hasta veladas trasnochadas, en las cuales dialogó con artistas, desde los más famosos a los escritores o poetas más iconoclastas.
Don Machi ayudó a formar varias generaciones de periodistas como un defensor acérrimo de las secciones culturales en la prensa escrita de Bolivia; en el presente su narrativa cobra un nuevo impulso.
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