lunes, 15 de mayo de 2017

Colanzi cuenta sobre vestigios del mestizaje


LA OBRA Y SU AUTORA

"Nuestro mundo muerto" es un libro de cuentos en el que su autora ubica al lector en el umbral de dos mundos: lo terrenal y lo fantástico, la ciencia ficción y la idiosincrasia indígena, el recuerdo y la pesadilla.

En el texto se construye una atmósfera en la que hay siempre una añoranza, hacia el hogar, la infancia e incluso la tierra misma.

Los ocho cuentos que componen el libro presentan temas como los diferentes estados que alteran la conciencia, los personajes marginales, los cuerpos de animales, así como la tensión entre esa tensión y modernidad, entre otros.

La escritora, nacida en Santa Cruz en 1981, publicó Vacaciones permanentes (2010). Ganó el premio Aura Estrada en México, 2015. Actualmente dicta clases en la universidad de Cornell.

La escritora boliviana Liliana Colanzi, entre las mejores plumas jóvenes de Latinoamérica según la reciente lista Bogotá 39-2017, publicó en Argentina "Nuestro mundo muerto", su último volumen de cuentos, unidos por "la sensación de estar al límite" y donde retumban los vestigios del mestizaje.

La autora (Santa Cruz, 1981) señala que vivir lejos de su país le dio "una distancia necesaria para lograr cierta sensación de extranjería". "El hecho de estar fuera de Bolivia me ayudó a conseguir justamente ese extrañamiento que es el que hace para mí interesante o posible un texto", indica.

Pero a la vez Colanzi, que culminó hace unos meses un doctorado en la Universidad de Cornell en Ithaca, estado de Nueva York, apunta: "Vivo en Estados Unidos, pero mi cabeza está en Latinoamérica. (...) Estoy de alguna manera emocionalmente más ligada a Latinoamérica".

La escritora presentó en la librería Eterna Cadencia "Nuestro mundo muerto" junto a los argentinos Selva Almada y Denis Fernández. Previamente explicó que lo que le atrae de un volumen de relatos "es que no sea simplemente juntar cuentos bajo un mismo título y que no tengan ninguna conexión entre sí". Su búsqueda se dirige a que "haya una atmósfera similar en todos los cuentos, aunque traten de diferentes temas o en diferentes épocas”.

¿Dónde radica la unidad entre ocho relatos que transcurren en escenarios tan distintos como Marte, la selva o la nieve? "Es como un estado de ánimo el que une estos cuentos, que tiene que ver con una pérdida de la sensación de la realidad y con estados alterados de la conciencia", analiza Colanzi, que participó esta semana en el Diálogo de Escritores Latinoamericanos de la 43 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

"Nuestro mundo muerto", recientemente publicado en Argentina por Eterna Cadencia, juega en los márgenes de la ciencia ficción, lo fantástico y lo pesadillesco. Entre paranoias, fantasmas y supersticiones, se filtran los ecos de la idiosincrasia indígena y su historia de explotación, en confrontación con la vida moderna y urbana.

Por las páginas del libro transitan personajes disímiles, como unos niños que enfrentan la muerte de un amiguito, un hombre obsesionado por un peón camba accidentado, un joven poseído por la voz de un indio mataco y una mujer de misión en Marte. Dos de los relatos, "Caníbal" y "Chaco", recibieron el premio Aura Estrada.

"Me interesó justamente explorar cómo en la lengua misma nuestra hay vestigios de esa relación con otras culturas que han sido derrotadas. Y de pronto una palabra como pitaí (sarpullido) nos está hablando de un pasado del que sabemos poco y del que tampoco nos interesa saber, porque hay también una relación de culpa y responsabilidad con ese pasado que no nos interesa asumir", afirma.

A la pregunta de si la explotación de los indígenas sigue siendo una realidad en su país, considera: "Es una deuda muy grande que tenemos con este pasado bastante reciente. Sé que por ejemplo todavía hay lugares en el Chaco y en Bolivia donde los indígenas están en una situación de esclavitud. Obviamente mucho menos y en mucho menor escala que hace 15 años por ejemplo, pero sí es impresionante que en pleno siglo XXI todavía existan estas circunstancias".

"Creo que todo el progreso y el desarrollo está hecho a partir de estas historias de explotación de los indígenas. Todas las industrias tienen estas historias de esclavitud, en las que la mano de obra ha sido indígena, campesina", sostiene Colanzi, quien publicó previamente el volumen de relatos "Vacaciones permanentes".

En los últimos años "desde lo simbólico ha habido un cambio muy fuerte, en el que la figura del indígena ha sido reivindicada por el Gobierno de Evo Morales. Lo que ha pasado es que por ejemplo ha habido una recuperación de lo indígena andino, pero no tanto de otras culturas indígenas como las de la Amazonía, que siguen en el profundo olvido", dice.

Mientras tanto, Colanzi aporta su mirada sobre el interés renovado de editoriales independientes en Estados Unidos por la literatura latinoamericana: "Después del 'boom' latinoamericano vino el 'boom' que fue (Roberto) Bolaño y eso ha abierto puertas a muchos otros autores latinoamericanos".

Colanzi, asimismo seleccionada entre 20 escritores del mapa de la nueva literatura latinoamericana en la última Feria Internacional del Libro de Guadalajara, tiene contrato para enseñar en la Universidad de Cornell, un "pueblo universitario", desde agosto.

"Usualmente las visas de trabajo demoran tres meses en salir, pero con el Gobierno de (Donald) Trump el tipo de visa al que estoy postulando ha pasado a tardar ocho o nueve meses y no voy a estar muy probablemente a tiempo para el comienzo del semestre. Entonces ahorita está un poco suspendido mi futuro... la idea es que una vez salga la visa de trabajo voy a volver allá", comenta.

FUTUROS PLANES

Entre sus próximos planes despunta un pequeño proyecto, Dum Dum Editora, que publicará en Bolivia "Eisejuaz" de Sara Gallardo, una autora que la deslumbró. Colanzi se siente a gusto en ese oficio, porque "es una forma de poder ofrecer algo más al debate, a aquello que se está leyendo". Y acota: "Trabajar sobre una obra que no es la mía también provoca otro tipo de placer menos angustioso".

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