miércoles, 26 de diciembre de 2012

editorial El Cuervo lanza la antología ‘Hasta acá llegamos; cuentos sobre el fin del mundo’



El Fin del Mundo pasó hace rato. Pero ningún final ya nos sorprende, acostumbrados como estamos a esta avalancha sin fin de finales: fin de la poesía, fin de las ideologías, fin del arte, fin de la historia, fin de la novela, fin del estado-nación, fin del rock, fin del libro impreso. Un mundo en ruinas en el que pronto sólo vivirán Gregor Samsa y sus congéneres.••Ya en el principio estaba el final. Tal vez la versión más difundida esté en el libro del Génesis, donde a escasos versículos de la creación ya se narra el primer Fin del Mundo, el Diluvio Universal. Conocemos el final del relato: los sobrevivientes bajan del Arca y se dispersan por el planeta para repoblarlo, convencidos de que el fin es posible y que eventualmente volverá a ocurrir. La destrucción total como mito de origen.••El viejo cuento escatológico de La Segunda Venida de Cristo (el Nazareno, no el artista) permitió ordenar el tiempo y también concentrar y expandir una gigantesca comunidad religiosa. Más tarde, un poco antes de que muriera Dios, el relato fue reinterpretado y así fue surgiendo la noción de progreso, una meta a dónde dirigir el tiempo. Paradójicamente, este nuevo fin en el sentido teleológico, el progreso, desencadenaría el fin del mundo. El poder de una ficción para otorgar sentido. El poder de una ficción para organizar, explicar y destruir el mundo. El “The End” de ese relato que, con más o menos precariedad, acordamos llamar realidad.••Crisis terminal del capitalismo, invasiones extraterrestres, populismos mesiánicos, amenaza de asteroides, milagros satánicos, colapso ambiental, sublevaciones zombies, decadencia moral y estética, conspiraciones androides, textos en las estrellas (sumadas a la resaca milenarista, el recuerdo de la amenaza nuclear, y la delirante alarma del Y2K) son algunas de las ficciones utilizadas para articular y movilizar, tanto a fanáticos religiosos como a científicos, a pesimistas y a optimistas, a utópicos y reaccionarios, en los límites de la significación, en un instante fuera del tiempo. La ficción sólo es posible cuando aún compartimos algo.••Producidas en variados formatos y con distintos propósitos, las narraciones sobre el fin del mundo (ya estén situadas en el antes, o el después, o el momento justo del fin) tienen un tono sedicioso, nihilista y provocador, y. suelen proyectar la muerte de la civilización, el fin de los límites entre lo humano, lo animal y lo mecánico, el inicio de un nuevo orden, la convivencia de lo monstruoso y lo sagrado, etc. Nos recuerdan que el mundo está muriendo a cada segundo y nosotros con él: un proceso lento que se expande oscuro y sin hacer ruido. Relativizando la percepción lineal del tiempo, hablan especialmente sobre un posmundo en el que todavía hay vida, un poco antes del silencio.••Esta trama recurrente e interconectada siempre encuentra nuevas fechas para el fin, que en ocasiones también son las del inicio. De este lado del mundo (territorio en el que alguna vez se intentó empezar de cero) este diciembre final marca asimismo, nos dicen, el comienzo de otra época. Un nuevo amanecer en Finisterre. Un hito para marcar otro tiempo.

Un artificio para que el sentido, pese a su saturación, pueda seguir produciéndose. ••Para que quede constancia, supersticiones fundadas en nuestra cada vez más natural relación con las máquinas nos han hecho elegir estos trece cuentos sobre estos últimos días que nos tocan vivir. En La ola (Liliana Colanzi) dos historias mágicas se cruzan mientras una presencia extraña e invisible va cubriendo el mundo. Perros corriendo bajo la lluvia (Gonzalo Palermo) sigue los pasos de un hombre enviado desde un universo paralelo con la misión de brindar un informe sobre el fin del mejor de los mundos posibles. En Fahrenheit.com (Andrés Neuman) el Apocalipsis comenzará con un corte en la conexión a Internet. Luk (Edmundo Paz Soldán): el fin es un virus que se expande en lo que queda de un mundo lejano y extraño, y a la vez, familiar y próximo.


La liga mundial de las muñecas rotas (Christian Vera) es una alegoría pop sobre el fin de un mundo mediatizado donde los símbolos y signos se alteran de tal forma que el sentido se quiebra. En Una primavera en silencio (Juan Terranova), encontramos a tres hombres conversando sobre el fin del mundo ante un fuego. L__t___ (Agustín Acevedo Kanopa) presenta a un personaje enigmático y apocalíptico, un ciego que parece ver el porvenir, o tal vez la ausencia de futuro. Gatzby (Álvaro Bisama) enseña el retrato de un dibujante, en cuyos trazos se vaticinaba el futuro terrible de un grupo de adolescentes perdidos. My very own página en blanco (Sebastián Antezana) nos habla del fin del mundo como la clave de la separación de unos amantes heridos. En El detonante (Juan Guinot) un equipo minero muy particular comete un pequeño gag que revienta el mundo. Un yottabitte no llora por vos (Juan Manuel Candal) retrata las grietas de una familia de clase media que espera dar su testimonio para alimentar el archivo total de la humanidad antes del inminente final. Los que esperan (Carlos Yushimito) es una hermosa fábula con monstruos que anuncian el fin de este mundo deforme. Y All tomorrows parties (Ramiro Sanchíz) nos muestra a Federico Stahl en una fiesta en la que se transmite el fin del mundo por televisión, mientras recuerdan finales anteriores. Ficciones sobre esta inminencia que no se concreta, estos trece relatos contienen su propia versión en miniatura de ese eterno retorno al inicio, que como todo primer aliento, construye también la idea de un final. ••Algún día nos acordaremos de esta época de locura y confusión en la que ahora estamos sincronizados. Recordaremos cómo el presente se sentía más cercano, próximo, inmediato. Recordaremos que luego de Adolf Hitler, Jhonny Rotten y Bill Gates, el siguiente Anticristo fue PSY, el exitoso cantante coreano que predicaba el gangnam style. Nos vemos entonces. Hasta el próximo fin del mundo.


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