Germán Coimbra Sanz. Santa Cruz, 1925 – 2007. Poeta, narrador, ensayista, historiador, dramaturgo, lexicógrafo y antropólogo. Ha publicado los poemarios: "Mientras tanto" (1960). "Romances del camino" (1987). "La canción que tú cantabas" (1990). "Chaquiras" (1996). "Gotas de poesía" (2007). "Estrellas del amanecer" (2007).
Sha-Quibaca
(La cacería)
Se van por el sendero pedregoso
desparramando risas
y pisando acuátiles perlas de rocío.
Son cuatro cazadores que se hunden
en las ondas crespas de la selva.
Son pequeños los hombres
bajo los viejos árboles
y mientras más se adentra
más pequeños se hacen.
El sol se filtra entre las hojas
y les quema tatuajes amarillos
en sus torsos desnudos
y al perderse las formas
no se sabe si es árbol,
no se sabe si es hombre.
Son almas los cuatro cazadores.
Pasan como neblina entre las ramas,
con el silencio muerto entre los labios.
Los trinos de los pájaros se quedan
encima de los árboles
y el viento suave se los lleva
más allá de las nubes.
El mapono auguró a los cazadores
que los cerdos bajarían al arroyo
y las gamas saltarían en los prados.
Es por eso que entraron
a la oquedad del bosque
donde solo se escucha el golpe tenso
del arco y la sorpresa del dardo
que se clava
y el borboteo de la sangre que corre
sobre la tierra negra.
Los cazadores fantasmas
de nuevo se hacen hombres
y al contar las piezas muertas
vuelcan sus ojos hacia el alma
y agradecen al ishi protector
que los observa convertido en gusano,
y desde la azul fosforescencia
de las hojas muestra su complacencia.
Así, los espíritus de los animales muertos
no entrarán en sus cuerpos.
Vuelven por el sendero al caer la tarde
desparramando risas,
porque en el pueblo se encienden las hogueras
y esa noche comerán sus muchachos.
Lascivia
Un además resuelto de su mano
hizo que me acercara.
Cuando estuve a su lado
sus pupilas estaban encendidas
y entornaba los ojos
como cuando se mira
más allá de la nada.
Me atrajo clavándome las uñas
en los brazos
mientras su cuerpo de suaves morbideces
estaba erguido y temblaba
como flor de quitanachí al viento.
Sus labios entreabiertos
maduraban al sol como una fruta
que deseaba morder.
Su aliento entrecortado me quemaba la sangre,
y yo le pregunté:
¿Pará qué me llamaste?
Tres chaquiras
1
Pretender que yo te quiera
sin que me muestres apego,
es querer que hierva el tacho
sin haber prendido el fuego.
2
No se enyunten por amor
si pal puchero no hay plata,
que acabándose el ardor
viene el diablo y los desata.
3
Sobre mi mano triste
cayó tu mano
como un rayo de luna
transfigurado.
Posiquish
(El sueño)
No sé cuál de los dioses me está soñando
y me hace andar por la selva enmarañada
y por la orilla de estos lagos
llenos de pájaros
y nubes blancas de relámpagos.
Soy el sueño de un dios
porque no siento
el peso de las nubes en mis sienes.
La tierra, el sol, el agua,
los hombres, los amigos, los bellos animales
y nuestros enemigos,
¿con el sueño de un dios?
No sé a quién preguntar
si somos almas de las vidas pasadas
y si el dios nos recibió en su cielo
porque estábamos muertos.
Estas fiestas de luz y alacridades
y ríos bordeados de frutales
y azules mariposas
no son para mí solo.
Todos formamos el paisaje,
pero esto que vemos: las luces, los colores,
¿son el sueño de un dios que está durmiendo?
Los ancianos anhelan tener el sueño eterno.
Comprendo su cansancio
y comprendo a los dioses
y pienso que en los cielos
no puede haber monotonía:
la eternidad no puede ser eterna
porque renace y muere cada día.
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