Franz Tamayo nació en La Paz en 1879 y murió en esta misma ciudad el 29 de julio de 1956; fue poeta, político y diplomático boliviano. Presidente de la Cámara de Senadores y fundó el Partido Radical. Es primogénito de Isaac Tamayo Sanjinez y Felicidad Solares, mujer de sangre indígena. Recibió educación privada de humanidades, piano, alemán, latín y francés, entre otras materias. Habiendo sido su padre nombrado representante diplomático en Brasil y ausentándose del país con su familia a Europa, durante la revolución federalista de 1899, Tamayo estuvo fuera de Bolivia desde muy joven. Regresa al país, en 1904, pero se ausenta nuevamente en 1908 para estudiar en La Sorbona, París, Francia.
Este 29 de julio se recuerda los 57 años de la muerte de Franz Tamayo.
Recordemos que la Universidad Privada Franz Tamayo en 1996 conmemorando los 50 años de la muerte de Franz Tamayo Solares, le otorgó el título de Doctor Honoris Causa Póstumo, como reconocimiento a su aporte al pensamiento nacional.
El acto se realizó en el auditorio de UNIFRANZ, donde estuvo su hija, Elvira Tamayo de Bascopé, para recibir el diploma y la medalla, acompañada por su hermana Teresa Tamayo de Galindo, además de nietos y bisnietos del poeta, filósofo y político más connotado de nuestro país.
En tal sentido, el 26 de julio de 2006 el Honorable Senado Nacional, creó la Condecoración “Franz Tamayo”, el mismo que es otorgado anualmente al personaje destacado en la actividad pública del país.
Permanece imperecedero el recuerdo que los paceños tienen hacia el insigne patricio boliviano Franz Tamayo Solares, quien un 29 de julio de 1956, con 79 años, de edad falleció, legando al país una veta de la que aún continúa emergiendo pensamientos que enriquecen el caudal literario boliviano.
Sobre la vida y la obra de Franz Tamayo se han escrito sendos libros, pero ninguno logra atraparlo en su verdadera dimensión, que es la de un genio alzándose como una cumbre en medio de la planicie intelectual, donde algunos lo consideran un simple mortal de carne y hueso, con virtudes y defectos; en tanto otros lo mantienen en un pedestal, convirtiéndolo en un mito, y hasta en un tabú.
La obra de Tamayo es una de las joyas mejor pulidas en el cofre literario de un país que, a pesar de la desidia y los cercos de silencio que soportó durante siglos, aprendió a distinguir las luces de la genialidad en medio de las tinieblas.
UN GRAN PENSADOR
Desde su infancia la notable educación recibida, traspasó las barreras culturales plasmándose en él, el dominio de lenguas extranjeras, como el francés e inglés, cuando apenas era un niño. Sin embargo, no sólo éste fue un motivo de interés sino también el piano, resplandeciendo en él un talento musical innato.
El mundo y sus fronteras quedaron cortos frente a la magnificencia de este singular personaje, quien junto a su corta edad sacó a luz su primer verso, en Brasil.
Sus largos viajes a Europa le permitieron estrechar vínculos con uno de sus autores favoritos: Víctor Hugo, y de igual manera perfeccionar el alemán, griego y latín. Sus inspiraciones constituyeron la filosofía alemana de la época, Nietzsche, Shopenhauer y Fichte.
Fue este el espacio que le otorgó conocer a su primer amor, una joven francesa con quien contrae matrimonio, pero que no lo acompañó hasta el último día de su vida, ya que esa hermosa mujer no pudo resistir el contraste cultural entre París y el pequeño burgo altiplánico, decidiendo retornar a Francia. Allegados a Franz aseguran que fue ella la musa inspiradora de “Balada de Claribel”.
Franz Tamayo nació en la ciudad de La Paz el 28 de febrero de 1879, en pleno conflicto internacional con Chile.
Desde su infancia asimiló las ideas y experiencias de su padre, el mismo que, consciente de la aguda inteligencia y la enorme capacidad asimilativa de su primogénito, le procuró una educación privada de humanidades, con asignaturas que incluían lecciones de piano, alemán, inglés y francés.
La infancia de Franz Tamayo, que transcurrió entre la casa solariega de la ciudad y las propiedades rurales de su padre, estaba marcada por el amor de sus progenitores y la grata compañía de sus hermanos, con quienes compartía los juegos y las fantasías propias de su edad.
En su adolescencia entró en contacto con las culturas, lenguas y los escritores del Viejo Mundo. Uno de los que mejor supo tocar sus fibras íntimas fue Víctor Hugo, cuyas obras leía en francés y con pasión inusitada.
Franz Tamayo retornó a Bolivia en 1904, pero se ausentó nuevamente para estudiar en La Sorbona de París.
Entre sus obras majestuosas están: “Horacio y el arte lírico”; “Proverbios sobre el arte, la vida y la ciencia”; “Odas”; “Crítica del Duelo”; “Scherzos”; “La Prometheida o las Oceánides”; “Nuevos Rubayat”; “Tamayo rinde cuenta”; “Epigramas griegos”; “Prolífica producción periodística”, 58 artículos para este medio: EL DIARIO. Salvo “La Prometheida” que se volvió a publicar en 1948, el resto de sus obras permanecen sin reeditarse.
“La Creación de la Pedagogía Nacional”, en 1910, es considerada una de las obras capitales de la literatura boliviana. En ella Tamayo sostiene que imitar la educación de otros países era cometer un “bovarysmo pedagógico”, que anulaba las facultades de los originarios sin lograr el carácter nacional de la educación que el país necesitaba.
Consideró también que la escuela, tal como existía en Bolivia, pervierte al indio y envilece al cholo, y que las universidades, comparativamente más numerosas que las de Francia constituyen un sarcasmo por la presunción de sus objetivos y la mezquindad de sus resultados.
Uno de los temas más importantes de su pensamiento constituyó la temática de la raza.
El 1913 fue elegido diputado por La Paz y a partir de ese momento su carrera política fue ascendiendo hasta ser escogido como candidato a la presidencia por el mismo Salamanca. En el interín fundó y dirigió varios periódicos como El Fígaro y El Hombre Libre, de los que no existen archivos. Además sigió publicando, a costa de su bolsillo, varios manifiestos y folletos.
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