domingo, 31 de julio de 2011

FIL homenajeará a escritores poniendo sus nombres a los ambientes del COE

Siendo este año la décima sexta Feria Internacional del Libro (FIL) dedicada al Patrimonio Cultural de La Paz y de Bolivia, el encuentro literario ha querido homenajear a escritores y poetas.

En este sentido, decidieron poner a una de las salas del ambiente ferial, que este año se instalará en el Círculo de Oficiales del Ejército (COE), el nombre del escritor Julio de la Vega y a otro de los ambientes el del destacado editor y librero Werner Guttentag.

JULIO DE LA VEGA

Con respecto a este personaje de la literatura nacional, Juan Carlos Orihuela escribe: “Puerto Suárez fue siempre un paraje fluvial por el que los barcos se acostumbraron a descender parsimoniosamente entre algas, filamentos, peces y carnadas. Un límpido espacio solar, caluroso y de frontera que por siempre miró pasar lianas, peces y troncos que derivaban sin prisa. Sus rincones ferroviarios reposaban silenciosos frente a una luz nunca austera que sólo desaparecía, a la hora necesaria, detrás de su cerro mayor. El ritmo de sus temporadas no le había permitido otra intensidad que la algazara del agua.

Es en ese puerto fluvial de Santa Cruz de la Sierra nació Julio de la Vega Rodriguez, un caluroso marzo de 1924. Poco tiempo después, junto a su familia, se afincaría en Santa Cruz, luego en la ciudad de Cochabamba y, finalmente, en la de La Paz. Para entonces ya había intuido que el mundo también era posible a partir de otros signos y otros guiños y se entregó apasionadamente a descubrir las misteriosas tensiones de la vida.

Entre tanto, por un azar, como sucede siempre en cuestiones de amor, se había rendido a unos ojos impacientes y a una sonrisa bullanguera que nunca más dejarían de acompañarlo. Bethsy González se había apoyado en su alma ofreciéndole el contacto con las cosas inmediatas del mundo y una plenitud de hijas que sabrían amarlo como se ama a un oso perdido en la llanura, desorientado, triste y encantador.

Había comenzado su militancia en esa impía segunda Gesta Bárbara. Era tiempo de develar el origen constructor de las palabras que definirían para siempre las irreverencias de su alma. Y vinieron luego sus poemarios esenciales, Amplificación temática (1957), Temporada de líquenes (1960), y Poemario de exaltaciones (Premio Nacional de Poesía “Franz Tamayo”, de 1966). Y vino también la enorme poesía y amistad de Gustavo Medinaceli junto al talento y el compromiso de Valentín Abecia, Mario Guzmán Aspiazu o Mario Miranda Pacheco, con quienes constituirían uno de los momentos más notables de la literatura boliviana contemporánea.

También reveló una de sus ganas más íntimas y escribió obras teatrales de singular importancia, entre las que se destacan El sacrificio (1965), Se acabó la diversión (1973) y La presa (1984), aunque sería en la narrativa donde mejor se entrevería su espíritu inconforme e impugnador, que le llevó a impostar dos de las novelas bolivianas más importantes de la segunda mitad del Siglo XX: Matías, el apóstol suplente (1971) y Cantango por dentro (1986).

En 2004 le fue concedida la medalla “Pablo Neruda”, premio instituido por la República de Chile a 200 escritores sobresalientes en todo el mundo, y un año más tarde, en 2005, el Gobierno Nacional le otorgó el Premio Nacional de Cultura. Fue miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua, aunque así y todo, Julio de la Vega ni se afana por nada ni se ufana de nada.

Decir algo de Julio de la Vega es nombrar su abuelitud mansa, su paternidad sin bulla, su amistad con los árboles conocidos de ese parque tutelar que se agita en los bordes de su casa de siempre. Es mentar a un boliviano humano e irracional, pétreo cuando quiere, tío por antonomasia, leal, vagabundo lector, imaginero, implacable conversador, renegón de oficio, tierno como un alce. Es saber que aún tiene sitio en el mundo la raza inextinguible de un buen burlador, de una araña solitaria, de un seductor de antaño, lento como los astros, peligroso y poseedor de una de las risas más hermosas cuando hay de qué.

La herencia literaria de Julio de la Vega es un tránsito comprometido con lo esencial de la vida, pero es, además, un testimonio de voces escuchadas, aprendidas y repetidas entre cavernas milenarias y ecos que se cruzaron en el tiempo, entre lianas y cuerpos heréticos e irreverentes que nunca desahuciaron ni el amor ni las formas letales del humor. Es ésta una de aquellas obras inscritas en el inabarcable paso de aquellos escasos poetas generosos a tiempo completo que nacieron en la vida pero se fortalecieron en sus márgenes”.

WERNER GUTTENTAG

El destacado editor y librero de nuestro medio Werner Guttentag nació en Breslau el 6 de febrero de 1920. Las persecuciones nazistas contra los judíos hicieron que él junto a su familia huyeran inicialmente a Holanda y luego a Sudamérica terminando su peregrinaje en Cochabamba en el año 1939.

En 1947 adquiere la ciudadanía boliviana y a poco empieza actividades de editor, gracias a su contacto con muchos intelectuales bolivianos. En ese momento nace la editorial “Los Amigos del Libro”.

Aparte de su actividad de comerciante, librero y editor, con más de 900 textos aislados o en colecciones, da a conocer y expone el libro boliviano en el exterior, convoca y premia a los literatos del país en varios concursos.

El editor, impulsor y batallador será reconocido este año con la sala Werner Guttentag, donde participarán editoriales como la Hoguera y Santillana presentando sus libros, al igual que Fundaciones como UNIR y PIEB, junto a la librería Martinez Acchini y las actividades que ésta presenta.

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