domingo, 31 de julio de 2011

El primer tomo de las ‘Obras completas’ de Zavaleta se presentará en la Feria del Libro de La Paz

Lo escrito —cómo las diferentes clases, partiendo de puntos materiales diferentes, de distintos apetitos clasistas y aun de diferentes doctrinas sobre sí mismas, llegan sin embargo a un único punto de congruencia insurreccional, que era el proletariado: cómo este acceso al aparato del poder político produce en él una verdadera sustitución de clases— es la descripción de la fuerza con que llegan estas clases, es decir, su aspecto triunfal. Vamos a ver ahora el aspecto de la debilidad con que llegan las clases y cómo tales debilidades explican todas las características del proceso de la Revolución.

La victoria del lado pequeño-burgués del doble poder no se debió propiamente a una defección personal de los dirigentes obreros (que no hicieron sino responder a su complicado origen) ni tampoco a un lúcido maquiavelismo de Paz Estenssoro y los demás dirigentes de clase media, porque ellos no hicieron sino tomar lo que se les daba. En verdad, la hegemonía pequeño-burguesa era una fatalidad que resultaba de la inmadurez de la clase obrera. El solo hecho de que participara de aquel frente policlasista casi sin condiciones era ya una prueba de su fragilidad. Quizá la precipitación del derrumbe del Estado oligárquico, consecuencia de la mera voracidad sin plan de clase del Superestado, aceleró una preponderancia prematura de la clase obrera que, sin embargo, no era capaz todavía de una ideología propiamente obrera, incapaz, por consiguiente, del propio poder al que dio lugar.

Es así cómo la pequeña burguesía nacionalista pudo dar un auténtico golpe de Estado dentro del poder policlasista. El proletariado, desde luego, era desde hacía tiempo una clase en sí, a diferencia del campesinado, que era una suerte de acumulación demográfica disgregada en el fatum territorial. La evolución de su lucha, en el decurso insurreccional, lo va convirtiendo paulatinamente en una clase para sí. Pero la conciencia de clase no llega en un solo instante sobre la materia de la clase. En realidad, sólo puede decirse que el proletariado se hace clase para sí cuando adquiere una dirección también proletaria, en condición y en ideología. No se podía pedir tanto a una clase que nacía a la política, en la Bolivia del 52.

Por consiguiente, la clase obrera se organiza por la vía caudillista: la pequeña burguesía le presta hombres para que sean sus dirigentes. Es muy característico lo que ocurre con lo que se podría llamar la construcción de Lechín y los demás dirigentes como líderes obreros. Entonces, en primer término, el caudillo expresa a la clase; pero después la sustituye, quizá atraído por su propia extracción pequeño-burguesa, atendiendo al llamado considerable de su punto de partida; pero la sustituye desvirtuándola, por lo menos por un tiempo. El resultado de la sustitución de la clase por el caudillo es el desplazamiento del poder dual, que estaba en la raíz del modo de la captura del poder, por el cogobierno entre la COB y el MNR. Con gran facilidad, la pequeña burguesía instala en la cabeza de la dirección caudillista de la COB todo un repertorio de mitos, de concepciones y de métodos y, al final, no habrá una verdadera diferencia entre el modo de ver el poder y su destino que se tiene en un lado y en el otro. El cogobierno empieza como una coexistencia y termina como una asimilación de la clase obrera a la visión de la pequeña burguesía. La clase que debió hacerse explícitamente socialista ya en ese momento se estanca en el esquema nacionalista del poder.

Aun así el proletariado puede cumplir importantes tareas. Se puede decir, por ejemplo, que la clase obrera libera al campesinado, desde el aparato policlasista. ¿Quiénes dirigen la ocupación de las tierras? Algunas vanguardias organizadas por los obreros. El propio hecho de que las organizaciones pasen a llamarse “sindicatos” señala que se organizan a imagen y semejanza del proletariado. No es el movimiento autónomo, intrínseco del campesinado el que logra la liberación campesina; la revolución agraria de l952 es resultado del proceso que le viene de las otras clases, especialmente del proletariado y no hay nadie que pueda decir que el proceso insurreccional haya consistido en una guerra agraria.

El resultado de esta liberación vertical, casi paternalista, de arriba hacia abajo, del proletariado hacia el campesinado, resultó paradojal. Finalmente, al liberar a los campesinos, los obreros estaban creando las condiciones para que la pequeña burguesía les arrebatara la hegemonía dentro del poder porque el campesinado creó una fijación (como los pequeños burgueses con el patiñismo) no con relación a la clase obrera, que lo había liberado desde el Estado, sino con relación al aparato del Estado como tal. Los dirigentes campesinos se acostumbraron a tratar de continuo con el aparato del Estado, a no existir independientemente de él y, por eso, cuando el imperialismo toma directamente dicho aparato —con Barrientos— el trato se continuará casi con las mismas características. El campesinado había hecho un hábito de su dependencia del Estado y tardará un tiempo antes de que las nuevas contradicciones internas de clase engendren otros sectores dinámicos en esta clase. En lo momentáneo, se crea una dependencia estable a condición de que el poder respete la tierra, que era el objeto, el ideal y también la trampa de esta desgraciada gente.

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