lunes, 13 de febrero de 2012

Susana Villegas

Para conocer de cerca el espacio donde Susana Villegas Arroyo crea sus universos fantásticos, hay que arribar, textualmente, al edificio familiar que se halla en medio de una complicada geografía paceña: callecita empinada, angosta, empedrada y aún así de doble sentido. En medio se halla el refugio de quien es considerada una de las mejores ilustradoras bolivianas. Allí, en un rincón de Alto Obrajes que permite apreciar parte del abigarrado paisaje paceño vive y trabaja la creadora de Bang!, el único suplemento de periódico que publicó 20 ediciones dedicadas a la historieta boliviana y temas afines.

Bang! es algo así como un objeto de culto a estas alturas. Salió publicado en el desaparecido matutino Presencia y tener la colección completa es, para un amante del género, como disponer de un tesoro. Álvaro Ruilova y Edwin Álvarez acompañaron a Susana en esta aventura de entresiglos (2000-2001), que no se ha vuelto a repetir.

Apenas se traspone la puerta del departamento que ocupa Susana, se puede ver el caballete estratégicamente ubicado debajo de un tragaluz. Es donde la artista, bañada por la luz natural del sol, trabaja con el lápiz, una labor de exquisito detalle que habla de su talento y de la formación adquirida en la Academia Nacional de Bellas Artes Hernando Siles.

Pero hay todavía otro lugar donde la mano de la historietista se desliza por la superficie del papel: su mesa de dibujo iluminada por una lámpara, y muy cerca, apenas unos pasos detrás, la computadora, herramienta hoy infaltable para una artista “multiuso”, como se define Susana.

Mientras esboza algunas figuras humanas en el cuaderno de dibujo, la artista deja fluir sus respuestas casi siempre breves y con un dejo de timidez que crea un franco contraste con el trabajo decididamente osado que propone. Si se la conoce después de haber visto sus desnudos o sus historietas cargadas de erotismo (El Congreso, en “Trancadera de ovnis”, o Devoción, en “La fiesta pagana”), la sorpresa puede ser absoluta. Pero es sólo la forma, porque las ideas de Villegas Arroyo discurren, en su voz suave y pausada, claras y precisas.

Susana Villegas es una paceña nacida en 1975. Desde los 10 años, más o menos, vive en Alto Obrajes. Se educó en el colegio del barrio, 6 de Junio, donde comenzó a dibujar y “a nadie parecía molestarle”.

La familia ponderó su talento, “aunque sin exageraciones, con mesura”, lo que la ha ayudado a la hora de abordar, críticamente, su propio trabajo. Eso sí, “lo que me dieron, y que agradezco, es libertad para seguir mi camino; no faltó, claro, el ‘estudia algo más para vivir’, pero al final confiaron en mis decisiones”

Subyugada por Evangelium

En el ambiente de la artista casi todo es libros, revistas, modelos para dibujar, lápices, gomas... Cualquier aficionado a la historieta enloquece en medio de las colecciones ordenadas en los estantes: todo Patoruzú, el Corto Maltés, El loco Chávez, Flash Gordon, Dick Tracy, Inodoro Pereira, Mandrake, El Eternauta...

En medio, la mirada es atraída inevitablemente por los claros lomos de Evangelium, el manga de Yoshiyuki Sadamoto. “Me encanta”, explica Susana, que siguió el animé y luego devoró la historieta japonesa para la cual tiene palabras de elogio.

“La historia de Evangelium, que habla de teología, de problemas psicológicos y existenciales, me parece fantástica, transgresora; los robots me encantan y toda esa mezcla de lo humano, lo animal y lo cibernético es fascinante”. Técnicamente, “los dibujos son geniales; los detalles en el manga me subyugan, hay muchos japoneses que son eximios dibujantes: el manejo de la línea, la estilización de la figura, los contrastes... son maestros. Y en Evangelium todo es perfecto, redondo; siempre lo recomiendo: ver el anime y luego leer el manga”.

Pese a toda esta admiración, lo que Susana no hace es manga. Su historieta —“una de las cosas que más he disfrutado, que más me ha satisfecho, siendo de las más complejas”— es el resultado de una búsqueda propia. “He tocado varios temas y estilos. Voy probando siempre, no tanto para encontrar algo, sino porque me interesa hacer un poco de todo”.

