jueves, 11 de septiembre de 2014

TRES CLAVES REFERIDAS A GUNNAR MENDOZA LOZA

Se puede ofrecer como perfil de una gran persona y su obra, los años dedicados, el número de publicaciones y la magnitud de las instituciones que hubiera constituido. Sin embargo, entendimiento de las motivaciones y energías, se tiene a partir del acercamiento a sus orígenes y formación, y como llevó ésta al terreno. Es lo que se intenta en el boceto dedicado al archivero, bibliógrafo e historiador Gunnar Mendoza Loza (1914-1994).

Referente familiar. Don Jaime Mendoza, padre de Don Gunnar, psiquiatra e investigador chuquisaqueño, dijo de su propio progenitor que “/…/ no era médico”, sino “abogado”. Destacando lo que admiró, agregó que, “/…/ era un poeta”. Y eso fue lo que transmitió a su familia.

Incansable en la organización de hospitales para atención humana en su especialidad, también investigó. Por ahí, énfasis en el “trípode psíquico” para entender a las personas. Es decir, la atención a todas las dimensiones, que serían el “instinto”, la “afectividad” y la “intelectualidad”. Adicionalmente, no dejó de lado las historias, reconociendo el carácter central del “pasado” y el “porvenir”. Sugería tomar en cuenta memorias y proyectos a fin de captar la psicología e interactuar óptimamente.

Independiente y crítico, Don Jaime, cuestionó la doble moral en afanes celebratorios del Centenario (1925), en tiempos de desafíos. Eso lo llevó a dedicarse más a la investigación. Incursionó así en la geografía, la historia, la sociología y las culturas.

Acucioso y sensible, detectó necesidades. Se fijó en la creciente desatención de la sociedad a lo histórico y vernáculo, a nombre de modernización. Además, lamentó que capacidades intelectuales se dispersaban, por falta de respaldo, o institucionalidad. Específicamente, recogiendo preocupaciones de intelectuales que lo precedieron, llamó la atención respecto a la “indiferencia”, “desorganización de los archivos” y la ausente “demanda de libros”. En esas inquietudes, hay que remarcar, tuvo a su hijo Gunnar como acompañante, cómplice y heredero.

Formación jesuítica Luego de la preparación base hasta los 12 años a cargo del padre y la madre, Doña Matilde Loza, es significativa la opción por la educación jesuítica en el “Sagrado Corazón” sucrense a nivel secundario. Es que Don Jaime conocía las posibilidades, para la persona y comunidad, que abre la combinación escolástica (con agregados modernos), de valores, debates y ejemplo. Habiendo investigado sobre la Universidad de San Francisco Xavier, y publicado en 1924 (el tricentenario), sabía de las múltiples vías de libertad que ofrece.

Don Gunnar asimiló con creces. Al obtener el bachillerato en 1931, en su discurso de despedida, al cual se accedió mediante Gonzalo Molina, agradeció a sus maestros por el modelo de vida y orientación. Recuérdese que el padre Francisco Cerro, S.J., docente de matemáticas, autor de textos de geometría y meteorólogo, fue uno de sus mentores. Esto lo compartió otro jesuita, Jesús Auñón, que posteriormente trabajó en Sucre. A sus compañeros el joven bachiller del 31, pidió sigan con dignidad caminos en pos del ideal forjado. Les dijo que valoren más el traspié y la recuperación, que el ascenso a como de lugar. Remarcó que se esfuercen en superar la “incomprensión”, el “odio” y el “prejuicio”; en vivir de manera clara y compartir aquello.

Tomando la misión encomendada por su padre, Don Gunnar asumiría el legado de esa educación ignaciana toda su vida.

Supo extraer lo más beneficioso de la Ratio studiorum (1586, 1599). Complementariedad de los principios y lo cognitivo; lo humanístico y las ciencias aplicadas. Asimismo, los Ejercicios Espirituales, como inspiración y práctica. Combinando historia y futuro, que le inculcó su señor padre, dio significado y aplicación a los estudios secundarios.

Comprendió que se puede tener proyectos de vida particulares, dentro de un proyecto mayor de sociedad plural. Siendo esencial, que lo específico implique visión y responsabilidad.

Se comprometió durante seis décadas con la investigación, la orientación hacia la comunidad, y el apego a la ética. Concretamente, se abocó a las fuentes para el estudio del pasado (convirtiendo al Archivo Nacional de Bolivia, Sucre, en institución modelo), y los trabajos históricos aplicados, acercándose al ideal de sociedad justa. Todo esto, manifestando vocación de servicio, especialmente hacia las nuevas generaciones.

Lazos con la sociedad. El sentido de de justicia (lascasiano, como remarcaría Lewis Hanke), Don Gunnar lo recibió por vía paterna y de sus maestros de la Compañía. Además, desde la vivencia profunda, se lo inculcó Doña Matilde, oriunda de Chayanta y que pasó la juventud en Llallawa. Represión a las sublevaciones originarias y huelgas de la década de 1920, debió haber fortalecido el sentimiento. Adicionalmente, lo que observó cuando acompañaba a Don Jaime al Archivo Nacional, y colaboraba en la preparación del homenaje a San Francisco Xavier, tuvo que incidir. Específicamente, la llegada de caciques apoderados de la red de Santos Marka T’ula al repositorio años antes del Centenario, en busca de documentos (las copias respectivas) que fundamentaran los derechos a tierras de origen, libertad y educación propia. Lo ratificó, cuando hizo referencia a Agustín Saavedra, el “Compañero”, qichwa que le relató la “otra historia”, encubierta pero también esperanzadora. A aquello, también le dio cauce creador.

No es coincidencia que Don Gunnar negara que se pueda ser neutral ante la historia, y a la vez insistiera que historiadores/as sean estudiosos/as y a la vez protagonistas en la construcción de los procesos. Esa era la aplicación del conocimiento y los principios.

Muestra por ejemplo es la transcripción y publicación del Diario del guerrillero José Santos Vargas (1951, 1952), que contribuyó a ver la Independencia desde abajo hacia arriba. En qué momento. También el aporte al III Congreso Indigenista Interamericano de 1954 (agosto), en La Paz, relacionado a historia originaria, en plena Reforma Agraria. Lo último, a poco de reeditar El macizo boliviano de Don Jaime (1957).

Corolario. Quien escribe, honrando legados propios, relacionados a la importancia de las memorias para que personas, comunidades y sociedades sigan y retomen rumbos equilibrados y humanos, y la amistad de larga data con la familia Mendoza, cumple al hacer homenaje a Don Gunnar, cuya guía fue decisiva en sus logros personales. Lo hace recurriendo a varios tiempos y relato polifónico.

NOTAS

El texto precedente es síntesis de la ponencia presentada al Congreso de Historia Gunnar Mendoza Loza, Sucre, 5 de octubre de 2014. Han escrito sobre el tema: René Arze Aguirre, “Gunnar Mendoza”, en Presencia Literaria, Revista Cultural, domingo 13 de marzo de 1994, pp. 8-9; Luis Oporto Ordoñez, Gunnar Mendoza y la construcción de la archivística boliviana (1914-1994), La Paz, 2004; Gonzalo Molina Echeverría, “Gunnar Mendoza Loza (1914-1994): Centenario de un patricio boliviano”, La Prensa, miércoles 3 de septiembre de 2014, pp. A14-A15.

No hay comentarios:

Publicar un comentario