Aparte de billetitos y pasaportes, un grupo importante de impresores publica libros –libritos– en Alasita que discretamente enriquecen la amplísima-diminuta oferta de la tradicional feria anual.
Aquí y allá, por ejemplo en el “Sector billetitos” o en el “Sector artesanías” e incluso en las calles aledañas como la avenida Simón Bolívar, pueden observarse algunos emprendimientos editoriales destinados a los visitantes de la feria.
Allí pueden encontrarse revistas, folletos y varios tipos de libros en tamaños que van desde la media carta hasta volúmenes de 5x4 centímetros. Esa oferta editorial se abre paso, si bien un poco a duras penas entre reproducciones en yeso de casas, variopintos amuletos y todos los artefactos imaginables para el hogar o el trabajo.
Publicaciones de 2011
Ernesto Cavour es uno de los autores que más constantemente ha preparado y editado libros en miniatura. Para este año ha preparado tres libros diminutos: Los últimos cuentitos del siglo XX (tercera edición), Pensamientos chiquititos y el muy interesante tomito intitulado Alasitas, un completo compendio de historia de la feria de la miniatura.
De igual manera, la editorial Gente Común ha editado cuatro pequeños libros con micro-relatos que –protegidos en una cajita– constituyen uno de los aciertos editoriales de este año en la Alasita. La colección Cuentos de Alasita, que así se llama el conjunto de los cuatro pequeños volúmenes, incluye al ganador del Premio Nacional de Cuento: Sun Tzu, de Sergio Sánchez, así como a todos los finalistas.
“Los otros libros son Poco bla bla de Willy Camacho, Textos traicionados de Mauricio Rodríguez y Tres en raya de Daniel Averanga, Ayda R. Carrillo y Gilber Sanabria”, dijo Ariel Mustafá, editor de Gente Común. “Esperamos que este proyecto tenga continuidad y editemos nuevos libros para la Alasita del próximo año”, acotó.
Luego, también están algunas revistas. Doña Juana, por ejemplo, que vende la archifamosa Condorito junto a pintorescos muñequitos que ostentan los trajes típicos de varias regiones del país, nos dice que se venden muy bien porque “sólo cuestan un bolivianito”.
Esta revista, cuya popularidad parece mantenerse tras décadas de haber sido el recurso infalible para la risa de varias generaciones, puede encontrarse en varios puestos de venta y en más de un formato. Las hay de seis y de diez centímetros a todo color y en tal variedad que se puede formar toda una colección.
Literatura “universal”
Sin datos editoriales que anoticien de su procedencia y en ediciones muy descuidadas, también se puede encontrar un puñado de títulos de la mal llamada literatura universal. Tal es el caso de libros como Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda. El Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, aunque lamentablemente en “versión resumida”, al igual que Crimen y Castigo de Dostoyevski, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, Madame Bovary de Gustave Flauvert y una media docena de títulos de ciertos libros popularizados como de lectura muy edificante para los jóvenes.
Por ahí también existe una serie de delgados textos que reproducen las Fábulas de Esopo a razón de media docena de fábulas por volumen. Algunas traen las muy conocidas ilustraciones de animales en blanco y negro para que puedan ser coloreadas, con pequeños lápices de colores también disponibles en la feria.
Algunos folletos, que en rigor no son miniaturas, también se exhiben en lo recóndito de la laberíntica feria de la Alasita. Con precios que van de los tres a los diez bolivianos; hay folletos que tratan de temas muy actuales en nuestro medio: una explicación acerca del significado de la wiphala, o una corta colección de preceptos para poder, o intentarlo al menos, “vivir bien”.
Liliputienses
Entre los libros de formato más pequeño, hay una gran variedad de títulos de uso escolar: Anatomía del cuerpo humano, Mi primer atlas, Geometría, Geografía y otros.
Pero incluso más pequeños que éstos, son los ejemplares de la colección denominada: Mini Biblioteca del Conocimiento Nacional, compuesta por 24 volúmenes. Los nueve primeros están dedicados a cada uno de los departamentos de Bolivia, consignando la situación geográfica, límites, hidrografía, orografía, actividad económica y hasta un poco de historia.
Completan la colección “del conocimiento nacional” sendos volúmenes dedicados a aspectos de la realidad que revisten una importancia capital como el petróleo, el gas natural, las empanadas, los pasteles, las plantas medicinales, la Guerra del Pacífico, la del Chaco y un calendario de fechas cívicas.
A-las-citas
Con algunos de estos ejemplares, no diré bajo el brazo, sino en la palma de la mano, termina nuestra incursión libresca por la feria de Alasita, pensando, es inevitable creo, en el hecho de que la labor editorial en torno a la Alasita es muy precaria en cuanto a libros se refiere, pues, si de tantas otras actividades existen ingentes provisiones para acariciar los sueños –por ejemplo, en el rubro de la construcción o en el de los comestibles, donde es posible montar abarrotados almacenes con toda clase de productos– es, por ahora, imposible encontrar libros como En busca del tiempo perdido de Proust o la Comedia Humana de Balzac, debidamente miniaturizados, cosa que, por lo demás, no hicieron sus autores.
Entonces se vuelve más memorable aún la historia de Juan José Lillo, aquel ser noble y generoso que por falta de espacio tuvo que valerse de operaciones mágicas para miniaturizar su biblioteca de 5.000 volúmenes, a fin de que puedan caber en un velador, como nos lo cuenta su caro amigo Jaime Saenz. ¿Dónde? En su libro Vidas y muertes, dicho sea así, directamente, que ya lo sabemos, aunque para hacerlo me hubiese gustado recurrir a una nota a pie de página a la usanza de la revista La Mariposa Mundial que solía (¿suele?) agrupar las referencias de diminuta letra con el paceñísimo nombre de A-las-citas.
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