lunes, 20 de febrero de 2012

EL CARNAVAL COMO PROCEDIMIENTO LITERARIO

En 1929, el crítico ruso Mijaíl Bajtin publicó un estudio sobre Dostoievski el que cuestionaba el origen épico de la novela, mostrando que en realidad esta derivaría de los ‘géneros paródicos y carnavalescos’, que instalan el dialoguismo o pluralidad de voces dentro del texto como principio estructurador.
Un segundo estudio de Bajtin (prohibido por la dictadura soviética hasta 1963) amplió esta teoría que ponía en entredicho las jerarquías establecidas por la academia y rescataba los géneros considerados marginales. Dedicado a Rabelais, el ensayo mostraba las relaciones profundas entre el carnaval y el polifonismo narrativo.


Siguiendo esa pista, podemos encontrar varias pruebas del vínculo entre las literaturas satíricas y el Carnaval, entendido no tanto como tema sino como procedimiento literario, basado en la inversión de los valores consagrados y en la parodia desacralizadora de los modelos convencionales.


Es el caso de la poesía burlesca de trovadores como Francois Villon, de la picaresca española del Siglo de Oro y, muy especialmente, de Cervantes, cuyo Quijote no es otra cosa que una monumental parodia o carnavalización de las novelas de caballería.


En el siglo XX, la carnavalización tiene un nuevo impulso con la liquidación de los imperios coloniales, lo que conlleva el progresivo desmontaje del eurocentrismo y la apertura a nuevas concepciones de la historia literaria.


Por las mismas fechas en que Bajtin analizaba a Rabelais, varios escritores brasileños congregados bajo el rótulo del Modernismo y encabezados por los hermanos Oswald y Mario de Andrade, desarrollaron la teoría de la antropofagia, basada en una asimilación paródica de las culturas metropolitanas. A través de manifiestos, novelas, ensayos y poemas, teorizaron y practicaron una deconstrucción radical de los modelos literarios europeos.


El proceso de carnavalización, antropofagia y parodia habría de acentuarse en la literatura de América Latina. El crítico Emir Rodríguez Monegal afirma que “En gran medida, la obra de Huidobro, de Vallejo y Neruda, de Paz en sus mejores momentos, contiene la semilla de una deconstrucción de los grandes modelos líricos”.


Un precedente posible aunque involuntario sería Rubén Darío, cuyas Prosas profanas pueden leerse como una desentronización kitsch de la cultura decimonónica del Viejo Mundo.
En cambio, la obra de Jorge Luis Borges es un ejemplo de parodia y desacralización ejercidas con plena conciencia. Según Monegal, “Lejos de ser un europeísta que repite fórmulas consagradas en la metrópoli, Borges es el bárbaro que ‘antropofagiza’ la cultura occidental. Sus lecturas de Dante o Cervantes construyen homenajes irrisorios, a través de los cuales lo que se exalta es precisamente lo contrario de lo que la crítica académica lee en aquellos clásicos. Es su irreverencia, su monstruosidad, lo que los textos de Borges ponen a la vista”.
Las huellas de la carnavalización, la antropofagia y la parodia también pueden encontrarse en el barroquismo delirante de Lezama Lima, en su renuncia al sentido lógico y en su apuesta a la deconstrucción metafórica. Más recientemente, ciertas obras de Roberto Bolaño parecen adscribirse a operaciones satíricas similares, mostrando la fertilidad de ese camino emprendido por las letras latinoamericanas.

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