domingo, 9 de octubre de 2011

Documentos bolivianos, memoria de la humanidad

Marcela Inch - Directora del archivo y biblioteca nacionales de Bolivia
En el mes de mayo pasado el fondo documental de la Real Audiencia de La Plata (1561-1825) conservado en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia fue inscrito en el Registro de Memoria del Mundo de la Unesco, figurando desde entonces entre los documentos más importantes del mundo. Baste enumerar algunos de los documentos que se encuentran en este Registro para aquilatar la importancia de figurar en él: los manuscritos antiguos de la literatura dongba de los naxi del noroeste de China; el códice De Materia Medica de Dioscórides de comienzos del siglo VI de la Biblioteca Nacional de Australia; las tablillas de arcilla de los hititas con la escritura cuneiforme conservadas en Turquía; el Codice Purpureus Beratinus o libro de los Evangelios en lengua griega que data del siglo VI, conservado en el Archivo Nacional de Albania; los archivos mercantiles de la Oficina Plantiniana, la empresa de edición e impresión más importante de Bélgica y Holanda fundada en 1555 por Cristóbal Plantino; la documentación de la construcción del Canal de Suez; el Buljo jikji de Corea, que contiene la esencia del Budismo Zen, impreso con caracteres metálicos compilado en 1372 que se guarda en la Biblioteca Nacional de Francia; el fondo documental de negros y esclavos conservado en el Archivo Nacional de Colombia; la Biblioteca Palafoxiana y la colección de códices prehispánicos de México.

El Programa Memoria del Mundo acepta incluir en su registro internacional, documentos que sean únicos, irreemplazables, auténticos y de valor universal, parámetros que el fondo documental de la Audiencia de La Plata cumplió íntegramente ante los evaluadores de la Unesco. Como se sabe la jurisdicción territorial y funcional de esta Audiencia, abarcó —en el momento de su mayor expansión— los distritos peruanos al sur del Cuzco y los actuales territorios de Bolivia, Paraguay, norte de Chile y Argentina. Dentro de estos límites, el énfasis de los documentos del fondo que nos ocupa recae sobre el territorio actualmente boliviano, y dentro de éste, el énfasis mayor es sobre Potosí, que se instituyó en el centro social y económico del distrito por su gran producción de plata que había sobrepasado, al terminar el siglo XVI, no solamente los límites del virreinato del Perú sino los de todo el imperio español, constituyéndose en una parte decisiva de la economía internacional. El Cerro de Potosí, a partir del inicio de su explotación por los españoles el año 1545, se convirtió en un formidable polo de desarrollo en todos los sentidos, proveyendo a la documentación de este fondo valiosa información sobre minas e ingenios, legislación, extracción, beneficio de minerales y conversión de la moneda, mano de obra minera y otros similares relativos a todo el distrito de la Audiencia. No menos importantes dentro del fondo de la Audiencia de La Plata, es la documentación de las series “Mojos y Chiquitos”, “Sublevación General de Indios”, “Correspondencia”, etc.

Archivo. El Archivo Nacional y la Biblioteca Nacional tienen centenaria existencia. El primero fue creado en 1883 por ley de la República mientras que la Biblioteca Nacional tiene tan extensa vida como Bolivia misma. Empezó siendo la Biblioteca Pública de Chuquisaca en julio de 1825, para devenir con el paso de los años en la Biblioteca Nacional. Consta en la documentación que ya en 1883 se usó eventualmente esa denominación y de forma sostenida desde 1885.

A partir del año 1935, el Archivo Nacional y la Biblioteca Nacional —emplazados en pleno centro histórico de la ciudad de Sucre—, desarrollan sus funciones bajo una misma dirección y en un mismo edificio, aunque con separación de fondos. Quienes solicitan sus servicios tienen la ventaja práctica de ser atendidos en una misma sala con documentos de archivo y materiales bibliográficos. Hasta 1986 el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB) dependió del Ministerio de Educación y a partir de ese año el Banco Central de Bolivia tomó a su cargo su administración y desarrollo. En 1995 esta función fue transferida legalmente a la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.

Sus funciones, como sucede con todos los archivos y bibliotecas nacionales del mundo, son las de conservar, organizar, describir, servir y difundir los patrimonios archivístico y bibliográfico de los bolivianos, en cualquier tipo de soporte.

El singular patrimonio documental y bibliográfico que conserva el ABNB, como parte del patrimonio cultural del país, es la herencia que compartimos todos los bolivianos y que la hemos recibido de nuestros antepasados, con el que vivimos actualmente y que nos corresponde transmitir a las generaciones del futuro (Unesco, 1982). Este legado, que se alimenta y crece generación tras generación, está formado, por un lado, por las fuentes documentales producidas como resultado de la actividad de nuestras personas jurídicas y naturales y, por otro, por la realización intelectual, científica y creativa de nuestros autores de hoy y de ayer.

