jueves, 22 de marzo de 2012

Autores alteños hacen libros en un laboratorio artesanal

Decididos a publicar sus obras a como dé lugar, jóvenes escritores alteños crearon un laboratorio literario en el que aprenden a diseñar páginas y portadas y a empastar sus propios libros.

“Éste es un espacio destinado a enseñar a fabricar libros artesanales porque publicar en una imprenta es muy caro”, señala Leticia Guarachi, responsable del Círculo Literario de El Alto cuyos miembros conforman este “laboratorio”. Ambas iniciativas parten del Centro de Poesía Albor “Arte y Culturas” que se creó hace ya 15 años.

Decenas de jóvenes alteños integrantes de este proyecto cerraron ayer, en el Ministerio de Culturas, las Jornadas por los Derechos Humanos y la Poesía, que tuvieron en los últimos días en diferentes espacios de esa urbe.

Según Guarachi, las ediciones artesanales prácticamente no requieren inversión porque muchos de los materiales que usan son reciclados: documentos y papelería en desuso, periódicos pasados, cartones y otros.

Cada escritor se encarga de confeccionar sus textos, por lo que el tiraje depende de cada uno. La mayoría saca entre 20 y 30 ejemplares de un poemario o libro de cuentos, y luego lo venden en cinco o diez bolivianos, con el plus de que cada portada tiene un diseño único y exclusivo.

Pero como el fin no es lucrar, la mayoría regala sus trabajos a amigos y familiares y no pocos mandan algunos ejemplares a editoriales locales con la esperanza de despertar su interés.

No obstante Willy Flores, director del Centro Albor, afirma que precisamente uno de los motivos que impulsó a crear el laboratorio literario es el casi imposible acceso de autores desconocidos y noveles a las editoriales.

Pero el mayor óbice es definitivamente el económico. “Publicar mil ejemplares de un libro cuesta unos 500 dólares, y un joven autor que vive en El Alto, que tiene un ingreso promedio de diez bolivianos por día, tendría que trabajar tres años sólo para editar su obra”, sostiene Flores.

“En El Alto hay poca producción literaria, pero tenemos a muchos escritores jóvenes. Lo que hacemos, aparte de producir libros artesanales, es buscar apoyo para que entidades públicas o privadas ayuden a publicar los mejores trabajos”, cuenta María Elena Cárdenas, coordinadora de Albor. Gracias a este afán, se logró la publicación de Sariri Jutiri y Pluma de plata, dos textos de autoría colectiva.

Un espacio literario

Como el principal impulso es el amor por la literatura, Albor y el Círculo Literario también organizan y participan de varias otras actividades como charlas, sesiones de lectura y talleres de escritura y edición.

“Impulsamos a los jóvenes a escribir en diferentes géneros y sobre diferentes temáticas, y demostrar así que en El Alto no sólo somos bloqueadores”, comenta Guarachi y cuenta que el Círculo Literario fue creado el año pasado con 40 socios y hoy tiene más de 80.

Este grupo de jóvenes también organiza talleres de escritura y lectura de poesía en colegios de al menos 15 distritos de El Alto.

Invitado a explicar los orígenes de estos proyectos, Flores recuerda que en 1997, cuando visitaba los primeros colegios de El Alto en busca de difundir la lectura y la creación literaria, los niños y jóvenes no estaban interesados.

“Pensaban que era muy aburrido, pero ahora cuando realizamos nuestros festivales de poesía participan más de 4.000 niños de toda la ciudad”, cuenta orgulloso.

Poesía y derechos humanos
Con el fin de celebrar el Día Mundial de la Poesía, que se recordó ayer, el Centro de Poesía Albor organizó, junto a la Defensoría del Pueblo y el Viceministerio de Descolonización, las Jornadas por los Derechos Humanos y la Poesía.

Se trató de una serie de coloquios y seminarios, efectuados durante una semana en El Alto, donde varios escritores y hablan de la poesía, literatura y su relación con los derechos humanos. También se prevén ferias educativas, tertulias poéticas y espacios de análisis. El objetivo es simple pero profundo: “difundir los derechos humanos a través de la poesía”, dice María Elena Cárdenas.

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