lunes, 8 de junio de 2015
Libros digitales bolivianos ya empiezan a navegar en la red
La literatura boliviana tiene un problema de difusión en el interior del país, fundamentalmente porque el hábito de la lectura está poco extendido. Se lee poco y, por lo tanto, se vende poco. Pero resulta más complicado aún exportar obras de autores bolivianos al exterior. Tampoco es fácil importar a Bolivia obras editadas en otros países. Las nuevas tecnologías pueden ofrecer una buena parte de la solución a este problema.
Trasladar los libros impresos de un país a otro en Latinoamérica se convierte en una carrera de obstáculos, sobre todo porque resulta muy caro. Cuando el cliente de una librería boliviana compra un libro editado en otro país, la mitad de lo que paga corresponde a los gastos de transporte, los trámites aduaneros, los seguros y otros costos de este tipo. Lo mismo ocurre en todos los países de la zona.
Ernesto Martínez, gerente de la librería Martínez Acchini de La Paz, está dispuesto a superar estos impedimentos o, al menos, a intentarlo. “El libro digital es la solución. El gran beneficio de la tecnología digital está en hacer conocer los autores bolivianos fuera del país porque las nuevas herramientas nos permiten saltar las barreras logísticas”. Por eso se ha convertido en pionero en producir libros digitales en Bolivia y en distribuirlos a todo el mundo por internet.
DIFUSIÓN. Las editoriales La Hoguera, Gente Común, 3.600 y Plural, y algunos autores independientes confiaron en Martínez. Él digitaliza los libros y los pone a la venta en sitios de internet, como los de Amazon, Apple o la prestigiosa librería norteamericana Barnes and Nobles. Así, y después de negociar a fondo los derechos de distribución con todas las partes, los libros bolivianos que han entrado en este proyecto “se pueden comprar en cualquier país del mundo”. El proceso de conversión a soporte digital es importante, ya que los programas informáticos lo hacen automáticamente, pero a menudo con graves errores que solo se corrigen con una tarea concienzuda.
La duda del caminante, Memorias de un soldado de la Guerra del Chaco, de Enrique Ipiña, ha sido el que más éxito ha tenido en las tiendas virtuales. “En un momento fue el segundo libro más vendido en ficción histórica en Latinoamérica, delante de él solo estaba La casa del espíritus, de Isabel Allende”, según afirma Martínez. Otro buen ejemplo es Cuando Sara Chura despierte, de Juan Pablo Piñeiro, el primer título que se lanzó por este sistema y que alcanzó una buena difusión. “Los números no son grandes porque no son grandes para este género en español”, agrega el editor, pero mejorarán porque ahora “los mismos escritores, cuando viajan de promoción al extranjero, pueden decir: ‘compren mis libros... bájenlos de Amazon”.
DEMANDA. En ninguna parte del mundo el mercado de los libros digitales es tan grande como el de los libros tradicionales, pero en Bolivia es ínfimo. El director ejecutivo de la editorial Plural, José Antonio Quiroga, intentó abrirse a este nuevo negocio pero finalmente lo dejó por imposible. Inició un proyecto de importar lectores de libros electrónicos y venderlos a precio competitivo, cargados con 300 títulos de su editorial y con la posibilidad de cargar más cada año. No funcionó, como tampoco funciona lo que ofrece ahora: la impresión a pedido. Un cliente se acerca a la tienda, solicita un libro que sí existe en formato digital y se lo lleva impreso y encuadernado “en el tiempo en que se toma un café”, cuenta Quiroga.
Aun así, no baja los brazos: “Tenemos que ponernos a la altura de una demanda que todavía no existe pero que queremos crear”. Quiroga conoce “muy pocos lectores digitales en Bolivia —yo mismo tengo un libro digital que no uso—”, pero cree que las ventajas de la distribución va a crear la tendencia porque “es mucho más fácil llevar todos tus títulos a una plataforma digital”. Además, ve que ésta podría servir para difundir el hábito de lectura en el país: “Por ejemplo, si las 15 novelas fundamentales del Ministerio de Culturas o la Biblioteca del Bicentenario estuvieran disponibles en formato digital en las computadoras que dan a los estudiantes y a los maestros, quizás se crearía un grupo de lectores nuevos a los que es difícil llegar con el libro impreso”.
Esta tendencia se empieza a detectar entre los universitarios. El director de la carrera de Literatura de la UMSA, Guillermo Mariaca, afirma que sus estudiantes “Leen en el soporte que agarran. Cada vez más en la computadora porque en este país no hay libros”. Pero Mariaca se refiere a los libros que se descargan —piratas o legales— gratuitamente, no a los de pago. Por eso Martínez es pesimista sobre la expansión del mercado interno: “Esto sería solo para los que ya leían en papel. Ellos sí comprarían, pero el problema del cliente boliviano es que no quiere dar información de su tarjeta de crédito en internet. Y si quiere, tiene que llamar al banco, pedir autorización… así se le pone difícil hacer una compra”.
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