domingo, 21 de diciembre de 2014

Germán Coimbra Sanz. Santa Cruz, 1925 – 2007. Poeta, narrador, ensayista, historiador, dramaturgo, lexicógrafo y antropólogo

Germán Coimbra Sanz. Santa Cruz, 1925 – 2007. Poeta, narrador, ensayista, historiador, dramaturgo, lexicógrafo y antropólogo. Ha publicado los poemarios: "Mientras tanto" (1960). "Romances del camino" (1987). "La canción que tú cantabas" (1990). "Chaquiras" (1996). "Gotas de poesía" (2007). "Estrellas del amanecer" (2007).


Sha-Quibaca

(La cacería)



Se van por el sendero pedregoso

desparramando risas

y pisando acuátiles perlas de rocío.



Son cuatro cazadores que se hunden

en las ondas crespas de la selva.

Son pequeños los hombres

bajo los viejos árboles

y mientras más se adentra

más pequeños se hacen.

El sol se filtra entre las hojas

y les quema tatuajes amarillos

en sus torsos desnudos

y al perderse las formas

no se sabe si es árbol,

no se sabe si es hombre.



Son almas los cuatro cazadores.



Pasan como neblina entre las ramas,

con el silencio muerto entre los labios.

Los trinos de los pájaros se quedan

encima de los árboles

y el viento suave se los lleva

más allá de las nubes.



El mapono auguró a los cazadores

que los cerdos bajarían al arroyo

y las gamas saltarían en los prados.

Es por eso que entraron

a la oquedad del bosque

donde solo se escucha el golpe tenso

del arco y la sorpresa del dardo

que se clava

y el borboteo de la sangre que corre

sobre la tierra negra.



Los cazadores fantasmas

de nuevo se hacen hombres

y al contar las piezas muertas

vuelcan sus ojos hacia el alma

y agradecen al ishi protector

que los observa convertido en gusano,

y desde la azul fosforescencia

de las hojas muestra su complacencia.

Así, los espíritus de los animales muertos

no entrarán en sus cuerpos.



Vuelven por el sendero al caer la tarde

desparramando risas,

porque en el pueblo se encienden las hogueras

y esa noche comerán sus muchachos.



Lascivia



Un además resuelto de su mano

hizo que me acercara.



Cuando estuve a su lado

sus pupilas estaban encendidas

y entornaba los ojos

como cuando se mira

más allá de la nada.



Me atrajo clavándome las uñas

en los brazos

mientras su cuerpo de suaves morbideces

estaba erguido y temblaba

como flor de quitanachí al viento.



Sus labios entreabiertos

maduraban al sol como una fruta

que deseaba morder.

Su aliento entrecortado me quemaba la sangre,

y yo le pregunté:



¿Pará qué me llamaste?



Tres chaquiras



1

Pretender que yo te quiera

sin que me muestres apego,

es querer que hierva el tacho

sin haber prendido el fuego.



2

No se enyunten por amor

si pal puchero no hay plata,

que acabándose el ardor

viene el diablo y los desata.



3

Sobre mi mano triste

cayó tu mano

como un rayo de luna

transfigurado.



Posiquish

(El sueño)



No sé cuál de los dioses me está soñando

y me hace andar por la selva enmarañada

y por la orilla de estos lagos

llenos de pájaros

y nubes blancas de relámpagos.



Soy el sueño de un dios

porque no siento

el peso de las nubes en mis sienes.



La tierra, el sol, el agua,

los hombres, los amigos, los bellos animales

y nuestros enemigos,

¿con el sueño de un dios?



No sé a quién preguntar

si somos almas de las vidas pasadas

y si el dios nos recibió en su cielo

porque estábamos muertos.



Estas fiestas de luz y alacridades

y ríos bordeados de frutales

y azules mariposas

no son para mí solo.

Todos formamos el paisaje,

pero esto que vemos: las luces, los colores,

¿son el sueño de un dios que está durmiendo?



Los ancianos anhelan tener el sueño eterno.

Comprendo su cansancio

y comprendo a los dioses

y pienso que en los cielos

no puede haber monotonía:

la eternidad no puede ser eterna

porque renace y muere cada día.

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