“Noto que en el último tiempo hay una sobreexposición del manga y que gente, también en Bolivia, cultiva este estilo. Yo recuerdo algo que nos dijo un tallerista durante el Festival de Historieta Viñetas con Altura: no hay una puerta igual en el mundo; no es la misma en Bolivia que en Bangladesh o París.

Esto me dio qué pensar y por ello siempre busco las características que hagan la diferencia”.

El detalle minucioso es el sello de las creaciones de Susana Villegas. “Planifico mucho; a veces me tardo demasiado y quizás por eso da la impresión de que hice menos que otros colegas. Me interesa la parte visual y trato de no descuidar nada”.

La historietista escribe sus propios guiones. “Sé que otras personas trabajan bien con un guionista; pero yo me siento mejor haciendo mis historias íntegramente”.

La excepción a esa regla es la traslación al lenguaje del cómic de la película American Visa, que la artista encaró junto con David Criado. Este último hizo el guión para historieta que editó El Gato Lector en 2006. La historia del paceño que quiere viajar a EEUU y se topa con motivos, buenos y malos, para no hacerlo, tiene en el trazo de Villegas los rostros de los actores mexicanos Demián Bichir y Kate del Castillo, entre otros con que Juan Carlos Valdivia dio vida en la pantalla a personajes de la novela de Juan de Recacoechea.

Para leer a Villegas hay que buscar su firma en la revista de historietas Crash, que editó Eureka, en La Paz, bajo la dirección de Frank Arbelo, y también en La fiesta pagana, revista de La rosca cómics publicado en 2008, que en 2011 obtuvo el premio Geraldao en Brasil. “Hay otras obras mías en pequeñas publicaciones. Lo que lamento es que perdí constancia por dedicarme, en su momento, a otras cosas, si bien todas desde el dibujo”. Lo cierto es que “siento la necesidad de trabajar en distintas disciplinas y, por otro lado, debo atender los requerimientos de clientes”.

Con el tiempo, Susana ha aprendido a decir “no”. “Antes aceptaba todo encargo, me preguntaban ¿puedes...? y yo decía que sí. Ahora elijo lo que me satisface y me interesa hacer”. Trabaja mucho en formato digital, pero también “mantengo la tradición del lápiz, que es mi fuerte”.

En cualquier caso, “vivo de esto. Nunca me he arrepentido de haber dejado la universidad, donde empecé otra carrera, para dedicarme al arte. Hay, claro, momentos peores, como en todo, pero se compensan con la posibilidad de hacer lo que a una le gusta. Eso no tiene precio”.

En estos días, ilustradores y artistas como Susana se reúnen con la intención de crear un grupo para afrontar lo bueno y lo malo de la profesión en Bolivia. “Queremos generar actividades culturales, pero también sentirnos protegidos. Todos tenemos al menos un caso problemático con los clientes que no quieren pagarnos. Solos es más difícil defendernos y lograr un trato digno”.

Hay que reconocer que el gremio ha crecido bastante. Villegas enumera: Ruilova, Álvarez, Arbelo, Joaquín Cuevas, Alejandro Archondo, Marco Tóxico Guzmán, Damián Moreno (El Lustra), Alejandro Salazar, Rolando Valdez y Santos Callisaya (La súper cholita)... ¿Y las mujeres? “Hay varias, creo que en una proporción de 30 a 70 por ciento; por ejemplo Mery Nina, Rafaela Rada; creo que hay como seis chicas trabajando”.

Ella, por lo pronto, además de ilustraciones varias y un proyecto para dibujar animales destinados a un libro científico, está empeñada en la versión historieta de Periférica Boulevard, novela de Adolfo Cárdenas. Álvaro Ruilova dibuja la historia central y Susana las colaterales. El compromiso es terminar el trabajo para la Feria Internacional del Libro, en agosto próximo.

Hay que dejar el santuario. Susana se queda en él junto a su gatita, compañera de reciente adquisición que disputa algo del tiempo que la artista dedica al dibujo.

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