domingo, 27 de abril de 2014

LA NUEVA NOVELA DE EDGAR ÁVILA ECHAZÚ

Roma 53, la última novela de Edgar Ávila Echazú, publicada por Plural Editores, no ha merecido aún el comentario de la crítica profesional, sea por su aparición reciente o porque su lenguaje y técnica singulares no son de fácil lectura.

Lo curioso es que en el muestrario de publicaciones del quincenario Nueva Crónica y buen gobierno, el comentarista de la empresa editora casi desahucia la novela calificándola poco menos que de texto de educación sentimental con pasajes que provocan aburrimiento. Un juicio a todas luces, malevolente y que no corresponde a la verdad.
La obra narrativa de Edgar Ávila Echazú nunca ha satisfecho a quienes se han dormido con las primeras páginas de En busca del tiempo perdido, el Ulises o Paradiso, porque prefieren los desarrollos argumentales anacrónicos, anclados en la tradición, o, en el peor de los casos, cualquier novelita de aeropuerto.
Para mí que no soy crítico, sino que me pretendo lector atento y selectivo, Roma 53 es un canto de homenaje a esa ciudad de tanta riqueza histórica y cultural y una balada elegíaca que revive una hermosa experiencia de amor. Pero es mucho más que eso si se intuye o descubre las sorpresas de ese tejido verbal y el funcionamiento de esa escritura. Al narrador no le basta describir con una erudición envidiable los tesoros que Roma heredó del pasado, la arquitectura, la pintura, la escultura y aun la música, sino que esa descripción se entrelaza con llamémosles avatares de los personajes, con puntos de vista temporales y espaciales intercambiables, de manera que se narra desde un presente, un pasado y un futuro simultáneos y en un tono que en ninguna circunstancia abandona su calidad poética.
En el siguiente párrafo puesto en boca de uno de los personajes podría estar la clave con que se ha concebido la novela: “No, Jorge, lo que él hace, ¿no te has dado cuenta?, es narrar lo que vivió y nos lo hace ver con un método absolutamente cinematográfico. Ampliar secuencias con encuadres diversos, es lo que te confunde. Eso es cuando se deja llevar por la emoción, porque, la verdad, che, es que relata con un cierto orden aunque dando por sentados algunos detalles. ¿Capito?”
Y sin embargo, tampoco esta posible explicación es suficiente para develar las sutilezas y complejidades de un flujo de conciencia donde las sensaciones eróticas se producen al mismo tiempo que la música (los lieder) y que apuntan meditaciones existenciales como la vida y la muerte, la caducidad de los cuerpos, la invalidez de la memoria y también su poder encantatorio. Ese lenguaje erótico n puede ser más vanguardista: “¿Qué haces con mi cuerpo que cubres de carbones de lluvia sudorosa?”
Varios capítulos y sobre todo el último se demoran en un relato minucioso y cercano a la escritura automática, a veces onírico, a veces etílico, según el momento y los hechos narrados, monodiálogos que no pierden, sin embargo, su coherencia y lucidez internas.
Con frecuencia el narrador habla desde el proceso mismo de la escritura, y así, mientras el texto es escrito, se registra lo que está sucediendo en la mente del escritor, y esta circunstancia se incorpora también, junto con las demás, a la fluencia de las frases. Esta escritura, que además suele criticarse a sí misma, acrecienta su melancolía a medida que el narrador principal abandona tierra italiana y retorna a su heredad nativa donde la experiencia del viaje se convertirá en literatura.
Por último, en el aparente laberinto, el obligado y doloroso adiós, la despedida no sólo del tiempo perimido, sino del mundo que todavía nos ve gastar algunos pasos en la tierra. En suma, el adiós agradecido a una experiencia extraordinaria, a un tiempo único “que no es el que transcurre con el resto de la vida”.
Y estas líneas son apenas un brindis congratulatorio por la aparición pública de la nueva novela de Edgar Ávila Echazú. Una crítica profesional evitará seguramente juicios altaneros y prejuiciosos como los que aparecen en Nueva Crónica…, ahondará con la sindéresis necesaria en las singulares características verbales de Roma 53 y señalará su importancia y ubicación en la novelística contemporánea.

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