domingo, 24 de marzo de 2013
Mario Frías Infante ha dedicado su vida al estudio de las lenguas clásicas y en especial del griego
— ¿Por qué deberíamos leer hoy una obra como La Odisea escrita hace unos tres mil años?
— Por los valores intrínsecos que tiene la obra. ¿Cuál es el valor intrínseco de una obra de esta naturaleza? Su carácter clásico. Esto quiere decir que en ella están contenidas las características esenciales del ser humano. En sus personajes, en la vida de ellos, en sus actitudes se manifiestan las características propias del ser humano, más allá de espacio, del tiempo y todas las circunstancias. Circunstancia quiere decir, precisamente, lo que está al contorno, lo que rodea. Si pasamos, entonces, eso que rodea la obra y llegamos al núcleo de La Odisea encontramos al ser humano y, por lo tanto, cada lector se encuentra a sí mismo. De hecho, La Odisea tiene un tema existencial. Odiseo era el rey de Itaca, un pequeño reino en el que vivía con su familia y en el que tenía sus posesiones. Y sale de su mundo para ir a Troya, que es el mundo extraño, un mundo guerrero. Entonces, toda la lucha de Odiseo para volver a Itaca, pasando una serie de avatares —la oposición de los dioses, los naufragios, Calipso y Circe que lo quieren retener, etcétera— es la búsqueda de sí mismo, de su propia existencia.
— Y qué se puede decir de sus rasgos estrictamente literarios?
— La civilización occidental nace con Homero. Qué hay en Homero que no haya después. A La Odisea incluso se la ha llamado epopeya novelada. Tiene muchos de los recursos de la literatura actual. Por ejemplo, el manejo del tiempo no es lineal, Homero utiliza lo que ahora se llama el flashback. También hay un manejo muy interesante del espacio; por ejemplo, se cuenta lo que está pasando al mismo tiempo en distintos lugares. Son elementos de la novela actual y también del cine. Otro recurso interesante es el cambio de narrador. En algún momento, en la rapsodia novena, desaparece el narrador omnisciente y entra el personaje, que es quien se hace cargo de la narración. Son todos elementos de una obra clásica y por el valor que tienen son la justificación plena para que se la lea en la actualidad.
— El mundo de La Odisea es la Grecia antigua, la Grecia arcaica. ¿Cuáles son las características de ese mundo?
— Hablemos mejor de la Grecia homérica. En la concepción homérica es fundamental la relación con los dioses. Desde el comienzo, en el primer hexámetro, en la invocación a la musa ya están presentes los dioses. Atenea va protegiendo permanentemente a Odiseo en su regreso a Itaca. Poseidón, en cambio, le tiene bronca porque ha cegado a su hijo Polifemo, el cíclope. En alguna parte Poseidón dice que Odiseo no va morir pero tiene que sufrir. La Tierra es una diosa, el Sol es Hiperión… Todos los fenómenos de la naturaleza están relacionados con los dioses. También las pasiones humanas. Por ejemplo, está Hybris, que es el exceso o el orgullo. Los griegos de la Grecia homérica veían dioses en todas partes. Hay una relación muy estrecha entre el mundo del Olimpo y el mundo de la Tierra. Otra característica importante, que parece en la rapsodia undécima, es la Necuia: el viaje de Odiseo al reino de los muertos. Lo que revela ese viaje es la relación que encontraban los griegos entre la vida de aquí y el más allá; para ellos, esta vida y el más allá no estaban separados, había una relación de continuidad.
— La Odisea fue compuesta hace unos tres mil años, pero narra hechos muy anteriores. ¿Hay una Troya histórica?
— Hay una Troya histórica y hay una guerra de Troya que también es histórica. Lo que no está del todo establecido es el carácter o los motivos de esa guerra. Se piensa que los motivos fueron económicos. Se ha establecido también que han existido siete ciudades de Troya superpuestas. El arqueólogo Heinrich Schliemann excavó a fines del siglo XIX y llegó a la Troya homérica pero la destruyó porque siguió escavando. Hay un referente histórico tanto de la ciudad como de la guerra.
— La existencia del autor de La Ilíada y La Odisea, Homero, también ha estado en debate?
— En lo que se llama la cuestión homérica hay dos escuelas o tendencias. Por una parte, no se cuestiona la existencia de Homero sino la autoría de las obras. Se pensó que eran dos poetas, uno el de La Ilíada y otro el de La Odisea. Se ha discutido muchísimo al respecto. El debate actual, según la más reciente bibliografía, gira en torno a que posiblemente Homero fue en su juventud el autor de La Ilíada y en su época madura de La Odisea. Hay argumentos filológicos a favor de esto. No hay variantes sustanciales en el lenguaje de ambas obras, los personajes mantiene las mismas características: el Odiseo que aparece en La Ilíada es el mismo que parece en La Odisea. Ambas obras tienen un lenguaje formulario, hecho de frases y de repeticiones de versos o de secciones de versos. Todo ello abona a favor de un solo autor. La otra tendencia sostenía que estas obras no fueron compuestas como una totalidad sino que son una especie de recopilación de cantos más antiguos del ciclo épico. Se ha refutado esta posición porque en la narración hay anticipaciones. Por ejemplo, en la primera rapsodia de La Odisea ya se habla de la muerte de los pretendientes, que ocurre casi al final, en la penúltima rapsodia. Y esas anticipaciones son muy frecuentes.
— Es decir que Homero existió...
— Hay que repetir a Chesterton: Digamos que no existió Homero pero existió un poeta al que le pusieron por nombre Homero.
— En su traducción, ha optado por la prosa, no por el verso...
— El hexámetro es un verso medido, son seis medidas, seis pies. Eso facilitaba mucho la recitación, la expresión oral de los aedos. Es muy lindo pero muy complicado. Mi traducción está hecha en prosa pero en una prosa rítmica. La Odisea es una épica novelada, una obra narrativa; entonces se presta a hacerla en prosa, en una prosa que de alguna manera refleje aunque muy lejanamente la poesía original. Las traducciones en verso son más bien traducciones de estudio. En cambio la mía es una traducción para lectura común. Toda traducción tiene que tener un destinatario. El destinatario de mi traducción es el lector común de América y de una manera especial pero no exclusiva el estudiante.
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