sábado, 21 de junio de 2014

“LA LITERATURA BOLIVIANA ESTÁ LEJOS DE CONSOLIDARSE”

El cuarto libro de Rodrigo Hasbún, Cuatro, llega de la mano de la editorial El Cuervo, así continúa en recorrido literario iniciado en 2006, cuando publicó su primer libro, Cinco (Ed. Gente Común), después siguieron la novela El lugar del cuerpo (Ed. Alfaguara) y Los años más felices (Ed. Duomo). Hasbún (1982) habla aquí sobre este libro y otros temas.

¿Hace ocho años que publicaste tu primer libro, ¿qué cambios notás en tu escritura desde entonces? ¿Qué es lo que te mueve a escribir hoy?
Aunque suene ingenuo, no estoy seguro de qué me mueve a escribir, y creo que nunca lo estuve. Hay algo misterioso, pero también infantil y más bien inútil, en eso de pasarse tanto tiempo conviviendo con gente que no existe y en eso otro de prestarle una atención obsesiva a las palabras. Creo que si supiera bien por qué lo hago, dejaría de hacerlo. Por ahora, la necesidad sigue ahí, y es una necesidad muy parecida a la que sentía cuando tenía 16 o 17 y empecé a escribir cuentos. Sigo sintiéndome igual de fascinado que al principio.

Syracuse es una especie de ‘cover’ del cuento El infierno tan temido, de Juan Carlos Onetti, ¿cómo fue el trabajo de escribir sobre un cuento tan importante, hacerlo tuyo?
Hace algo más de un año, Ilan Stavans y Aileen El-Kadi andaban armando una antología de clásicos latinoamericanos rescritos por escritores contemporáneos y me pidieron que participara. Casi de inmediato pensé en Onetti, en el cariño que le tengo, y en ese cuento hermoso que mencionas. Me acordé también de que disfrutaba mucho tocando canciones ajenas en mis años de músico: era mi mejor manera de ocupar el lugar de gente que admiraba sin dejar de ocupar un lugar propio, una forma de fundir dos sensibilidades, dos mundos.
Esa fue la actitud que asumí mientras hacía el cover de El infierno tan temido: homenajear a Onetti desde mis propias coordenadas. En esos días estaba obsesionado con un muchachito que se había botado de un puente después de que se filtrara entre los estudiantes de su universidad un video suyo, y atravesé esa historia con la de Russo y Gracia. Fue un desafío muy grato. Tanto, que algún día me encantaría hacer un libro de puros covers.

Hay dos cuentos corales Los nombres y Tanta agua tan lejos de casa, historias de rencuentros de amigos, mujeres y hombres, que se repiten en tus anteriores libros de cuentos, ¿por qué son tan importantes estos temas para vos?
Me conmueven las amistades duraderas, esas que se extienden durante décadas. Mi mejor amigo lo es desde hace 20 años y esa ha sido sin duda una de las experiencias más importantes en mi vida. Atestiguar la transformación de alguien, saber quién fue esa persona antes (el niño medio tartamudo, el adolescente al que ayudaste a vomitar la primera vez que se emborracharon, al que consolaste unos años después cuando se le murió un primo), compartir recuerdos banales y decisivos, una memoria común, todos esos son asuntos que agradezco en mi vida diaria y, según veo, vuelvo a ellos una y otra vez en mi escritura.

En el caso de Los nombres, los personajes ya han aparecido en otros libros míos, cuando eran más jóvenes. Quería seguirlos en el tiempo, saber en qué se estaban convirtiendo.

¿Qué lecturas te acompañaron en la realización de este libro, a qué libros, autores, disco o películas recurriste para salvar algún bloqueo?
Escribí los cuentos del libro en momentos distintos a lo largo de los últimos tres años, sin tener claro que terminarían reunidos en este volumen, y creo que cada uno de ellos tuvo de fondo estímulos divergentes. Pero más que libros o discos o películas, te diría que el verdadero ruido de fondo fue estar lejos. Es el primer libro que escribo de punta a canto fuera de Bolivia y esa distancia ha terminado incidiendo en los cuatro cuentos. Al irse uno pierde un lugar pero gana la posibilidad de recuperarlo en la memoria y en la imaginación, y también la de echarlo de menos. Desde ahí fueron escritos estos cuentos.

También hacés música, si se pudiera hacer una analogía de tu literatura con un género musical, ¿cuál dirías que corresponde?
Me interesa la cosa atmosférica del jazz y me siento muy cerca de la rabia y del sonido visceral del grunge. También me conmueven los cantautores tipo Johnny Cash o Micah P. Hinson, su lealtad a una voz, su soledad irremediable. Como escritor, sin embargo, no sé si realmente he logrado trasladar alguna de esas afinidades a mi escritura. Ojalá fuera posible hacer bailar o llorar a la gente con un cuento.

¿Qué creés que le falta a la literatura boliviana para consolidarse definitivamente?
Este es un momento muy bueno para la literatura boliviana y vale la pena celebrarlo, pero sin perder la perspectiva. Con esto quiero decir que, en conjunto, esa institución llamada “literatura boliviana” todavía está lejos de consolidarse. Por lo demás, ¿qué deberíamos entender en esos términos? ¿Cuáles serían las señales que evidencien una literatura viva? ¿Que disponga de una continuidad real, constituida por proyectos rigurosos de diez o quince escritores? ¿Que esté respaldada por una crítica igual de rigurosa y seria? ¿Que cuente con una comunidad significativa de lectores, fuera del país pero sobre todo dentro? Yo llevo casi dos meses en Bolivia y no he visto a una sola persona leyendo, ni en los cafés ni en las plazuelas ni en los micros ni en ninguna parte. Y eso, claro, resulta perturbador

En Traviesa [www.mastraviesa.com] te colocás en el otro lugar, el de editor ¿Qué tan difícil es? ¿Cómo se manejan con Rodrigo Fuentes a la hora de escoger autores para que participen de la revista? ¿Cómo escogen los temas para cada uno?
Soy muy amigo de Rodrigo Fuentes y siempre estuvimos en sintonía en cuanto a lo que buscábamos. En ese sentido, el asunto funcionó sin mayores dificultades, al principio en Ithaca (donde vivíamos ambos) y luego a la distancia (cuando los dos nos fuimos de ahí). A mi parecer el rol del editor es, ante todo, el del lector entusiasta y riguroso, un lector que tiene la posibilidad de sugerir itinerarios, y una de las motivaciones iniciales del proyecto era precisamente invitar a otros escritores a ocupar ese rol, curando antologías que respondiera a inquietudes personales.
Acabo de enterarme que la notable editorial española Caballo de Troya funcionará a partir de ahora bajo una lógica similar (tendrá editores invitados por un año) y me pareció una noticia estupenda y muy sintomática de lo que viene sucediendo. Las nuevas tecnologías le han dado una patada al tablero editorial y algunos roles tradicionalmente fijos se han desordenado por completo. Como tantos otros proyectos, Traviesa solo es posible gracias a ese desorden.

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