lunes, 6 de febrero de 2012

LA HORA Boliviana

La crónica parece un género hecho a la medida de Bolivia. Su carácter híbrido, mestizo, todo terreno y rizomático la han transformado en un género ideal para narrar el presente del primer Estado Plurinacional del continente americano. Quién lo hubiera dicho, un género “anfibio” para contar las historias de un país que no tiene salida al mar. Seleccionadas y prologadas por el sociólogo y escritor Fernando Barrientos, Bolivia a toda costa. Crónicas de un país de ficción, libro coeditado por las editoriales paceñas El Cuervo y Nuevo Milenio (que por primera vez distribuyen su catálogo en la Argentina), reúne crónicas de 14 autores que se proponen narrar al país andino-amazónico desde algunas de sus historias mínimas o acudiendo al relato personal, barroco e intimista.

Heredero de una larga tradición de libros de no ficción que podríamos remontar hasta las fabulosas Crónicas de la Villa Imperial de Potosí colonial de Bartolomé Arzans de Orsúa y Vela, los relatos de la Guerra del Chaco de Augusto Céspedes, las aguafuertes paceñas del maldito Jaime Saenz y las crónicas etílicas de Víctor Hugo Viscarra, Bolivia a toda costa se inscribe en esa tradición, tramando relatos que narran grandes y pequeñas mitologías del presente.

Un patchwork por demás heterogéneo y diverso, que son algunos de los rasgos identitarios esenciales del país.

Autores reconocidos dentro de las fronteras del Tíbet sudamericano como Edmundo Paz Soldán, Álex Ayala, Liliana Colanzi, Maximiliano Barrientos y Darwin Pinto, entre otros, que provenientes de campos muy diversos —como la literatura, la sociología, el periodismo o la crítica musical— proponen un rosario de relatos que evitan los lamentos bolivianos, y más bien bucean las encrucijadas que fundan a la Bolivia contemporánea.

Historias como la del sastre paceño Sillerico, responsable desde hace cuatro décadas del vestuario personal y la coquetería de los presidentes bolivianos; los testimonios de un grupo de hiphoperos alteño que alaba a Dios cantando rap en aymara a más de 3.500 metros de altura; la crónica agitada del pantagruélico festejo y el backstage del primer Día de la Reivindicación Marítima en el estadio más grande de Chuquiago Marka, nombre aymara de la sede de gobierno del país andino; las memorias del narcotraficante que quiso cancelar la deuda externa de Bolivia a cambio de que se le permitiera operar su negocio sin trabas burocráticas; el diario de campaña de un candidato campesino a alcalde que va y viene entre su natal Arbieto y la lejana Virginia sin nunca dejar de fantasear, y más.

En el prólogo, Barrientos destaca la diversidad de miradas y graduaciones para narrar la agitada realidad boliviana que aparece en los textos: “Un tiempo con una carga intrínseca de novedad y cambio. Un tiempo veloz que se percibe como denso y prolongado por la intensidad de los acontecimientos. Un momento irradiante desde la cultura en el que se cuestionan estructuras de jerarquía y de legitimidad. Tiempos interesantes. La hora boliviana”.

Entre las crónicas que escriben este borrador de la futura historia del país andino, quizás algunas de las más destacadas sean Kosmische cumbia, el relato de Javier Rodríguez que se encarga de desentrañar los ocultos vínculos que existen entre la cumbia boliviana y el pospunk de Joy Division o The Cure; las confesiones de Berlín, Santa Cruz, donde la escritora cruceña Giovanna Rivero recuerda su particular e íntima relación con las empleadas domésticas que trabajaron en su casa; o la crónica de largo aliento Esclavos made in Bolivia, galardonada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo 2007, en la que el periodista Roberto Navia se sumerge en el infierno que viven los migrantes que trabajan en los talleres ilegales de las dos ciudades donde viven más bolivianos: Buenos Aires y San Pablo. Pequeñas grandes historias que, lejos del muestrario exótico y las postales for export, traman las escenas de una road movie por el abigarrado mapa humano del país más pobre e injusto de América del Sur; un pueblo que vive, desde la llegada de Evo Morales al poder en 2005, uno de los cimbronazos democráticos más importantes del siglo XXI.

Souvenirs bolivianos

Fernando barrientos - editor

El azar, la arbitrariedad, la contingencia han deparado estas 14 crónicas: el perfil del sastre que ha vestido a los últimos presidentes bolivianos y que es el creador de la imagen personalísima de Evo Morales; las historias límite que recorren las carreteras nacionales; el libro de memorias del narcotraficante más importante del país; el recuento tras bambalinas del concurso de Miss Bolivia; los testimonios de la vida insufrible que miles de trabajadores bolivianos soportan en las maquiladoras de Buenos Aires o Sao Paulo; la historia de unos cantantes de hip hop de El Alto que alaban a Cristo rapeando en aymara; una versión de los horrorosos hechos acontecidos en Porvenir en 2008 y sus consecuencias recientes; el relato emocionado de un partido que sirve de excusa para hablar del futbol como fenómeno social en Bolivia; una visita guiada por los ambientes de la Morgue de Santa Cruz y sus historias; un puñado de aguafuertes que capturan danzas, personajes y lugares revelando el lado insólito que anida en el cotidiano de la ciudad de La Paz; el retrato de un curandero menonita que se interna cada vez más profundo en el trópico y en sus creencias para poder seguir sanando en paz; el jocoso backstage de la solemne primera conmemoración del Día de la Reivindicación Marítima; una exhaustiva reflexión sobre el sino pospunk y vanguardista de la cumbia boliviana; las confidencias de una escritora acerca de su larga e íntima relación con las empleadas domésticas (o trabajadoras del hogar); el diario de campaña de un candidato campesino a alcalde que va y viene entre su natal Arbieto y la lejana Virginia sin nunca dejar de soñar; la crónica del cada año menos inusual festejo de Todos Santos en el Cementerio de Chacarita en Buenos Aires, Argentina. Una pequeña pero surtida colección de souvenirs bolivianos.

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