domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Para qué escribir? Armando Mariaca Valdez


Cuántas veces surgieron en nosotros las preguntas: ¿Para qué escribimos? ¿Para quién y por qué? Lo cierto es que habrían muchas respuestas. Para mi entender, escribir es reflejar inquietudes, ansias, pensamientos, preocupaciones y angustias, elucubraciones de toda clase, éxitos, fracasos y decepciones; no están ausentes los complejos de egolatría, de orgullo o soberbia y hasta petulancia en algunos escritores que no pueden entender que su humildad haría más grande su obra; pero, sobre todo, habrá que convenir en que cada escrito es el reflejo de las virtudes y valores -sin prescindir de los errores- que cada escritor tiene en sí mismo. Escribir es una forma de mostrarse, de acomodarse en el diario vivir mediante la transmisión de criterios, posiciones y sentimientos.

Escribir es amar sin reticencias ni egoísmos; es entregarse a los demás, porque lo que sienten las circunstancias humanas que nos rodean es del interés del que escribe, es el reflejo de lo recóndito del alma de una población que no puede decir o escribir porque no es hábil para hacerlo, en muchos casos, porque tiene miedo al reclamo, a la crítica, al menoscabo de su orgullo.

De uno u otro modo es introducirse en los problemas, angustias, dolores, inquietudes, aspiraciones, ambiciones y esperanzas de los demás es, pues, una forma de interpretar todo lo que atinge al ser humano.

Escribir es reflejar la sonrisa, el candor, la inocencia, el llanto o el dolor de un niño conforme a las circunstancias: dolor de no tener alimento, abrigo ni salud, angustia de los padres que miden el escaso tiempo que vivirá el ser producto de su amor y entrega; angustia de vivir en un mundo no sólo pobre sino abandonado y subdesarrollado, donde la abundancia de pocos es el revés para millones y donde los excesos de algunos son latigazos que laceran cuerpos y almas de los que buscan, vanamente, mejores condiciones de vida.

Escribir es ingresar en el mundo de los que no tienen los valores del amor que es hermandad, caridad, solidaridad. Es certificar la ingratitud de políticos y gobernantes que, en nombre de Dios, las libertades y los derechos humanos, se han enriquecido a costa del hambre de sus pueblos. Es mostrar la vocación por la muerte de los armamentistas que propugnan y auspician guerras y enfrentamientos para acumular más riquezas teñidas de sangre.

Escribir es vivir la vida de los demás, ser parte del corazón y del alma de los que sufren, de quienes padecen hambre y miseria que luego se vuelven dolor y hasta luto. Es, también, ver que las utopías de los pobres se convierten en realidades disfrutables para pocos, pocos desparramados en todo el mundo y que sólo espectan el sufrimiento de los más y no lo sienten.

Escribir poesía, prosa, ensayo, cuento, novela, ciencia o historia es, de algún modo, reproducir la vida diaria, es la forma disimulada o, mejor, diplomática de aprobar o censurar, de aplaudir o condenar los actos de una persona, comunidad, institución o entidad; es, también, mostrar los muchos sentimientos que surgen sobre cualquier hecho de la vida; es, de algún modo, hacer periodismo a largo plazo porque es publicar el acontecer diario, aunque sin cumplir los requisitos o reglas que hay para la crónica, el relato, el comentario y el análisis periodístico con sus objetivos específicos.

Quien escribe en cualesquiera de las disciplinas, lo hace convencido de que su criterio, pensamiento y mensaje mediante las palabras, llegará a un destinatario que se multiplica por cientos, miles y hasta millones; sabe que, muchas veces, esas palabras serán llevadas a otros idiomas así no sea mediante la traducción e impresión de todo el texto sino mediante el comentario personal o en grupo. Es, pues, la ciencia de la palabra que se hace realidad, que ve la luz mediante el que lee y comenta o a través de las crónicas inmersas en críticas que muestran lo bueno y malo de la obra que, en el fondo, alientan a nuevos escritos, a experiencias que sirvan para mejorar, ampliar y diversificar los temas tratados.

Escribir es aplaudir y criticar; pero, en todo caso es también colocarse en el lugar del que yerra tal vez más que del que acierta. Así, cuando se critica los comportamientos de la actividad político-partidista, ingresan muchos sentimientos en quien escribe, en quien analiza y saca conclusiones. Escribir es llegar a resultados sobre la conducta del ser humano y el mismo batallar de ponerle letras al pensamiento y los criterios, los sentimientos y los valores, las conductas, la moral y los comportamientos éticos, es llegar siempre a la misma conclusión de que no hay mayor enemigo del hombre que el hombre mismo.

Escribir es disentir con lo malo, con todo lo que atenta contra el ser humano, con lo que está contra las leyes, la moral y los principios elementales que rigen a la humanidad. Es condenar la corrupción de los valores y toda forma de adulterar o contravenir las buenas costumbres.

Escribir es entender que el derecho de uno termina donde empiezan los derechos de los demás. Es comprender que la justicia bien entendida y mejor practicada es la que contiene caridad. Es buscar la unión y el entendimiento entre todos los hombres, sin distinción de razas, idiomas, religión o posición social y económica. Es comprender que el hombre, en sí mismo y por designio de Dios, es igual a los demás que pueblan el planeta.

Escribir es sentir el pensamiento; es decir sopesar lo que se siente y trasladar al idioma lo que se piensa, darle sentido, forma y fortaleza.

(Fragmento de una conferencia).

Del libro “¿Para qué escribir?” - Ensayos, conferencias y otros escritos, de don Armando Mariaca V., periodista con estudios de filosofía y economía.

Editorial GRECO, La Paz, Bolivia.

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