domingo, 26 de febrero de 2012

En memoria de Lorenzo Calzavarini Ghinello

El escritor orureño Adolfo Cáceres Romero recuerda con estas letras y con extremo detalle a un inolvidable italiano, fray Lorenzo Calzavarini.

El noble franciscano ahora sonríe a los hermanos que se le anticiparon, sobre todo al padre Maldini, a quien siempre recordaba. Inolvidable sonrisa la suya, su voz grave, que todavía me llega desde la última vez que lo vi, en la clínica Belga de Cochabamba, los primeros días de diciembre del pasado año. No sólo eran sus riñones los que lo mortificaban. Le habría dado uno de los míos si hubiese sido posible. Lo atacó una rara enfermedad, conocida como amiloidosis primaria. Esa tarde me despedí con un peso enorme en el alma. Era el adiós, lo percibí en su mirada. Mientras caminaba, recordé cómo lo conocí. Era el Director del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Humanidades de la UMSS. Nunca olvidaré esa mañana soleada, cuando subí las gradas del edificio multiacadémico e ingresé al Instituto. Si mal no recuerdo, eran los primeros días de marzo de 1987. Revisaba las pruebas de imprenta del primer volumen de mi Nueva Historia de la Literatura Boliviana, dedicado a las letras aborígenes: aymara, quechua, callawaya y tupiguaraní. Tarea difícil la que me había impuesto Werner Guttentag cinco años antes. Lorenzo me dio el impulso que precisaba para seguir adelante y emprender con los siguientes volúmenes. Cuando trabajaba con los periodos Colonial y Republicano, todo me resultó más fácil por sus consejos y las obras que me prestó, abriéndome las puertas de la Biblioteca Franciscana y de su parroquia, en San Carlos.

PRIMEROS ESTUDIOS. ¿Quién era fray Lorenzo Calzavarini? Antes que sacerdote, era un amigo de verdad. Un amigo sabio y bondadoso. Sencillo como todos los hombres de gran corazón. Había nacido en un hermoso pueblito llamado Canaro, en Rovigo (Italia), el 27 de noviembre de 1939, año en el que los nazis avanzaban sembrando el terror en Europa. Me contó algunas experiencias de su niñez bajo el régimen de Mussolini. Pronto se trasladó a Florencia, ingresando a la casa de estudios de la Orden Franciscana, hasta 1962. En 1958 había realizado los primeros votos en dicha Orden. Recibió la Orden Sacerdotal en 1966. Pero él no estaba conforme con lo que tenía, sabía que debía prepararse mejor para servir a los demás. Así que al año siguiente se trasladó a Roma, donde obtuvo la licenciatura en Teología en la Universidad Pontificia Antoniana; ese 1967, también se matriculó en la Universidad de Lovaina (Bélgica), licenciándose en Sociología en 1971; dos años después obtendría un diplomado en Semiótica y Lingüística en el Centro Internacional de Ricerca, en Urbino (Italia). Ese mismo año, o sea el 1973, obtendría el Doctorado en Sociología, en un Curso Especial de la Escuela Norteamericana de la Universidad de Urbino.
UN HOMBRE DE VISIÓN. No era suficiente, pero el noble franciscano se hallaba dispuesto a cumplir la misión que se había impuesto. Eligió el país más pobre de Sudamérica. Bolivia aparecía como uno de los más necesitados de ayuda en la región. Así que llegó a Tarija el 22 de julio de 1973. De agosto a diciembre fue docente del Seminario “Ideología y países en vías de desarrollo” en la Universidad Tomás Frías de Potosí. Viajó por las misiones franciscanas del sur. Conoció de cerca a la nación chiriguana. Experiencia que nos transmitiría con su libro Nación Chiriguana: Grandeza y Ocaso, publicado por la Editorial Los Amigos del Libro, en Cochabamba, en 1980. Pronto saldrían otros libros suyos, sobre todo sus guiones para televisión Moxos y Beni (1984); El Carnaval de Oruro: una alegoría altiplánica (1984). El tiempo que estuvo en Cochabamba (1984-1992), trabajando en la Universidad Mayor de San Simón, fue un verdadero sembrador de conocimientos y sabiduría dictando cátedra en las facultades de Economía, Sociología y Humanidades. Su mayor logro, para beneficio de la Universidad y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, fue la creación del Instituto de Investigaciones. Había que salir de la universidad medieval, que sólo reproducía conocimientos. Era necesario producir ciencia y cultura, entonces salió la revista Runayay, financiada por él mismo. Con este idéntico desprendimiento, procuró interesar a la Universidad Católica Boliviana, en Cochabamba, para crear otro Instituto de Investigaciones. Intención que no prosperó por falta de visión de sus autoridades.
TARIJA EN EL CORAZÓN. Su retorno a Tarija (1993) se concretó al sentir que había cumplido su cometido en Cochabamba. Tarija siempre estuvo en su corazón. Sus obras nos testimonian el amor que sintió por esa parte de Bolivia. Organizó y dirigió el Centro Eclesial de Documentación de la Orden Franciscana en esa ciudad.
De 1994 a 1996 fue catedrático de las asignaturas de Sociología y Antropología en la Carrera de Psicología en la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho; asignaturas que también dictó en la Carrera de Comunicación Social de la Universidad Privada de San Bernardo, siempre en Tarija. Fue Director del Instituto Superior de Estudios Bolivianos (ISEB) en la Universidad Juan Misael Saracho. De ahí que también fue su voluntad que sus restos reposaran en esa dulce tierra chapaca, cuando falleció en Cochabamba el 9 de febrero del 2012.
*Escritor orureño

9 de febrero de 2012, en esta fecha falleció en Cochabamba Lorenzo Calzavarini.

NO ERA SUFICIENTE, PERO EL NOBLE FRANCISCANO se hallaba dispuesto a cumplir la misión que se había impuesto. Eligió el país más pobre de Sudamérica. Bolivia aparecía como uno de los más necesitados de ayuda en la región. Así que llegó a Tarija el 22 de julio de 1973. De agosto a diciembre fue docente del Seminario “Ideología y países en vías de desarrollo” en la Universidad Tomás Frías de Potosí.

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