lunes, 15 de diciembre de 2014

Se publica un manuscrito inédito de Arturo Borda

La editorial La Mariposa Mundial presentará Nonato Lyra, una obra desconocida del escritor y pintor paceño Arturo Borda (1883-1953). Fue escrita, probablemente, en los años 40, de puño y letra en un cuaderno.
“Se trata de un manuscrito que relata el hallazgo de otro manuscrito, un recurso muy propio de Arturo Borda”, dice Rodolfo Ortiz, director de la revista La Mariposa Mundial, quien transcribió, anotó y editó Nonato Lyra.
El libro —impreso en Pittsburgh, Estados Unidos, donde actualmente Ortiz cursa un doctorado en letras— será presentado mañana a las 19.00 en Casa Kurmi (calle Murillo 728, entre Graneros y Santa Cruz).
Arturo Borda es conocido por El Loco, un extenso libro en tres volúmenes publicado en 1966 en el que, bajo una lógica narrativa, conviven varios géneros como la poesía y el ensayo.
Nonato Lyra —la obra toma el nombre de su personaje—, según Ortiz, tiene mucha cercanía con la temática y forma de El Loco.
Borda escribió El Loco aproximadamente entre 1912 y 1925. Ese manuscrito se extravió. El escritor y pintor reescribió el libro en los años 40 en nueve cuadernos. Una vez que se publicó —Borda ya llevaba 13 años de muerto— los nueve cuadernos desaparecieron.
El autor —cuenta Ortiz— en algunas de sus cartas habla de la existencia de un décimo cuaderno. Por la época de su escritura y por su cercanía temática, se puede especular que Nonato Lyra es ese famoso décimo tomo. Ortiz realizó un minucioso trabajo filológico al transcribir y fijar el manuscrito que contiene tachaduras, enmiendas y repeticiones. En las páginas pares figura la transcripción literal y en las impares, el texto fijado.  
El manuscrito se halla en el archivo de Ronald Roa Balderrama, autor de Arturo Borda. Historia desconocida de un artista boliviano, fallecido en 2010, el mismo año de la edición de su libro.
“Arturo Borda tenía mucho que decir —escribe en la presentación del texto Dioselinda Velasco, viuda de Roa y directora del centro cultural que lleva el nombre del estudioso—, el lienzo no le era suficiente para mostrar su mundo interior, para plasmar sus emociones, inquietudes y sobre todo su pensamiento; ¡cuánto gustaba filosofar con sus confidentes más: el papel, el lápiz y muchas veces la tinta!”.

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