jueves, 21 de julio de 2011

Víctor Montoya ayer en el Foro de Escritores

“Repatriado por el Centro Patiño”, mucho tenía que decir Víctor Montoya (La Paz, 1958), tras 34 años de ausencia de Bolivia, ausencia inicialmente obligada por el exilio (y violencia) que sufrió a manos de la dictadura banzerista, hechos que marcaron su vida y obra literaria de más de diez libros de novela, crónica periodística y ensayo. El literato abrió ayer por la noche el Quinto Foro de Escritores Bolivianos, que se prolongará hasta el sábado en el Patiño (Av. Potosí No. 1450), con el concurso de siete narradores que debaten los “Temas y enfoques del cuento boliviano de hoy”. Sobre su ponencia “Los cuentos de un escritor repatriado”, Montoya dialogó con OPINIÓN.

P. Catalogó sus cuentos en “violentos”, “en el exilio” y “de mina”. ¿Se puede entonces aseverar que es usted un escritor políticamente comprometido?

R. Sin lugar a dudas. Soy un escritor comprometido porque, mientras exista injusticia social, discriminación racial, me consideraré siempre un luchador social además de ser escritor, porque los escritores no somos otra cosa más que moduladores de voces anónimas, no por tanto darles una voz a los sin voz, sino porque de algún modo queremos rescatar la memoria colectiva para dejar un precedente para las generaciones del futuro, a través de nuestra literatura que acaba siendo un testimonio de época, un testimonio histórico. Las generaciones del futuro deben saber cómo vivíamos, qué comíamos, qué olores y sabores nos gustaban, qué cosas odiábamos y qué cosas amábamos. En mi caso, el compromiso con la realidad social se expresa también a través de mi obra literaria.

P. Dijo sin embargo que su obra se aleja del realismo social. ¿Cómo logra esto?

R. Una gran parte de mi literatura se aísla un poco del realismo social que se ha hecho mucho en Bolivia. Trato de rescatar los mitos y las leyendas, por ejemplo de las minas. En Bolivia se ha descrito al minero siempre desde la perspectiva socioeconómica, olvidándose que este minero tiene también sus leyendas, mitos, sueños, fantasías, pesadillas y esperanzas, y que uno de esos personajes que forma parte de la mitología y mentalidad del minero es el Tío de la Mina, un personaje que sintetiza el sincretismo religioso, pero también el mestizaje de nuestra cultura. No hay nada con mejor identidad nuestra que no fuese ese personaje ambiguo, que al mismo tiempo es dios y demonio, exactamente como somos los seres humanos. Sin embargo, aunque la literatura correspondiera al realismo mágico, no tiene por qué el escritor dejar de ser un elemento comprometido con su realidad social (...).

“Me ha repatriado una institución cultural”

P. Admitió en su ponencia que su trabajo ha sido difundido mayormente por la red Internet. ¿Ha alcanzado este medio como para que no se sienta un exiliado literario de su país?

R. Extrañamente, correspondo a esa categoría de escritores si tú quieres marginales, cuyas obras lucen por su ausencia en las librerías bolivianas. Aunque soy un autor de más de diez obras estoy seguro de que ni tú mismo como periodista de cultura has leído una sola de mis obras. ¿A qué se debe esto? A que Bolivia ha tenido desde siempre una política cultural muy mal orientada. Se han invertido millones de dólares y pesos bolivianos en cualquier otro tipo de proyecto, menos en la educación y la cultura. Nadie se ha preocupado por ejemplo por promover mi libro que tiene mucho que ver con la historia de una etapa de este país, que es la etapa de la dictadura militar, para revelar y denunciar los métodos de tortura que se usaron, y para que no se vuelvan a repetir más en nuestra historia. Si yo no tuviera la gran facultad que te dan hoy los medios masivos de información como el Internet, lo más probable es que mi literatura hubiera tardado mucho más en llegar a Bolivia. Me he convertido en una suerte de escritor que parece que ha pensado y proyectado sus obras con el criterio de que la gente, incluso la que no tiene un solo centavo, pueda acceder de manera gratuita a las mismas. No escribo libros para hacerme millonario, ni ganar premios, ni ser ministro. Escribo libros por una necesidad existencial, para no morirme. No escribo para tener una pose intelectual. Soy un hombre más de a pie, un trabajador de la cultura. Escribo porque tengo la necesidad de hacerlo. Esto quizá me diferencia muchísimo de otros autores. Y así como marginal me sentía y me siento, creo sin embargo que mi literatura, si tiene el peso suficiente que tiene que tener como obra de arte, será leída igual un día, ya sea en Internet o en cualquier soporte. Estoy plenamente convencido de que aquello que sirve, aquello que tiene que leerse un día, se va a leer igual. Acá lo que se quiso soterrar y meter en las catacumbas del olvido, también un día saldrá de esas catacumbas. Lo va a sacar un lector como tú (…). Cuando el Centro Patiño me invita a venir a Bolivia, es como si me estuviera repatriando. A mí no me está repatriando el gobierno, sino una institución cultural para que hable de mi literatura. Y yo vengo por primera vez, después de 34 años fuera del país, a contar sobre mis cuentos (...).



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