domingo, 7 de septiembre de 2014

Gunnar el memorioso



Hace más de 300 años, en Potosí, un hombre emprendió una tarea que le ocuparía más de 30 años de su vida: la escritura de la Historia de la Villa Imperial de Potosí, de sus riquezas incomparables, de su famoso cerro, de las grandezas de su magnánima población, de sus guerras civiles y casos memorables.

Ese hombre se llamaba Bartolomé Arzáns Orsúa y Vela, se reclamaba “hijo de esa Villa” y murió después de escribir unas 1.500 páginas “en folio de escritura prieta”.

Un siglo después, otro hombre, nacido en Oruro, a sus 18 años decidió incorporarse a las guerrillas independentistas del Alto Perú. “Ansioso estaba yo de ser patriota, mucho más con la intención de saber y apuntar lo que sucediese. Ello es que me entropé por ser más testigo ocular de los hechos”. Ese hombre se llamaba José Santos Vargas. Entre 1814 y 1825 con una mano empuñó las armas de la Patria y con la otra la pluma para escribir el Diario histórico de todos los sucesos ocurridos en las provincias de Sicasica y Ayopaya durante la guerra de la independencia americana.

En otra centuria, al promediar el siglo XX, otro hombre, que habría de pasar 50 años de su vida entre libros y papeles, descubrió los manuscritos de esas obras que habían sobrevivido milagrosamente a siglos de peripecias. Los leyó apasionadamente. Los estudió minuciosamente. Y, finalmente, los publicó. Ese hombre se llamaba Gunnar Mendoza Loza, era escritor, historiador y archivista. Nació el 3 de septiembre de 1914, en Uncía, departamento de Potosí.

Ahora que se recuerda el centenario de su natalicio, entre tantas facetas de su vida también se puede recordar el hallazgo de esos prodigiosos libros y su publicación, sucesos que cambiaron la percepción de la historia colonial y republicana de Bolivia.

Bartolomé Arzáns comenzó a escribir su historia de Potosí en 1705 —tenía 29 años— y la continuó hasta su muerte, en 1736. El libro solo vería la luz 229 años después. En 1965 fue publicado en tres gruesos volúmenes por la Universidad de Brown, Estados Unidos, acompañado de un extenso y minucioso estudio de Gunnar Mendoza, su descubridor contemporáneo, y del historiador norteamericano Lewis Hanke.

La Historia de Arzáns fue leída y valorada primero como un documento testimonial e histórico. Poco a poco, otra lectura —ya sugerida por Mendoza en su estudio— se fue abriendo paso: en el libro de Arzáns convivían la historia y la ficción, tanto el testimonio como la invención. Al cabo, esta lectura se impuso y hoy la Historia de la Villa Imperial de Potosí está incluida entre las 15 novelas fundacionales de Bolivia.

Pero para llegar a ese punto, el libro sobrevivió a dos siglos de aventuras. A la muerte de Arzáns, su hijo empeñó el manuscrito y así estuvo desaparecido 20 años, hasta que el Corregidor de Potosí encargó una investigación para hallarlo. A fines del siglo XIX, los herederos del acaudalado José Gabriel Quesada encontraron entre sus bienes una copia del manuscrito de Arzáns. Lo mandaron a Europa para publicarlo pero, en el camino, fue robado. En 1905, el coronel George E. Church compró un manuscrito de la Historia al librero Chadenat de París. A su muerte, en 1910, lo donó a la Universidad de Brown, la que finalmente lo publicó 55 años después. En 2013, se imprimió en Bolivia una edición facsimilar de la edición de Brown.

La historia del Diario del Tambor José Santos Vargas no es menos novelesca. El Tambor dio por concluida su obra en 1825, una vez que triunfó la Independencia. En los años siguientes hizo por lo menos una docena de intentos para que sea publicado. En 1853, en su última tentativa, lo envió al Presidente Manuel Isidoro Belzu. Nunca tuvo respuesta.

Casi un siglo después, en 1951, Mendoza descubrió en la sección Manuscritos de la Biblioteca Nacional una parte del Diario. Estaba entremezclado con otros documentos sin orden ni identificación. “Me entró la curiosidad y finalmente descubrí que se trataba del diario de un guerrillero de la independencia”, contó Mendoza según consigna Gonzalo Molina Echeverría en un artículo dedicado al tema. El historiador lo estudió, anotó y publicó en tres números de la revista de la Universidad de San Francisco Xavier entre 1951 y 1952.

Algo más de diez años después, en 1963, en un anticuario de Sucre “apareció” una versión íntegra del Diario. “Me bastó entrar, franquear la entrada para tomar en cuenta lo que era... literalmente me lancé sobre el volumen y era la segunda versión íntegra, autógrafa, del Diario de José Santos Vargas”, narró Mendoza. Lo adquirió para la Biblioteca Nacional. El texto completo se editó, finalmente, con un estudio introductorio de Gunnar Mendoza, en 1982 en la editorial Siglo XXI de México.


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