Edmundo Paz Soldán (1967), uno de los referentes más importantes de la literatura boliviana en el exterior, es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell (EEUU).
Autor de diez novelas, entre ellas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio Quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009) y Norte (2011); y de los libros de cuentos Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994), Amores imperfectos (1998) y Billie Ruth (2012).
Paz Soldán ha coeditado los libros Se habla español (2000) y Bolaño salvaje (2008). Su libro más reciente es Iris (Alfaguara, 2014). Sus obras han sido traducidas a diez idiomas, y ha recibido numerosos premios, entre los que se destacan el Juan Rulfo de cuento (1997) y el Nacional de Novela en Bolivia (2002).
Ha recibido una beca de la fundación Guggenheim (2006). Colabora en diversos medios, entre ellos los periódicos El País y La Tercera, y las revistas Etiqueta Negra, Qué Pasa (Chile) y Vanity Fair (España).
P: ¿Cómo y por qué se fue de Cochabamba? ¿Qué le motivó a tomar esta decisión?
R: Me fui en febrero de 1985. Yo tenía 17 años y mis papás decidieron que iniciara mis estudios de Ingeniería en la Argentina. Eran tiempos políticamente inestables después del retorno de la democracia, había huelgas constantes en las universidades, bloqueos, manifestaciones, y se pensó que quizás sería mejor buscar un lugar donde pudiera estudiar con más tranquilidad. Así terminé en Mendoza.
P: ¿Cuál fue el momento más difícil que ha vivido durante su estancia en el extranjero?
R: Fue cuando llegué a los Estados Unidos, en 1988, a continuar mis estudios. Los primeros seis meses fueron duros porque no entendía el lenguaje. Me había ido creyendo que lo sabía, pero la gente hablaba muy rápido y yo no entendía ni a mis compañeros ni a mis profesores. Estuve varias veces a punto de volverme a Cochabamba.
P: ¿Cuál fue el momento que más satisfacción le ha brindado su estadía fuera del país?
R: Mi mayor satisfacción ha sido poder vivir afuera sin desconectarme del todo del país. Al comienzo pensé que no podría hacerlo, que la fuerza de la cultura norteamericana se impondría. Pero por suerte he seguido escribiendo en español y publicando en Bolivia y regresando anualmente al país. Me siento muy feliz de mantener viva y renovada mi identidad boliviana.
P: ¿Cuáles son los principales logros que ha obtenido en el exterior?
R: Traducciones de mis libros a diez idiomas. El premio Juan Rulfo de cuento (1997). La beca de la fundación Guggenheim (2006).
P: ¿Cómo califica en general al cochabambino? ¿Considera que hubo un cambio cualitativo en su actitud? ¿Por qué cree Ud. que el cochabambino resulta más emprendedor en otros países o cree que también lo es en su tierra?
R: Al cochabambino lo califico como un ser contradictorio, alguien a quien le gustan mucho los desafíos, al mismo tiempo que alguien que disfruta de los placeres de la buena vida. No creo que haya grandes diferencias entre los cochabambinos que viven en su tierra y los que salen.
Para mí, el ejemplo de persona verdaderamente emprendedora es mi madre.
Ocurre que en el exterior, para sobrevivir, muchas veces al cochabambino no le queda otra que privilegiar su lado emprendedor.
P: ¿Qué mensaje tiene para los jóvenes?
R: Animarse a seguir su vocación, por más que vaya en contra de los tiempos actuales.
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