Los fondos documentales conservados en el ABNB son de múltiple procedencia institucional y temporal. Están, por ejemplo, el fondo de la Audiencia de La Plata (1561-1825), el de las escribanías públicas de La Plata (1549-1825), de la Presidencia y de los ministerios de la República de Bolivia (1825-), del Tribunal Nacional de Cuentas (1825-1928), del Instituto Nacional de Colonización (1798-1985) y muchos otros. Esta riqueza patrimonial, adecuadamente organizada y descrita de acuerdo a principios universales y normas internacionales, y servida bajo criterios profesionales por un personal cuidadosamente capacitado para cumplir con sus funciones, ha hecho que la institución sea un destino imprescindible para los investigadores nacionales y extranjeros, sobre todo, para aquellos que realizan estudios sobre Bolivia, Argentina, Paraguay, Brasil, Chile y Perú.

Incontables libros de la historiografía boliviana, de distintas épocas, regiones, temas y personalidades han sido escritos en base a las fuentes documentales del ABNB, e investigadores de al menos cuatro continentes han solicitado sus servicios. El cúmulo de informaciones que estas herramientas escritas ofrecen para el análisis y la narrativa histórica es inagotable. Hay cientos de metros lineales de documentos aún intocados por la investigación y son inacabables las relecturas que pueden llevarse a cabo de aquéllos ya estudiados.

Libros. De otro lado, junto a las fuentes documentales primarias que sirven para perpetuar nuestra memoria, el ABNB conserva más de cinco mil libros antiguos publicados en prensas de Europa y América de los siglos XVI al XIX, entre ellos valiosos diccionarios de lenguas indígenas, algunas ya desaparecidas; una riquísima colección de manuscritos musicales de la época colonial con más de mil quinientas obras, cuyo valor trasciende los límites locales ya que contiene obras de connotados maestros mexicanos, españoles e italianos de aquel momento, muchas de éstas son piezas excepcionales, como por ejemplo, los villancicos de Juan de Araujo y Antonio Durán de la Mota con letra de sor Juana Inés de la Cruz que fueron inscritos el 2007 en el Registro de Memoria del Mundo por la Unesco, en una postulación conjunta con México y Perú, o el manuscrito musical del compositor italiano de principios del siglo XVIII, Giovanibattista Pergolesi, del que el especialista R. Stevenson ha indicado que es una pieza única en el mundo; asimismo, el ABNB tiene una colección creciente de fotografías actuales y antiguas que son recolectadas permanentemente en diferentes puntos del país. Por otra parte, la colección bibliográfica, a pesar del deplorable funcionamiento del Depósito Legal, cada día se acrecienta con nuevos materiales producto de la producción intelectual de los bolivianos.

Tambor. Además de los Villancicos ya señalados, figuran en el registro de Memoria del Mundo otros fondos documentales y piezas bibliográficas que resguarda el ABNB. Este Programa de la Unesco iniciado en 1992 para promover la preservación y el acceso universal al patrimonio histórico documental de mayor relevancia para la humanidad, establece tres niveles de reconocimiento: el internacional, el regional y el local. El 2009 Bolivia, mediante el ABNB, logró registrar en Memoria del Mundo Regional el Diario de la Guerra de Independencia de José Santos Vargas y el 2010, como ya se anotó, en Memoria del Mundo Internacional, el fondo de la Audiencia de La Plata. Gracias a este logro, esa documentación figura hoy entre los documentos de mayor valor y trascendencia universal.

Gracias al prestigio nacional e internacional que ha alcanzado la institución, las donaciones de libros y documentos —además de compras y entregas en depósito o comodato— siguen y crecen. En días pasados se ha recibido, por ejemplo, un conjunto documental formado por correspondencia y otros documentos personales del poeta Gregorio Reynolds.

El ABNB como sitio de conservación de las fuentes históricas en las que se apoya la memoria colectiva de los bolivianos, ocupó el año 2002 su nuevo edificio construido ex profeso por el Banco Central de Bolivia para la conservación de ambos patrimonios. En estos nuevos ambientes, los documentos y libros son mantenidos con todas las normas de seguridad recomendadas internacionalmente. Cuenta con equipos de última tecnología como los higrotermógrafos y data loggers para el control de la temperatura y la humedad en los depósitos; sensores de movimiento y cámaras de seguridad en todo el edificio para evitar daños o sustracciones de los documentos; un sistema completo de detección y control de incendios en el que se interrelacionan recursos humanos formados para actuar como bomberos, un plan de contingencias y emergencias, alarmas y extintores.

Con el mismo objetivo de evitar el deterioro y/o pérdida de estos patrimonios existe un reglamento cuyas normas deben ser cumplidas por los investigadores y los funcionarios. Así, en vista de la fragilidad del papel —soporte predominante de la documentación— su manipulación con guantes de algodón o látex es obligatoria; se prohíben las fotocopias admitiéndose en cambio las digitalizaciones que permiten la preservación de los originales y la consulta telemática y simultánea de su información por varios usuarios a la vez; en definitiva, se toman precauciones contra cualquier situación de riesgo para los documentos.

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