domingo, 31 de julio de 2011

La literatura en los límites del copyright

Jürgen Graf

Parte II

Defensa del montaje de los textos de una joven escritora que divide las opiniones

“De mí misma no hay nada en absoluto.

Yo misma ya no soy de mí”.

Helene Hegemann no se contenta con una indicación así de nebulosa. Ya en la página 15 de su novela (Axolotl Roadkill) le hace explicar a uno de sus protagonistas el concepto poético de su texto: “Me sirvo de todo aquello donde encuentro inspiración y que me da alas (...) No importa de dónde tomo las cosas, lo importante es adónde las llevo”. En su réplica pública a la acusación de plagio declara su estética con la misma fórmula: “En cuanto al contenido, encuentro que mi conducta y mi modo de trabajar son totalmente legítimos y no me hago ningún reproche, lo que quizás se deba a que provengo de un sector en el que para escribir una novela se procede más bien como lo haría un director, esto es, sirviéndose de todo aquello donde encuentra inspiración. Sea como fuere, la originalidad no existe, sólo la autenticidad. (...) De mí misma no hay nada en absoluto. Yo misma ya no soy de mí”.

Es imposible dejar de ver el paralelismo con la estética del montaje de Elfriede Jelinek, quien no en último término dejó escrito en el prólogo de su Bambiland: “Pero el resto tampoco es mío. No es de buena familia. Es de los medios”.

La investigación de plagios Kathrin Ackermann define el montaje como un texto que, al igual que el plagio, “incluye en una obra textos preexistentes, cuyo origen por lo común no se declara adrede”. Pero a diferencia del plagio, el texto-montaje no oculta que se ha valido de textos ajenos. Justamente esto es lo que sucede en la novela de Hegemann. Axolotl Roadkill se presenta continuamente como texto-montaje, emite sin pausa señales de que se trata de una trama textual de materiales ajenos insertados en ella. Más aún: uno de los leitmotivs recurrentes en la novela es tematizar el incierto origen de su trasfondo mental y de lo presuntamente vivido. Axolotl Roadkill desarrolla un juego literario entre la afirmación y la implícita retractación de lo afirmado, entre señalar y autoponerse en duda.

Con una voz narrativa irónica y distanciada, la novela no cesa de poner en duda la austeridad de sus propias afirmaciones. ¿Puede verdaderamente acusarse a una novela semejante de que está engañando a quien la lee?

Helene Hegemann, pues, no disimula en ninguna parte de su novela que su texto se ha valido de textos ajenos. Muestra abiertamente que ha copiado de esos textos ajenos de acuerdo con una estética del montaje, lo único que no dice es en qué momentos y de qué textos sucede esto. Pero eso es algo que apenas sí lo ha hecho algún autor de montajes, especialmente no lo han hecho los más famosos entre ellos. Si la cita encubierta es arte entre los grandes de la literatura, ¿por qué precisamente ha de ser plagio en el caso de Helene Hegemann?

¿Cuándo es una libertad artística saltarse a la torera el copyright y cuándo es plagio? Es el texto-montaje de Hegemann algo reprochable porque utilizó un texto apenas conocido, de tal manera que casi ningún lector puede darse cuenta de que se trata de una cita? Pero también Celan, Mann o Jelinek colocaron textos ajenos en sus obras, escondidos de tal manera que tan sólo un especialista los reconocería, ¿y cuántos lectores pueden vanagloriarse de identificar fragmentos de, por ejemplo, el discurso como rector de Heidegger, o de la obra completa de Hölderlin?

¿O es que Hegemann ha “robado” y “transcrito” porque usó un texto aparecido de manera relativamente cercana en el tiempo? Pero tampoco aquí pueden hacérsele reproches a Hegemann sin criticar al mismo tiempo a autores y obras generalmente respetados. Así pues, desde el punto de vista histórico-literario, Helene Hegemann no hizo nada que no pertenezca al estándar de la escritura en otros elogiadísimos autores de montajes de textos. Pero lo que puede ser legítimo desde el punto de vista artístico, en la esfera jurídica sigue siendo un atentado contra la propiedad intelectual. ¿Puede pues el are pasar por alto el copyright, si se obtiene de ello un valor estético añadido?

En la praxis literaria, la estética del montaje se mueve en una zona indefinida entre el copyright y la libertad artística. Helene Hegemann tuvo la mala suerte de darse a conocer como talento joven allí donde otros desaparecen en la zona indefinida. Pero antes de poner en la picota a una joven autora, la opinión pública debe poner en claro, primero que nada, si está dispuesta a hacer la vista gorda a favor del valor artístico añadido y en contra de un severo copyright, o si la propiedad intelectual está por encima de cualquier arte; y hacerlo al precio de que algunos textos de rango literario universal nunca se los hubiera podido escribir.

(Die Zeit)

Traducción del alemán: Ricardo Bada.

De Humboldt, 154.

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