lunes, 24 de octubre de 2011

Gabriel Chávez: “nuestra poesía es rica pero letárgica”

El poeta, radicado en Santa Cruz, se encuentra en México, atendiendo el festival Poetas del Mundo Latino.

El poeta Gabriel Chávez Casazola, autor de Lugar Común (1999), Escalera de Mano (2003) y El agua iluminada (2010), es el único boliviano en haber sido invitado al encuentro Poetas del Mundo Latino en Morelia, México, que tiene lugar del 16 al 29 de octubre. Chávez, que impartió varios talleres de poesía y que participó en encuentros y lecturas en Brasil, Nicaragua, Perú, Argentina y Ecuador, compartirá escena con el argentino Juan Gelman y otros 50 poetas de varias partes del mundo. A propósito de la ocasión, Fondo Negro se entrevistó con él.

—Has sido invitado al festival de poesía Poetas del Mundo Latino. Ésta no es la primera vez que eres invitado a un festival internacional. Así, ¿qué crees que hacen los festivales de este tipo por el trabajo de un poeta?
—En cuanto a los autores, estos viajes de encuentro en torno a la poesía amplían nuestra mirada con nuevos estímulos, lecturas, seres, paisajes, escuchas. En cuanto a la obra ya escrita y editada, abren la posibilidad de que llegue a muchos más lectores, por la vía de la traducción o de la publicación en otras naciones. En cuanto a la obra por escribirse, la obra futura, ésta se carga de suscitaciones que no siempre es posible recoger a la vuelta de la esquina de la casa (aunque también allí las hay, por cierto). Y en cuanto a mí, son como un soplo de aire fresco en esa habitación cerrada que es, a veces, Bolivia.
—Es un lugar común decir que en el país, la poesía concreta algunos de nuestros mayores logros literarios. En ese sentido, y frente al avance a veces avasallador de la prosa (de lo prosaico, en realidad), ¿qué papel puede asumir la poesía? ¿Cuál sería su misión o su alcance?
—Creo que la poesía no busca competir con otros géneros ni la situación, por llamarla de alguna manera, de la poesía o de la narrativa, puede calibrarse desde esta perspectiva. Eso sí, en un mundo en el que existen el asombro y el dolor, la maravilla y la muerte, las posibilidades próximas y las posibilidades últimas, la poesía siempre tendrá un lugar y algo para decir.
—¿Qué opinión te merece el actual panorama poético boliviano?
—Es un panorama muy rico. Tenemos una tradición viva y una vitalidad que dialoga con y se nutre de esa tradición. Pero seguimos leyéndonos (y poco) entre nosotros mismos, sin dejar oportunidad a nuevos descubrimientos de y sobre nuestra poesía que pueden darse en el diálogo con otras voces y otras tradiciones. Mientras la poesía de otras naciones vecinas, para no ir más lejos, es traducida, es antologada, se difunde y circula de una manera sorprendente, la nuestra ahí se está. Rica, pero un tanto letárgica.
—El agua iluminada parece ser, formalmente, un poemario poco uniforme. Algunos de sus poemas —tal vez los más— se caracterizan por cierta frugalidad estilística (versos más bien cortos, escasa puntuación, etcétera). Otros de los poemas —tal vez los menos— muestran un trabajo más cercano con la puntuación y las leyes de la prosa, y un intento explícito de prolongarse (Lucas 13, 4, La canción de la sopa, La noche americana). Entre esos dos polos, la extensión y la justeza, ¿hacia dónde apunta tu poesía?
—Es bipolar, a eso nomás habrá que acostumbrarse. En el nuevo libro que se va escribiendo en estos meses, se acentúa esta coexistencia de una poesía que apunta a ser certera y otra que narra, que dice largamente. Ambas han tenido muy buena acogida hasta ahora, sobre todo en el exterior, los poemas narrativos. En todo caso, la unidad formal, la búsqueda del poemario perfecto, no es una de mis preocupaciones. Opto por la coherencia a un nivel menos evidente pero esencial: el del sentido. Tal vez durante mucho tiempo, algunos autores han apuntado, con cierto preciosismo, a escribir poemarios-objeto antes que libros de poemas. Y los míos buscan ser libros de poemas, que le digan algo relevante a quien los lea, que lo toquen, que lo conmuevan, que no lo dejen inane o como era antes de leerlos. Pienso aquí y siempre repito un poema del mexicano Marco Antonio Campos que supone toda una provocación sobre lo que la poesía es (o debería ser). El texto titula Los poetas modernos y dice así: ¿Y qué quedó de las experimentaciones, / del “gran estreno de la modernidad”, / del “enfrentamiento con la página en blanco”, / de la rítmica pirueta y del / contrángulo de la palabra, / de ultraístas y pájaros concretos, / de surrealizantes con sueños de / náufrago en vez de tierra firme, / cuántos versos te revelaron un mundo, / cuántos versos quedaron en tu corazón, dime, cuántos versos quedaron en tu corazón?
—Gary Daher dice que los poemas de la sección Parábolas de El agua iluminada “no son parábolas, son poemas filosóficos cuyo sentido se oculta al profano y se descubre como un resplandor cuando la imagen rompe en nuestra lectura”. En esa línea, ¿funcionaría en tu poesía una dinámica del tipo meditación-imagen-revelación?
—Las palabras de Gary son generosas. La verdad, no había pensado conscientemente, racionalmente antes de leer esta pregunta, si es así como opera mi poesía, porque ella se da de forma espontánea, ¿no? Pero creo que tu pregunta puede tener una respuesta afirmativa. Tal vez el proceso sea: imagen-meditación (o cavilación)-imagen-(búsqueda de una) revelación.
—Te devuelvo una pregunta que tú le haces al lector en uno de los poemas: “¿Es la belleza la primera o la última en morir en todas las guerras que se declaran contra ella?”.
—Es la primera, en apariencia, pero también la última, porque siempre es capaz de revivir y reiniciar, provocativamente, como la Venus de Botticelli, el ciclo. La preocupación por la belleza, que no es discernible de la preocupación por el bien y la verdad, es uno de los ejes de mi existencia y mi escritura.

2010 es el año de publicación de El agua iluminada, el reciente poemario de Chávez.

1999 marca el debut de Chávez en el escenario editorial boliviano, de mano de la poesía.

“Seguimos leyéndonos poco entre nosotros, sin dejar oportunidad a nuevos descubrimientos de nuestra poesía”.

En diciembre de 2010, fondo negro eligió, mediante una encuesta a varios escritores, críticos y periodistas de Bolivia, a El agua iluminada (La Hoguera), el más reciente poemario de Gabriel Chávez, como uno de los 12 mejores libros literarios
publicados en Bolivia durante la anterior gestión. En el campo de la poesía, fue el único elegido.

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